El presidente del BCE, Mario Draghi, fue bastante claro el pasado jueves: "No es tiempo de discutir la estrategia de salida del QE (Quantitative Easing)", señaló de forma tajante, en referencia al programa de estímulos económicos cuyo elemento principal es la compra de deuda pública. La ausencia de datos que evidencien una recuperación sostenida de las tasas de inflación hace aún imprescindible el apoyo de las políticas de estímulo del banco central, según explicó el banquero italiano.
Pero en un entorno de creciente optimismo sobre la evolución de la economía europea, complementado por la progresiva reducción de los riesgos políticos, los mercados vez cada vez más claro que el programa de compra de bonos del BCE se dirige hacia su fin. No en vano, fue el propio Draghi el que señaló también el jueves que “la recuperación cíclica de la economía de la eurozona está llegando a ser progresivamente más sólida y que los riesgos a la baja han disminuido aún más”.
Este mensaje ha sido interpretado por diversas firmas como una señal más de que el banco central se encamina hacia el inicio del fin de los estímulos monetarios. Un primer paso que la gran mayoría fija ya en enero de 2018.
La victoria de Macron facilitaría que el BCE dé en junio un tono más optimista a su mensaje
Antes de eso, la institución que preside Mario Draghi tendrá que preparar a los mercados para que la medida no les tome por sorpresa. Y por eso son muchos los que prevén que la próxima reunión del BCE, que tendrá lugar el próximo 8 de junio, traerá significativas novedades en el tono del mensaje del banco central. Especialmente si como anticipan las encuestas, Emmanuel Macron es elegido presidente de Francia el próximo 7 de mayo, cerrando el paso a la amenaza del populismo antieuropeo del Frente Nacional de Marine Le Pen.
"En nuestra visión, la mejora de las condiciones macro y la disminución de los riesgos para el crecimiento abren claramente la puerta a un cambio en la comunicación del BCE en la próxima reunión de junio, cuando el personal del BCE presentará sus proyecciones macroeconómicas actualizadas (especialmente si las perspectivas políticas están más claras con la elección de Emmanuel Macron en Francia)", apunta Antonio García Pascual, economista jefe de Barclays en Europa.
"Es probable que la mejora en las perspectivas económicas impulse al Consejo de Gobierno a evaluar los riesgos como equilibrados en junio, cuando se publiquen las nuevas proyecciones macroeconómicas. Además, es probable que se modifique la orientación hacia adelante (forward guidance), de modo que se excluya la mención a la opción de tipos más bajos", explica Tuuli Koivu, analista de Nordea. En Barclays también contemplan que pueda retirar la mención a la posibilidad de una ampliación del programa QE.
El repunte de la inflación en los próximos meses debe ser el argumento que convenza al BCE de dar este pequeño giro a su lenguaje ya en junio. La institución podría tener buenas razones para no retrasar más este paso preliminar en su estrategia de salida. "Junio puede ser una buena ocasión si el crecimiento y la inflación evolucionan según lo previsto. Además, mostrando su disposición a realizar cambios se quitaría la presión que desde Alemania le va a llegar a medida que se acerquen sus elecciones", consideran en Bankia.
La reducción de las compras
Tras esto, los expertos esperan que tras el verano llegue el momento de anunciar al mercado el inicio de la retirada del QE, que debería comenzar en enero de 2018, reduciendo las cantidades de deuda que compra, que actualmente se elevan a 60.000 millones de euros.
"En septiembre u octubre de este año, el BCE anunciará probablemente un ritmo reducido de compras de activos a partir de enero, seguida de reducciones adicionales hasta el final de las compras en el otoño de 2018", sugiere Holger Schmieding, economista jefe de Berenberg Bank.
Un calendario similar contemplan en Barclays. "Esperamos que hacia septiembre u octubre de 2017, el BCE anuncie una reducción en QE a 35.000 o 40.000 millones para el primer semestre de 2018 y aún más abajo, a 15.000 o 20.000 millones para la segunda mitad de 2018", comenta García Pascual.
A partir de ese momento, los expertos tienen más dudas sobre cómo podría obrar la institución que preside Mario Draghi en lo referente a los tipos de interés. Para los analistas de Nomura es poco probable que "los tipos de interés se eleven hasta que las compras del QE hayan llegado a su fin y específicamente no hasta la segunda mitad de 2018".
Lo que sí parece más factible es que el banco central empiece a normalizar los tipos de la facilidad de depósito -la hucha en la que los bancos depositan su exceso de capital- antes de que se extingan las compras de bonos.
Barclays espera que a finales de 2018 sigan vigentes el 'QE' y los tipos negativos
"Si los los préstamos bancarios continúan aumentando progresivamente, el BCE puede ver menos necesidad de penalizar a los bancos por aparcar su liquidez en el BCE. Si esto es así, nosotros aún pensamos que el BCE puede aliviar la tasa de castigo a los depósitos de tales bancos desde el -0,4% hasta el -0,25% a finales de 2017", augura Schmieding.
Barclays, prevé que el repunte llegue hasta -0,2%, en dos pasos: uno en el segundo trimestre de 2018 y otro en el cuarto trimestre. García Pascual resalta en cualquier caso que tanto el QE como los tipos negativos de la facilidad de depósito seguirán garantizando una política muy acomodaticia por parte del BCE a finales del próximo ejercicio.
"La razón fundamental de la necesidad de más acomodación en 2018, aunque a un ritmo más reducido, es esencialmente que la zona euro experimentará probablemente sólo una mejora gradual en sus dinámicas de inflación entre 2017 y 2018", comenta el economista de Barclays.
En la misma línea, en Nordea advierten de que "una inflación subyacente continuamente baja significa que la salida de la actual política monetaria laxa será muy gradual".
De este modo, la mayor parte de los expertos desplaza a 2019 la primera subida de los tipos de interés de referencia desde el nivel actual del 0%. Tanto Berenberg como Pictet WM creen que no tendrá lugar antes de la primavera de dentro de dos años.
En cualquier caso, ninguna hoja de ruta de salida puede resistir al peso de los acontecimientos. Será el propio contexto, con su impacto sobre la evolución de la economía y la inflación, el que dicte a Draghi la ruta a seguir y el ritmo de un proceso cuyo final se atisba aún demasiado lejano.
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