La llegada de inmigrantes a España ha impulsado la creación de empleo en los últimos años. Entre 2022 y 2023, del millón de nuevos trabajadores ocupados, un 54% tiene nacionalidad extranjera. El dinamismo del mercado laboral se ha producido a la vez que el mercado inmobiliario se ha ido tensionando, que la demanda por el alquiler crece y que los precios están en máximos históricos en algunas áreas. El Banco de España ha calculado que de aquí a 2025 faltarán 600.000 viviendas. ¿Puede esto influir en el crecimiento económico?

La respuesta corta es que sí y que la llegada de inmigrantes, la escasez de mano de obra y a su vez, las dificultades para acceder a un inmueble están relacionados con cómo avanzará la economía en los próximos años. Así respondía el director de Economía y Estadística, Ángel Gavilán, a una pregunta de Reuters durante la presentación del informe anual. “Irlanda es un ejemplo de economía en la que el acceso a la vivienda condiciona a las multinacionales que se quieren establecer en el país”, indicó Gavilán.

Las dificultades para alquilar una vivienda ya son una causa para rechazar un empleo en España. Ocurre en Baleares, por ejemplo, donde cada verano se tienen que duplicar las plantillas de servicios públicos y donde es difícil atraer mano de obra, puesto que las opciones habitacionales son muy escasas.

Competitividad e inmigración

Ante esta situación, explica Miguel Cardoso, economista Jefe para España en BBVA Research, “las empresas tienen que pagar primas especiales -para hacer frente a estos costes adicionales de vivienda- y esto se acabará trasladando a los precios, por lo que puede suponer un problema de competitividad”. “Si las empresas ofrecen exactamente el mismo servicio pero a un precio más elevado”, también se va a resentir la demanda. Por otra parte, añade, “que no puedas atraer capital humano, limita la capacidad de crecimiento de las empresas”.

De hecho, la escasez de mano de obra ya es una de las preocupaciones de las empresas en cuanto a las causas que limitan su actividad, según recoge el Banco de España. Además, la población activa en España está envejeciendo, por lo que se prevé que esa escasez sea mayor en los próximos años. Para evitarlo, o al menos paliarlo, el supervisor bancario indica que “sería deseable que las políticas migratorias anticiparan proactivamente las necesidades de contratación [...] y que favorecieran la llegada de inmigrantes que puedan satisfacer dichas demandas de trabajo”.

Según Cardoso, esta nueva realidad, en la que existen dificultades para contratar a trabajadores porque garantizar un acceso a la vivienda es más difícil, “la vamos a ver en economías que combinan los dos tipos de servicios, los de alto valor añadido y los servicios turísticos”. Un ejemplo sería la ciudad de Málaga, donde los alquileres han subido un 16,5% en un año.

“El encarecimiento de precios ocurre sobre todo en las áreas más densas en población y con más atractivo turístico. En general, estas son las zonas que mas atraen a extranjeros, lo cual se traduce en una presión aún más fuerte en el mercado de la vivienda. Este efecto es aún mayor si los extranjeros son mayoritariamente, expats, es decir, personas con mas poder adquisitivo que los residentes. Para ellos, el precio de la vivienda no supone un coste tan elevado lo cual les permite acceder con facilidad al mercado, a costa de competir con los residentes por las mismas viviendas”, resume Mariona Segú, profesora de Economía en CY Cergy Paris Université.

En cuanto a las ciudades de Madrid y Barcelona, desde BBVA Research destacan las limitaciones para crecer que tiene Barcelona y señalan que en esto tiene ventaja Madrid, que “puede desplazarse hacia el este”, en relación al corredor del Henares. Las características geográficas junto con la política “más intervencionista” que se está aplicando en la capital catalana encaminan hacia un peor futuro al mercado de la vivienda en Barcelona.

Localización y consumo

“Una universidad o una fábrica de manufacturas que tengan que competir” con multinacionales que sí puedan pagar ese ‘extra’ para hacer frente al coste habitacional considerarán el mercado inmobiliario como “un factor que expulsa” de las ciudades, añade Cardoso. Es decir, que para ubicarse en una ciudad u otra, las empresas deberán tener en cuenta los costes de la vivienda.

Pero no es solo una cuestión de competitividad de las empresas, sino que también se verá afectado el consumo. Segú explica que “el encarecimiento del precio de la vivienda implica que los habitantes destinen una parte cada vez mayor de su salario al pago de la vivienda. Esto puede tener como consecuencia una reducción de las otras partidas de gasto de las familias, es decir, el consumo de otros bienes”.

“Normalmente, cuando hablamos de competitividad se suele vincular a los salarios. Pero no hay que descartar que la vivienda y los costes de la misma sean también un factor a valorar”, concluye el economista de BBVA.