El dirigente que había hecho de su resiliencia la materia prima de su personalidad política se quebró. Por primera vez. De forma imprevista, inédita, impetuosa. Se rompió. Y con su gesto desató una formidable tempestad política. Conmocionó por completo a su partido. Dejó en vilo España.

Pedro Sánchez ha protagonizado incontables golpes en la mesa. Ha logrado dar la vuelta a un clima adverso para orientarlo a su favor. Cayó forzado por la aristocracia del PSOE y renació, ha superado baches cuando parecía desahuciado. Pero ahora descubrió su punto débil, humano: Begoña Gómez. Su mujer. La decisión de un juez de Madrid de abrir diligencias contra ella por presunto tráfico de influencias, a raíz de una endeble denuncia de Manos Limpias basada en noticias periodísticas —alguna de ellas demostrada falsa—, sin pruebas, el "ataque sin precedentes" de la "derecha y la ultraderecha", le hicieron adoptar una decisión insólita, sorprendente: lanzar una carta de cuatro páginas absolutamente personal, de su puño y letra, sin membrete de la Moncloa, a través de su cuenta en X, para dirigirse a la ciudadanía.

Para hilar un relato amargo y emocional, para denunciar una "operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire" liderada por la derecha y la ultraderecha. Para anunciar a los españoles que necesita "parar" y "reflexionar" si dimite como presidente o si continúa al frente del Gobierno. "Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política", escribió. No tiene ningún "apego al cargo". Su agenda pública quedaba cancelada. El lunes comunicará qué camino toma.

Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política", escribe

Eran las 19.09 de este 24 de abril de 2024. En ese momento, la política española sufría un gigantesco vuelco. Masivo. Un giro de los acontecimientos total que evocaba lejanamente la dimisión de Adolfo Suárez en 1981, pero que no podía ser comparable ni por el contexto, ni por la situación de su partido, ni por las formas. Sánchez movía el tablero de forma sorpresiva, sin apuntar el camino final. Horas antes, por la mañana, al líder socialista se le había visto en el Congreso demudado, tenso, muy tenso.

"En un día como hoy y después de las noticias que he conocido, a pesar de todo sigo creyendo en la Justicia de mi país", acertó a responder al portavoz de ERC, Gabriel Rufián. Sin mentar más, pero con un gesto grave que permitía comprender hasta qué punto le había afectado la noticia de la apertura de la causa contra su esposa.

Avanzada la tarde, tras la publicación de la carta en X tenía lugar una reunión en la Moncloa, avanzada por El País y la SER, del núcleo duro del presidente, de sus personas de confianza en el Ejecutivo y en el partido: María Jesús Montero, vicepresidenta primera del Gobierno y vicesecretaria general del PSOE; Félix Bolaños, ministro de la Presidencia y Justicia; Santos Cerdán, responsable de Organización socialista; Óscar Puente, titular de Transportes, y varios de los colaboradores del presidente. Una cumbre en la sala de máquinas del poder, informa EFE, para intercambiar impresiones.

Sánchez sumió al país en la incertidumbre y noqueó a su partido. Nadie entre los suyos era capaz de adivinar qué pasará el lunes. La carta se convirtió en pasto de especulaciones. No de información porque la decisión, a fin de cuentas, es estrictamente del presidente. Y solo suya.

Sánchez no estará en el arranque de campaña del PSC este jueves, ni irá al comité federal del PSOE este sábado

Automáticamente, se desplegaron los primeros movimientos. De apoyo. Mensajes de apoyo cerrado en X de dirigentes socialistas, de ministros, de militantes. Convocatoria de ejecutivas del partido.

La más significativa, lógicamente, la del PSC, este jueves, horas antes de un arranque de campaña al que estaba previsto que acudiera Sánchez como muestra de respaldo a su candidato, Salvador Illa. Pero llovieron también posts de mensajes de los socios parlamentarios. De Sumar, obvio, e igualmente de Bildu, de ERC. Hasta Carles Puigdemont evitó hacer leña del árbol caído y se limitó a retarle a presentar una cuestión de confianza.

"Esto es un 'hasta aquí'"

En el PSOE imperaba por un lado el silencio. Pero por otro lado también el completo desconcierto. Y la inquietud. Varios dirigentes consultados se confesaban "muy preocupados". Por la decisión, por lo que pueda ocurrir. Se declaraban "en shock". Sin capacidad de respuesta. Huérfanos. Porque Sánchez controla su partido y su partido es tributario del Gobierno, de su líder.

Estamos todos en 'shock'. No sé, no sé qué pasará. Hasta aquí hemos llegado y ya está bien. No se puede jugar con la vida de la gente hasta el punto de machacarla", apunta un barón regional

Un presidente del Gobierno y un secretario general que se ha preciado de su hermetismo, de una personalidad rocosa, estaba sangrando para los suyos. Quienes le conocen bien indican que era un grito de hartazgo, que ya no podía más. "Esto es un hasta aquí. Antes se levantaban los cuarteles y ahora las togas. Y eso odio y hay que pararlo. Nos acosan las sedes. Les pegan a algunos compañeros. El partido tiene que levantarse ya, y defenderse, y pedirle a Pedro que resista. Lo último es irse", manifiesta un exmiembro del Gobierno que ha trabajado codo con codo con él en la Moncloa.

"Estamos todos en shock. No sé, no sé qué pasará —apunta abrumado un barón territorial—. Hasta aquí hemos llegado y ya está bien. No se puede jugar con la vida de la gente hasta el punto de machacarla y querer que todo siga como si tal cosa. Normalizar lo que se está viviendo en la política es una barbaridad. Pedro acaba de humanizar la política aunque alguien pueda pensar que solo le cabe seguir aguantando lo que le echen. Respetemos al menos su reflexión".

El estupor era máximo en el PSOE. Y aunque primeros espadas del partido no tienen claro qué rumbo tomará el presidente, varios insisten en que no creen que su maniobra sea un "paripé". Una sobreactuación baldía. Que el lunes llegue y todo quede como antes. "Hay elementos personales que han hecho que llegara a este punto. Yo no descartaría ningún escenario, pero no veo que pueda ser ninguna cuestión táctica", observa un responsable territorial.

Pero, ¿qué salidas caben? El propio Sánchez apuntaba en su carta una muy clara: la dimisión. Si renunciara al cargo, todo su Ejecutivo cesaría en ese momento y entraría en funciones, y se abriría un nuevo proceso de investidura —la sucesora lógica sería la vicepresidenta Montero—, que podría complicarse por la negociación con los independentistas en un momento de campaña en Cataluña y a las puertas de otras elecciones, las europeas del 9 de junio.

Cabría la renuncia al cargo, que supondría una nueva investidura, la convocatoria de elecciones a partir del 29 de mayo o una cuestión de confianza

También podría anunciar unas nuevas generales, que solo podría convocar a partir del 29 de mayo, no antes, porque la Constitución, en su artículo 115, no permite la disolución de las Cortes antes de que transcurra un año de la anterior. Sería la forma de relegitimarse a través de las urnas, en caso de que repitiera como candidato. Cabría igualmente someterse a una cuestión de confianza, que superaría por mayoría simple del Congreso. También podría dar marcha atrás: tras amagar con irse, aducir que se lo ha pensado mejor y dejar la situación como estaba. Pero esta última hipótesis parece la menos plausible, dada la dimensión de su órdago. Y Sánchez no es un dirigente, recuerdan los suyos, acomodaticio, que no bordee el riesgo.

"Lo que haga, bien estará. Pero espero de corazón que no se vaya", apunta una baronesa autonómica. "No es un paripé, la política puede y debe humanizarse y esto es lo que intenta hacer Pedro. No se puede aguantar tanto ataque, porque la única manera es aislarse de la gente y si te aíslas no escuchas a la gente", continúa. "Yo le he visto supertocado y su carta me parece supersincera —agrega otro alto cargo institucional que tuvo ocasión de estar este miércoles con el presidente en el Congreso—. Estoy convencida de que no es un paripé, pero creo que él sabe que dimitir es dejarles ganar y él no es de esos. Y dimitir y dejar, por ejemplo, a Montero, sería arriesgado, porque los números van muy justos y podría perder. Y no tiene problemas con los socios como para que tenga que someterse a una cuestión de confianza. Quizá la opción es quedarse". Esa, que no se vaya, es la alternativa que querría su partido. Que aguantara. Pero nada es seguro. "No sé, no sé qué pasará. Es todo muy triste", añade angustiada una integrante del comité federal. "Calma, depende del PSOE", concluye un veterano, sugiriendo que la decisión final del líder estará ligada a la respuesta y al calor que encuentre entre los suyos.

"Prácticas trumpistas"

La dificultad de intuir cuál será el paso que dé Sánchez estriba en que no se trata de una cuestión política. Esto es algo personal. En las últimas semanas, cuando se sucedía el goteo de noticias sobre las actividades privadas de su mujer, que automáticamente eran utilizadas por PP y Vox, en su círculo advertían de que se estaban bordeando límites muy peligrosos, el de penetrar en el círculo familiar y personal del jefe del Ejecutivo sin prueba alguna de delito. Pero este miércoles, cuando tuvo noticia de la apertura de diligencias por parte del juez, sin que este preguntara siquiera a la Fiscalía, algo se quebró en él. En su equipo se mostraban escandalizados con la "denuncia falsa" contra Gómez y con la rueda de prensa posterior de la dirigente popular Ester Muñoz, que salió a denunciar los "escándalos" de la familia del líder socialista, y citaba además a su suegro, a su padre y a su hermano. Es "el peor PP de la historia", decía Montero, el que ha caído en "prácticas trumpistas", el que se ha servido de una "organización ultraderechista, Manos Limpias, para difamar e injuriar" al presidente.

El Gobierno salió en tromba contra la "denuncia falsa" de Manos Limpias y contra el PP que es "el peor de la historia"

El PSOE, en cierta medida, se encoge y contiene la respiración. Mira a la Moncloa y a Ferraz. El solo hecho de que la próxima reunión del comité federal, este sábado, 27 de abril, se celebre sin su líder en la sede, ya dará cuenta de la situación de provisionalidad y espera en la que navega el partido. La proclamación de Teresa Ribera como candidata a las europeas, la ratificación de toda la lista, se convertirá en un acto casi de trámite en lugar de un impulso para unos comicios difíciles en los que el PP, presumiblemente, parte con ventaja.

Las siguientes horas serán decisivas y quizá permitan atisbar el final del camino. Pero el gesto tan contundente del presidente, tan anómalo, tan insólito, imprime, por lo pronto, un giro a una legislatura que ha arrancado a trompicones, marcada por la tortuosa tramitación de la ley de amnistía, aún no finiquitada, y atravesada ahora por otros dos procesos electorales por delante cuya suerte, también, estará determinada por lo que ocurra en los próximos días. Sánchez tiene en su mano su destino, el de su partido y el de su país. Este capítulo de Manual de resistencia no estaba escrito. Ni previsto. Ni era posible siquiera imaginarlo.