Un diagnóstico de cáncer es una situación difícil de asumir. Una vez aceptado, hay que hacer frente a un tratamiento que, aunque efectivo, en muchas ocasiones deja secuelas en la salud del paciente. Efectos secundarios que pueden aumentar el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares. Las alteraciones en el corazón producidas por los fármacos que se utilizan en el tratamiento oncológico se conoce como cardiotoxicidad. Puede provocar daños al músculo cardíaco u otras alteraciones cardiovasculares. La cardiotoxicidad es el resultado del efecto que produce el tratamiento contra el cáncer sobre la estructura y la función del corazón, aunque la probabilidad de presentarla no solo depende del tratamiento oncológico, sino también del riesgo del paciente. Así, pacientes con enfermedad cardíaca previa o alto riesgo cardiovascular con presencia de diabetes, hipertensión arterial hipercolesterolemia, tabaquismo u obesidad tienen más riesgo de desarrollar cardiotoxicidad. 

Los problemas que pueden aparecer como consecuencia de la cardiotoxicidad son, entre otros, disfunción ventricular, insuficiencia cardíaca, hipertensión arterial, problemas coronarios, arritmias, trombosis arteriales, miocarditis/pericarditis o infarto de miocardio. Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), el tratamiento oncológico multiplica por tres el riesgo de complicaciones cardiovasculares. Las antraciclinas (grupo farmacológico muy utilizado en oncología) son fármacos con muchos efectos secundarios para el sistema cardiovascular, y pueden provocar un daño directo sobre las células del miocardio, con aparición de disfunción ventricular e insuficiencia cardiaca.

Factores de riesgo

El riesgo de sufrir problemas cardíacos durante o después del tratamiento contra el cáncer depende de la salud del corazón del paciente y de los fármacos que reciba. Si ya se tienen problemas cardíacos previos, algunos fármacos pueden provocar mayor riesgo de tener problemas cardiovasculares durante el tratamiento oncológico. “La incidencia de toxicidad cardíaca depende de varios factores como el tipo de tratamiento utilizado, ya que no todas las terapias oncológicas afectan igual a nuestra salud, de la dosis, la duración, las combinaciones de diferentes tratamientos y de la existencia o no de patología cardíaca previa del propio paciente”, puntualiza la doctora Teresa Blasco Peiró, cardióloga de Quirónsalud Zaragoza

La doctora Teresa Blasco Peiró, cardióloga de Quirónsalud Zaragoza

Las enfermedades cardiovasculares y el cáncer comparten algunos factores de riesgo. Suelen ser más frecuentes en personas mayores de 65 años, fumadores, hipertensos, con exceso de peso, que llevan una vida sedentaria o con niveles de colesterol elevados (hipercolesterolemia). Normalmente, uno de cada tres pacientes a quienes se diagnostica cáncer con más de 65 años suele padecer alguna enfermedad del corazón. Estos pacientes son los que tienen mayor probabilidad de desarrollar complicaciones con los tratamientos oncológicos, lo que no significa que no puedan recibir el tratamiento, sino que los especialistas de cardiología y oncología deben tratar en equipo al paciente.

Seguimiento conjunto

“Desde el punto de vista médico se debe examinar el riesgo de desarrollo de cardiotoxicidad por parte de las unidades de cardio-oncología. Es decir, oncólogo, cardiólogo y hematólogo y realizar un seguimiento indicando las terapias y el seguimiento más adecuado para al estado de cada persona” explica la doctora Blasco. En el caso de presentar ya enfermedad cardíaca previa o factores de riesgo cardiovascular (diabetes, hipertensión, hipercolesterolemia…) es necesario optimizar y tratar adecuadamente estos problemas antes del inicio del tratamiento oncológico para minimizar el riesgo de cardiotoxicidad.

Siempre que se inicia un tratamiento que puede provocar cardiotoxicidad, el cardiólogo debe valorar el riesgo del paciente realizando un electrocardiograma, un ecocardiograma y un análisis de sangre con biomarcadores de toxicidad cardiaca. Cuando el riesgo es leve o moderado se deberán hacer revisiones cada tres meses. Si por el contrario el riesgo el alto, según cada caso, las revisiones deberán realizarse cada uno o dos meses.

“Si se detecta la aparición de cardiotoxicidad en estadios iniciales o leves se puede continuar con el tratamiento oncológico, indicar tratamiento cardioprotector y realizar un seguimiento más estrecho", abunda la doctora Blasco. "En cambio, si se detecta una  cardiotoxicidad severa, se debe suspender la terapia oncológica, tratar el problema cardiológico y posteriormente reiniciar el tratamiento oncológico de forma consensuada con el oncólogo o hematólogo".

Para que el tratamiento oncológico no pase factura al corazón, el paciente debe llevar una vida saludable, una alimentación sana, como la dieta mediterránea, para evitar el sobrepeso. También evitar el sedentarismo, hacer ejercicio físico moderado, al menos 30 minutos cinco días a la semana y, por supuesto, evitar el tabaco y el alcohol, además de mantener un adecuado control de la presión arterial, el colesterol y la diabetes.