Este miércoles el Parlamento Europeo anunció que ha aprobado un "acuerdo político provisional" con los países de la UE con objetivo de mejorar la calidad del aire que respiramos para el año 2030, en línea con la meta de contaminación cero que hay marcada para el 2050. Pero lo relevante es que, si está iniciativa sale adelante, las nuevas normas establecerán límites más restrictivos de contaminación.

Esto implica que las zonas de bajas emisiones (ZBE) como Distrito Centro, conocida coloquialmente como Madrid Central, han quedado ya obsoletas. Es decir, que la mayoría de ellas ya no serán efectivas antes incluso de que lleguen a implementarse. Y es que, tal y cómo informó El País, solo tres de los 24 grandes municipios que estaban obligados por norma a crear una contaban con ella en enero de 2024, cuando ya se había cumplido más de un año desde que venció el plazo para hacerlo.

En concreto, el acuerdo contempla ahora rebajar las cantidades permitidas de "varios de los contaminantes con un grave impacto en la salud humana", incluyendo las partículas (PM2,5, PM10), NO2 (dióxido de nitrógeno) y SO2 (dióxido de azufre). Aunque cabe decir que los nuevos umbrales máximos siguen estando por encima de los que propone la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Para Fernando Prieto, Doctor en Ecología y director del Observatorio de la Sostenibilidad, la valoración de la iniciativa es "positiva" Aunque le llama la atención que el Parlamento se haya 'olvidado' del ozono. "No se por qué. Es un contaminante secundario porque cuando a la nube de nitrógeno que se produce en ciudades como Madrid le da el sol en determinadas circunstancias se genera ozono. Por eso muchas veces cuando se llevan medidores portátiles a la sierra madrileña se sobrepasan los valores máximos. Puedes estar en un chalet en Boadilla del Monte de un millón de euros pero respirando un aire horrible. Y hay amplias zonas de Extremadura afectadas por el ozono de la contaminación que llega desde Madrid y Lisboa", relata.

El experto considera que, aunque los plazos quizás deberían acelerarse, se trata de un paso importante para controlar la contaminación humana. Aunque, como recuerda, gran cantidad de las partículas que causan estos problemas están relacionadas con factores naturales como la calima, que son más complicados de controlar mediante políticas públicas.

"Por lo general, los países del norte de Europa tienen mejor calidad del aire que los del sur, y la peor calidad suele darse en Europa del Este. Pero, por supuesto, hay variaciones y puntos conflictivos específicos de alta contaminación atmosférica. El valle del Po, en Italia, presenta niveles elevados de PM2,5, y ciudades con gran densidad de tráfico como Madrid, Barcelona y Amberes tienen altos niveles de dióxido de nitrógeno. En España, que yo sepa, ninguna de las grandes ciudades cumplen con la normativa. Puede que algunas más pequeñas lo hagan mejor, pero en general los niveles siguen siendo demasiado altos", asegura Mark Nieuwenhuijsen, director del programa de Clima, Contaminación Atmosférica, Naturaleza y Salud Urbana de ISGlobal. 

La gran pregunta, como siempre, es si los países se ceñirán a la nueva normativa. "Normalmente hay bastantes incumplimientos de las directivas europeas. España es uno de los países con más procesos abiertos de la UE por temas como la calidad de las aguas. Hay que decir que la calidad del aire hay mejorado significativamente después del Covid-19, pero hay que hacer más esfuerzos. No solo se trata de los coches: las fábricas, las empresas o los aeropuertos también afectan a la calidad del aire. Por ejemplo, la ampliación de Barajas seguramente provoque que los valores se incumplan de aquí a 2030. Pero todo esto parece que no vaya con ellos, hay temas donde no se ha movido un dedo", lamenta Prieto.

Cabe recordar que ahora la ley debe ser adoptada por el Consejo, antes de ser publicada en el Diario Oficial de la UE y entrar en vigor veinte días después. A partir de ese momento los países de la UE dispondrán de dos años para aplicar las nuevas normas, aunque podrán solicitar que el plazo de 2030 se prolongue hasta diez años más "siempre que se cumplan condiciones específicas".

En la actualidad la contaminación atmosférica sigue siendo la causa medioambiental que más muertes prematuras provoca en la UE, con alrededor de 300.000 fallecimientos cada año. Precisamente por eso el nuevo acuerdo contempla que "si se violan las nuevas normas nacionales, los afectados por la contaminación atmosférica podrán emprender acciones legales, y los ciudadanos podrán recibir una compensación económica si su salud ha resultado perjudicada". Además, habrá más puntos de recogida de datos, y los índices de calidad, actualmente fragmentados en toda la UE, serán "comparables, claros y accesibles al público".

Cómo deben adaptarse las ciudades

Javi López, eurodiputado del PSC, afirmó que al actualizar los estándares de calidad del aire, algunos de los cuales databan de hace casi dos décadas, "la contaminación se reducirá a la mitad en la UE, allanando el camino para un futuro más saludable y sostenible". En ese sentido, se mostró convencido de que las reglas revisadas mejoran también "la calidad de la vigilancia de la calidad del aire y protegen a los grupos vulnerables de manera más efectiva". Aunque para las ciudades será más fácil reducir sus niveles de dióxido de nitrógeno que sus niveles de PM2,5, porque la fuente principal del primero tiende a ser el tráfico y para la segunda suele ser la calefacción residencial y la agricultura.

"Para reducir el dióxido de nitrógeno las ciudades podrían crear zonas de bajas emisiones; hacer cambios en el diseño urbano (como el Superblock de Barcelona, los barrios de bajo tráfico de Londres o la ciudad de 15 minutos de París); apostar por el reverdecimiento urbano; aumentar la accesibilidad y reducir la proximidad de los destinos (tiendas, trabajo, escuela); aumentar el transporte público y activo; reducir los límites de velocidad y disminuir el tráfico motorizado", comenta Nieuwenhuijsen.

"En el caso de las PM2,5, es más a escala regional o en colaboración con otras ciudades o gobiernos nacionales. Pero se podría crear una normativa sobre combustibles; elaborar planes de sustitución de estufas; prohibir quemar combustible; aislar los edificios; apostar por las fuentes de energías limpias y renovables; gestionar el estiércol y el uso de fertilizantes; controlar las emisiones del transporte, la industria o la navegación; optimizar materiales, combustibles y procesos industriales y eliminar totalmente la quema de carbón y combustibles fósiles", añade el portavoz de ISGlobal.

"París es un ejemplo a la hora de apostar por el transporte público. En Madrid, sin ir más lejos, habría que hacer un carril central de bicicletas en la Castellana que conectara los ejes norte-sur. Y habría que conseguir que todos los taxis, autobuses y demás fueran eléctricos", señala Prieto, que apunta que, mientras tanto, sería necesario mantener a la población informada para que eviten, en la medida de lo posible, exponerse a la contaminación los días que sea más alta.