Camino de los nueve meses, la operación militar israelí ha devastado la Franja de Gaza. Más de 37.400 muertos después, el escenario de una contienda sin final próximo empieza a hacer mella en Israel. Las diferencias entre el ejército y el Gobierno de Benjamin Netanyahu sobre el horizonte bélico han comenzado a ventilarse en público.

Gaza. Crónica de una Nakba anunciada

Ignacio Álvarez-Ossorio, José Abu-Tarbush- Los Libros de la Catarata

Ni siquiera la presión estadounidense ha logrado acercar la posibilidad de una tregua como la que estuvo vigente durante una semana a finales de noviembre. "La perspectiva de resolución del conflicto está muy lejos", advierte José Abu-Tarbush en una entrevista a El Independiente.

Abu-Tarbush, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid y profesor de Sociología de las Relaciones Internacionales en la Universidad de La Laguna, ha escrito a cuatro manos Gaza, crónica de una Nakba anunciada junto a Ignacio Álvarez-Ossorio, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid y codirector del Grupo de Investigación Complutense sobre el Magreb y Oriente Medio (GICMOM). Ambos responden a este diario descifrando un conflicto con 76 años de historia y los escenarios de un porvenir incierto.

Pregunta.- El libro se cierra con un recuento de seis meses de guerra. La contienda se aproxima ahora a los nueve meses. Ante las actuales circunstancias, entiendo que prima el escenario catastrofista…

José Abu-Tarbush.- Sin duda. Incluso dentro del desmantelado gabinete de guerra israelí, Gantz denunció que Netanyahu no tenía un plan claro ni viable para el día después, más allá de imponerse por la fuerza. Todo indica un salto adelante en la carrera del primer ministro israelí para garantizar su supervivencia política y personal; además de confiar en un resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses más favorable a su política.

Ignacio Álvarez-Ossorio.- En mi opinión, lo más peligroso es que una corriente dentro del gobierno israelí considera que el escenario de destrucción de Gaza debería ahora replicarse en Cisjordania. Debe tenerse en cuenta que Netanyahu señaló que Israel estaba librando su segunda guerra de la independencia, lo que podría ser aprovechado para una nueva expulsión masiva de la población y una anexión de territorios.

Hamás es tanto el resultado de esta prolongada ocupación como del fracaso pacificador de Oslo

P.- El objetivo de derrotar a Hamás no se ha cumplido. Un asesor de seguridad israelí estimó que la guerra continuará hasta finales de este año. ¿Qué riesgos implica mantener la actual guerra para el propio conflicto y sus derivadas regionales?

JAT.- Incluso aunque se derrotara militarmente a Hamás, sería cuestión de tiempo que surgiera una resistencia a la ocupación militar israelí similar o de otra índole. De hecho, Hamás es tanto el resultado de esta prolongada ocupación como del fracaso pacificador de Oslo. Por las razones mencionadas de supervivencia política, Netanyahu y sus aliados en la coalición gubernamental están interesados en prolongar su campaña militar en Gaza. A su vez, esta prolongación incrementa cada día el riesgo de una confrontación abierta en la frontera norte con Hizbulá.

IAO.- Está claro que el campo de la paz ha desaparecido por completo en Israel y quien está al mando del gobierno es el campo de la guerra. La idea de una guerra permanente pone en riesgo la propia viabilidad de Israel como Estado democrático y apuntala en el poder a los sectores halcones partidarios de extender el conflicto a Líbano primero y a Irán después.

P.- ¿Qué incentivos y desincentivos tienen las partes en liza, Israel y Hamás, para llegar o no a un alto el fuego en Gaza e iniciar un intento de resolución del conflicto?

JAT.- Es de temer que las exigencias de unos y otros se excluyen mutuamente. Ni siquiera se ha podido acordar una nueva tregua. La perspectiva de resolución del conflicto está muy lejos. Israel ha tenido la oportunidad de sellar un acuerdo con la dirección palestina más moderada y acomodaticia de la historia. Incluso ha facilitado indirectamente el fortalecimiento de Hamás durante los últimos años a expensas de debilitar y desacreditar a la Autoridad Palestina, a la que ha menospreciado sistemáticamente. Veía en la Autoridad un riesgo y en Hamás un activo en su estratagema para eludir la implementación de un Estado palestino que, hoy en día, ha sido reconocido por 147 Estados, con la última oleada europea de reconocimiento por España, Irlanda, Noruega y Eslovenia.  

La perspectiva de resolución del conflicto está muy lejos. Israel ha tenido la oportunidad de sellar un acuerdo con la dirección palestina más moderada y acomodaticia de la historia

IAO.- Considero que mientras no haya una fuerte presión internacional hacia el gobierno radical israelí va a ser imposible poner fin a la guerra o reactivar las negociaciones. Por otra parte, Hamas está librando una guerra existencial y sabe que tiene pocas posibilidades de sobrevivir una vez que termine la guerra. Tarde o temprano la población palestina pasará factura a su estrategia del “cuanto peor, mejor” que sólo ha traído destrucción y miseria.

P.- En el libro indicáis que la expulsión de la población gazatí puede ser el objetivo final de Israel. ¿Hay alguna voluntad de la comunidad internacional por evitar ese escenario y romper con la impunidad de Israel?

JAT.- En realidad nos hacemos eco de las proclamas de los responsables gubernamentales, políticos y militares israelíes, que abogan claramente por esa expulsión. Estados Unidos ha manifestado su oposición a que los gazatíes sean arrojados a la península del Sinaí; la Unión Europea teme que ese escenario propicie la llegada de refugiados palestinos a las costas europeas; y los Estados de la región, como Egipto, son reacios a asumir la gestión de las crisis provocadas por la intransigencia israelí y, en particular, recelan de Hamás y de acoger potenciales núcleos de la resistencia palestina en su territorio.

IAO.- Si Israel ha podido destruir por completo la Franja de Gaza y asesinar a 37.500 personas es precisamente porque percibe que la comunidad internacional está dividida y no se atreverá a plantarle cara haga lo que haga. Por ahora ha sobrepasado muchas líneas rojas, pero podría llegar mucho más lejos si Trump llega finalmente a la Casa Blanca en enero de 2025. En dicho caso, los sectores radicales del gobierno israelí podrían tratar de acelerar la expulsión masiva de la población palestina a los países del entorno.

P.- ¿Qué consecuencias puede tener para Occidente mantener el statu quo en el conflicto palestino-israelí?

JAT.- Es evidente que la credibilidad y legitimidad de la diplomacia occidental se ha visto seriamente erosionada en el sur global, tanto en la región árabe como en otras partes del planeta. Sin olvidar la propia ciudadanía occidental, que se ha manifestado en contra de lo que percibe como una connivencia con el genocidio. Y todo ello en un momento crucial por dos razones principalmente: una, por el conflicto de Ucrania, que pone de manifiesto el doble rasero que aplican las potencias occidentales de apoyar el derecho internacional en Europa, pero despreciarlo en Oriente Próximo por no coincidir con los intereses de su aliado estratégico; y otra, porque existe una evidente rivalidad entre Estados Unidos y China por granjearse el apoyo del sur global, donde tanto Estados Unidos como su aliados occidentales se han visto seriamente cuestionados. Un ejemplo muy ilustrativo es que haya sido Sudáfrica, un país del sur global, el que denunciara por genocidio a Israel ante la Corte Internacional de Justicia.

IAO.- Por las opiniones que últimamente he recabado en mis viajes a Egipto, Jordania o Líbano, la Unión Europea es vista como parte del problema y no de la solución por la complicidad de países como Alemania, Austria o Chequia con las políticas adoptadas por el gobierno israelí. La población árabe no tiene muchas esperanzas en que la UE puede equilibrar el asimétrico conflicto palestino-israelí, ya que en el pasado ha rehusado enfrentarse a EEUU, que detenta el monopolio mediador entre las partes.

P.- La diplomacia occidental ha tratado de revivir desde el 7 de octubre la solución de los dos Estados, una idea socavada por la propia realidad y por los hechos consumados de Israel. ¿Resulta viable hoy?

JAT.- Existe una evidente incoherencia entre esa proclamación y la acción exterior de dichos Estados. Si analizamos los hechos y no las declaraciones de cara a la galería diplomática y consumo de la opinión pública mundial, la realidad es que los principales Estados occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, son corresponsables de esta situación que se viene prolongando durante tres décadas, desde la conferencia de Madrid en 1991 y los Acuerdos de Oslo en 1993. Son precisamente los Estados que poseen mayor poder e influencia, pero también los principales sostenedores de la política expansionista y colonial israelí. Por tanto, si realmente existiera una voluntad política de implementar la opción de los dos Estados, la diplomacia occidental tiene los instrumentos de poder para implementarla.

En Israel existe una etnocracia y un sistema de apartheid para los palestinos

IAO.- El principal problema para la aplicación de los dos Estados es la política de hechos consumados israelí que ha alterado la fisonomía de los Territorios Ocupados. El factor tiempo beneficia a Israel, ya que su estrategia dilatoria le permite seguir modificando, día tras día, la fisonomía de los territorios ocupados por medio de la expropiación de tierras y la construcción de colonias, todo ello para hacer inviable la continuidad territorial palestina.

P.- ¿Existe alternativa factible a la solución de los dos Estados?
JAT.- Israel se ha encargado deliberadamente de eliminar tanto la opción de los dos Estados como cualquier otra alternativa. La realidad que existe sobre el terreno es una fuente constante de prolongación y enquistamiento del conflicto. Entre el mar Mediterráneo y el río Jordán solo existe un Estado, con tres castas: los israelíes judíos que gozan de todos los derechos; los palestinos del 48 con ciudadanía israelí, que poseen algunos derechos y son privados de otros; y, finalmente, los palestinos de los territorios ocupados, que están excluidos de cualquier tipo de derecho, incluso de los más básicos, desde los derechos humanos hasta los que rigen para la población civil en situaciones de ocupación militar o guerra. Ante este panorama, la única solución que queda sería el desmantelamiento del régimen de segregación racial y apartheid para dar lugar a un solo Estado democrático y de toda su ciudadanía.

IAO.- Hoy por hoy viven entremezclados en el territorio de la Palestina histórica entre el Mediterráneo y el Jordán tantos palestinos como israelíes: unos 15 millones de personas, la mitad de ellos de cada comunidad. La anomalía es que cada grupo disfruta de derechos completamente diferentes. Existe una etnocracia en Israel y un sistema de apartheid para los palestinos. Llegados a este punto y si se descarta la solución de los dos Estados la única opción viable es un solo Estado con los mismos derechos para todos sus ciudadanos.

P.- ¿La posibilidad de una solución duradera y definitiva al conflicto está más lejos hoy que antes del 7 de octubre? ¿Pueden ser los últimos acontecimientos de los ocho meses un punto de inflexión?

JAT.- Sin duda constituyen un punto de inflexión en la historia de este prolongado conflicto, rebasan cualquier otra confrontación anterior y alejan a las partes de una posible resolución e, incluso, de puntos de encuentro. Pese a ello, nunca debemos olvidar que los conflictos son una construcción social y política. Por tanto, de la misma manera que fueron construidos también pueden ser objeto de arreglos y acuerdos para su conclusión. Esto es lo que nos enseña la historia, aunque ahora nos parezca inimaginable.

IAO.- Estamos viviendo una situación límite que sólo beneficia a los extremos de cada comunidad. Por una parte Hamas y por otra parte el conglomerado de fuerzas ultranacionalistas, supremacistas y mesiánicas que gobierna en Israel. La única fórmula para desescalar el conflicto sería un giro radical que acabe con la hegemonía política de la que disfrutan dichas formaciones en los escenarios políticos palestino e israelí.

La idea de una guerra permanente pone en riesgo la propia viabilidad de Israel

P.- El 7-O ha radicalizado aún más las posiciones en Israel, en sus opciones políticas y su opinión pública. ¿Puede Israel sobrevivir en su estructura actual? ¿Hay una posibilidad de reforma del propio Estado judío?

JAT.- A lo largo de los últimos años, en particular, de los gobiernos de Netanyahu, se ha apostado por marginar y ningunear la cuestión de Palestina. Consideraba que este conflicto se podía gestionar y asumir su coste. En su lugar, centró sus esfuerzos en la normalización de las relaciones de los Estados árabes con Israel en la nueva configuración geopolítica de la región, el anunciado nuevo Oriente Medio, de polarización entre el eje de la resistencia capitaneado por Irán y el alineamiento prooccidental conducido por Arabia Saudí. A su vez, el repliegue estratégico de Estados Unidos de la región (en favor de una mayor presencia en la zona del Indo-Pacífico frente a la emergencia de China) era reemplazado por Israel con el refuerzo del equilibrio de poder regional a su favor.  Esta ilusión se desvaneció el 7 de octubre, recordando la persistencia de la cuestión de Palestina. Aunque muy probablemente no se reconozca en esos términos, la cuestión de Palestina es el gran problema de Estado que posee Israel. Su resolución implica inexorablemente un desmantelamiento de su estructura de poder basada en la segregación y el apartheid, como sucedió en Sudáfrica. Israel no puede ser un Estado democrático y mantener la ocupación, excluyendo de derecho al pueblo que ocupa. A su vez, si le otorga derechos de ciudadanía, dejará de ser un Estado de supremacía étnica (judía). Pero si sigue empeñado, como hasta ahora, en mantener esa supremacía racial y los territorios ocupados, no puede ser considerado un Estado democrático, sino etnocrático y de apartheid. Salir de este laberinto tiene un indudable coste, ya sea para terminar con los privilegios de unos o bien, en clave más positiva e integradora, para equiparar los derechos de otros.  

IAO.- En mi opinión, no habrá paz en Oriente Medio ni seguridad para Israel hasta que se establezca un Estado palestino soberano y viable. En el caso de que Israel prosiga en su proceso de colonización y anexione los territorios ocupados tendrá un problema demográfico que sólo podrá resolver con la imposición de un régimen de apartheid o mediante la expulsión de la población. Lo anteriormente dicho conduce a Israel hacia la instauración de un régimen autoritario o una teocracia, algo muy lejos de lo que inicialmente concibieron los padres del movimiento sionista a finales del siglo XIX.

P.- No existe un plan claro por parte de Israel para el escenario de posguerra, fruto de las tensiones internas del Gabinete. ¿Cuáles son las posibilidades sobre la mesa? ¿Es viable un retorno de la Autoridad Palestina a Gaza?
JAT.- El único plan que se advierte es la devastación de Gaza para crear las condiciones materiales y políticas que fuercen la salida del grueso de su población, debido a que no parece haber futuro alguno para sus hombres y mujeres, salvo la desolación y la miseria. El presidente Biden ha puesto sobre la mesa, junto a la opción israelí de acabar con Hamás (de reducir su capacidad militar y gubernamental), que la franja sea administrada por una Autoridad Palestina “revitalizada” y con perspectivas de retomar las negociaciones sobre un futuro Estado palestino; además de la normalización de las relaciones de Arabia Saudí con Israel. Pero Netanyahu ha rechazado a la Autoridad Palestina y, sobre todo, la sola idea de un Estado palestino. Existen en Israel otras opciones políticas que estarían dispuestas a aceptar la propuesta de Biden con un “sí, pero…” para salir del actual aislamiento internacional, atenuar y neutralizar las críticas, mejorar su imagen exterior y, al mismo tiempo, seguir prolongando su ocupación.

El escenario ideal de Netanyahu sería que Gaza fuera dirigido por líderes tribales y clánicos: extender el caos y crear una nueva Somalia

IAO.- Netanyahu ha señalado que no quiere un Hamastán, pero tampoco un Fatahstán. Tampoco quiere la presencia de las agencias de la ONU sobre la franja. Su escenario ideal sería que Gaza fuera dirigido por líderes tribales y clánicos: extender el caos y crear una nueva Somalia en la franja para proyectar la imagen de que los palestinos son incapaces de gestionar sus asuntos.

P.- ¿Cuál puede ser el futuro de Hamás y su encaje en la política palestina?

JAT.- Todo dependerá de cómo termine este capítulo. A nadie se le oculta que el conjunto del movimiento palestino pasa por una de sus horas más bajas. La Autoridad Palestina está en sus mínimos de popularidad, no ajena a la mencionada política israelí, el fracaso del proceso de Oslo (que ha afectado a su estrategia política y diplomática) y también por méritos propios. Existe una evidente crisis de legitimidad que deberá ser abordada, junto al reemplazo de la dirección política de Mahmud Abbas. Es muy probable que en el seno de Hamás se suscitará también algún debate. Más que especular sobre su futuro encaje de Hamás en la política palestina, cabe vaticinar que no habrá futuro sin un relevo generacional de la dirección política palestina, una renovación de su repertorio estratégico y una unificación de su acción política. Los palestinos son la parte débil de esta ecuación y, por tanto, no pueden permitirse el lujo de mantener una estéril división política y estratégica.

IAO.- El principal problema es que la destrucción de la Franja de Gaza y la eliminación de Hamás no dará paso al surgimiento de fuerzas más moderadas, sino más bien al contrario, porque el odio y la destrucción podrían radicalizar aún más a la población e inclinarla hacia opciones mucho más violentas. No descarto la irrupción en escena de fuerzas yihadistas con una agenda mucho más maximalista que la de Hamas.