Para mi contento, veo que una entrevista que yo hice al ex presidente Adolfo Suárez hace la friolera de 21 años sale ahora a la luz. Tengo que decir que a mí en su momento me pareció que era un trabajo interesante y que merecía la pena emitirla en su totalidad. Porque, recordando, recordando, he constatado que esta entrevista formó parte de un conjunto de ellas que hice a los ex presidentes de Gobierno de la democracia -entonces estaban todos vivos- sobre el papel del Rey con motivo de los 20 años de su reinado.
Seguramente, alguna parte de las declaraciones de Adolfo Suárez fueron emitidas en el programa, pero desde luego no en su totalidad. Porque la razón que se me dio cuando yo propuse emitirla entera fue ésta: "Bah, ¿quién se acuerda a estas alturas de Adolfo Suárez? Eso ya no interesa a nadie". De modo que me quedé con las ganas. Sin embargo, mi amiga María Antonia Iglesias, una periodista excepcional y que en ese momento era jefa de los Servicios Informativos de Televisión Española, enterada de esta entrevista mía al ex presidente Suárez, le hizo días después una magnífica que fue emitida por TVE con gran éxito. Y yo me quedé con las ganas.
Ahora vuelve Suárez a la palestra pero por la única razón de que sus palabras pueden hacer caer a algunos en la tentación de concluir que la Monarquía carece de la legitimación que le hubiera dado un referéndum sobre la forma del Estado. Pues aquí hay que hacer algunas consideraciones.
La sociedad española ni quería ni dejaba de querer a Juan Carlos de Borbón porque sencillamente no lo conocían de nada, les era del todo indiferente
En primer lugar, es evidente que a la muerte de Franco un referéndum sobre Monarquía o República se hubiera perdido. Pero es que la celebración de un referéndum de esa naturaleza era una hipótesis completamente imposible en aquel momento histórico. Lo que sí es cierto es que, a la muerte de Franco, el crédito político y el apoyo popular al recién entronizado Rey era casi inexistente. En España no había casi nadie que apoyara a Juan Carlos de Borbón. Los franquistas no lo querían porque jamás fueron monárquicos, no digamos ya los falangistas. Todo lo más aceptaban una Regencia a la muerte de Franco. Los monárquicos no lo querían porque consideraban que había traicionado a su padre, Don Juan de Borbón, que era el legítimo heredero de los derechos dinásticos, aceptando esa designación de Franco como su sucesor a título de Rey. Los partidos de la izquierda lo detestaban precisamente porque era el sucesor de Franco -Juan Carlos El Breve le llamó Santiago Carrillo- y porque eran todos republicanos. Y la sociedad española ni lo quería ni lo dejaba de querer porque sencillamente no lo conocían de nada y, por lo tanto, les era del todo indiferente.
En esas pésimas condiciones se enfrenta el Rey al tiempo político que se abre en España tras la muerte de Franco. Por esa razón Torcuato Fernández Miranda -no, por cierto, Adolfo Suárez- introduce los términos del Rey y de la Corona en la Ley para la Reforma Política que habrían de aprobar en noviembre de 1976 las Cortes franquistas y que el pueblo español aprobó mayoritariamente en referéndum en diciembre de ese año.
El debate está fuera de lugar: la legitimación máxima de la Monarquía es la que le otorga la Constitución aprobada por una abrumadora mayoría
Hay que decir que durante la Transición española los hechos se sucedieron siempre por delante del Derecho porque de otro modo la Transición pacífica de un régimen dictatorial a una democracia efectiva -un proceso que en puridad llevó 20 meses justos- no podría haberse llevado a cabo. Pero el debate sobre la legitimidad de la Monarquía está hoy fuera de lugar por una razón incontestable: porque la Constitución que consagra el edificio político-jurídico de la democracia española dice en su artículo 1.3 que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. Ésa es su legitimación máxima, la que la Constitución aprobada por una abrumadora mayoría otorga a la Monarquía española.
Todo lo demás es perder el tiempo. Y pretender que el presidente Suárez se ha ido a la tumba guardando un secreto que hubiera podido dar la vuelta a la Historia de España es una simpleza. El país a la muerte de Franco estaba situado en tal grado de fragilidad y de temor que en ningún caso estaba en condiciones de repensar el presente inmediato porque lo que no tenía nada claro era cómo iba a ser un futuro que daba miedo a todos los españoles por igual, fuera cual fuera su posición política. Y claro que se hubiera perdido ese referéndum tan teórico como imposible e inviable en aquel momento, pero se hubiera perdido de común acuerdo entre el franquismo más inmovilista y la izquierda por entonces ilegal. Pero es que ese referéndum nunca existió como proyecto ni tuvo nunca ninguna virtualidad. Fue una de las muchas variables que la mente de Suárez manejaba como hipótesis y que le llevaron a encargar más de uno y más de dos sondeos de opinión porque necesitaba conocer, aunque fuera por encima, cómo pensaba el país desconocido - que no había hablado en los últimos 37 años- al que tenía que conducir por una senda de paz hacia la democracia.
Pretender que el presidente Suárez se ha ido a la tumba guardando un secreto que hubiera podido dar la vuelta a la Historia de España es una simpleza
Pretender a estas altura rescatar el debate Monarquía o República a partir de esta entrevista sólo puede deberse a un preocupante grado de ignorancia sobre la Historia reciente de España o a una voluntad oscura de arrimar cualquier tipo de ascua, aunque sea una triste cerilla, a una sardina que no alcanza ni el tamaño de un boquerón. Me sorprende, por eso, el revuelo que se ha organizado en torno a algo que de tan obvio no puede objetivamente ser objeto de alboroto. Hace falta ponerle mucho, pero mucho entusiasmo y muchas ganas de manipulación para sacar esta declaración del sitio que merece, ignorando o despreciando de una manera tan palmaria el valor determinante de nuestra Constitución.
No estaba previsto que Suárez se presentara a las elecciones de 1977, pero, sin él, un sondeo daba como ganador al PSOE de Felipe González
Y otra cosa para los aficionados a las sorpresas: no estaba previsto que Adolfo Suárez se presentara a las primeras elecciones libres, las de junio de 1977. Lo previsto era que se retirara de la primera línea política una vez que dejara colocado al país en la linea de las elecciones. Pero el entonces presidente encargó otro sondeo de opinión que estableció que, si él no se presentaba a las elecciones, ganaría el Partido Socialista de Felipe González. Se consideró entonces, y no sólo él, que la sociedad no estaba todavía en condiciones de afrontar un gobierno socialista en solitario -hubiera sido la primera vez en la Historia de España, como lo fue efectivamente en 1982- y se tomó la decisión: Adolfo Suárez aterrizó sobre la cúpula de UCD en la primavera de 1977 para encabezar la formación y presentarse a las elecciones. Y, como había adelantado aquel sondeo, ganó. La Historia está llena de casualidades, de decisiones imprevistas como ésta que, al cabo de los años, pudo convertir a Suárez en uno de los grandes mitos políticos de los españoles.
Y un apunte final: si Antena 3 hubiera querido en su día emitir la entrevista con Adolfo Suárez, yo habría eliminado el corte en el que me hace esa confesión. Y no por su contenido, que habla de una obviedad, sino porque se tapa el micrófono con la mano, lo cual evidencia que esa declaración no deseaba compartirla con los espectadores. Off the record, se llamaba esa figura cuando era respetada. Y yo era, y sigo siendo, de la antigua escuela.
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