La victoria de Pedro Sánchez sobre Susana Díaz (Patxi López sólo era el tercero en discordia, aunque tendrá un papel destacado en el futuro) ha sorprendido por su ventaja (diez puntos de diferencia y más del 50% de los votos) y por su amplitud desde el punto de vista territorial. Díaz sólo ha ganado en Andalucía.
El gran derrotado ha sido el aparato del Partido Socialista y la vieja guardia, que se volcaron desde el minuto uno con la presidenta de la Junta de Andalucía. Sánchez ha sabido dar voz a unos militantes que no compartieron ni el golpe de mano del 1 de octubre, ni mucho menos su motivación: permitir la investidura de Mariano Rajoy.
La táctica de enfriar el clima de rebelión interna y alejar lo más posible el Congreso que reclamaba el ex y ya nuevo secretario general del PSOE tenía como fin evitar precisamente lo que ha sucedido. De hecho, la gestora y el aparato político y mediático que han arropado a Díaz estuvieron a punto de lograrlo cuando, en el mes de diciembre, Sánchez estuvo a punto de tirar la toalla.
El madrileño ha conseguido movilizar a la militancia con un mensaje claro contra el Gobierno del PP y, al mismo tiempo, denunciando la operación que se gestó para apartarle del poder.
Los referentes del socialismo español, Felipe González, Rodríguez Zapatero, Rubalcaba, Bono, etc. han quedado también desairados por los militantes, que les han visto más como parte del establishment que como propulsores del cambio que pretende liderar el PSOE.
Los poderes fácticos -grandes empresarios, bancos de inversión, etc.- le han hecho un flaco favor a Susana Díaz al mostrar tan a las claras que era su favorita.
El PSOE tiene ahora más posibilidades de recuperar el liderazgo de la izquierda, recuperando los votos que se fueron a Podemos
Con el triunfo de Sánchez el panorama político español queda seriamente trastocado. El PSOE de Sánchez se va a emplear a fondo contra el Gobierno de Rajoy y,más pronto que tarde, presentará una moción de censura que obligará a retratarse a Podemos, los independentistas y Ciudadanos.
Por otro lado, Sánchez tendrá que hacer todo lo posible para recuperar la unidad interna. Aunque haya perdido, Díaz representa al 40% de la militancia. Sus partidarios controlan gobiernos en Aragón, Castilla La Mancha y Extremadura, además, claro, de Andalucía. Y son mayoría absoluta en el Grupo Parlamentario. Pasadas las 22 horas, Antonio Hernando, portavoz del Grupo, presentó su dimisión al presidente de la gestora, Javier Fernández. Sánchez ya avisó que ése era el primer cambio que tenía en mente.
Aunque haga un equipo a su medida, Sánchez deberá hacer todo lo que esté en su mano para que el PSOE salga fortalecido y cohesionado de este proceso de primarias. Esa es la condición sine qua non para recuperar el voto y ser una opción seria de gobierno, comiéndole terreno a Podemos.
Un PSOE con Sánchez como secretario general puede aspirar a recuperar parte del voto que se fue a la formación de Pablo Iglesias. Tiene que hacerlo con un programa claro, pero sin intentar competir en radicalismo. El votante socialista está en el centro izquierda y el mayor peligro ahora sería hacer lo que ha hecho Jeremy Corbyn en el Reino Unido.
Sánchez ha logrado una gran victoria en un proceso abierto y genuinamente democrático. Ése es su aval. Ahora tiene que demostrar a las decenas de miles que le han votado que es capaz de situar al PSOE en la vanguardia de la izquierda, haciendo su propia política y actuando sin complejos frente a Podemos.
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