Publicaba recientemente un artículo The New York Times que resultaba bastante ilustrativo. El texto abundaba en la estrategia que ha seguido el Kremlin en los últimos años para difundir su propaganda al margen de Russia Today (RT) y Sputnik, es decir, las que durante mucho tiempo fueron sus principales plataformas en el exterior. Llama la atención porque la cabecera estadounidense hacía referencia a Canal Red -el medio de Pablo Iglesias- y a una de sus periodistas, que trabajó para los citados medios, prohibidos en la Unión Europea desde el inicio de la invasión de Ucrania.

Leí con atención hace un tiempo el libro La trama rusa, de David Alandete, en el que se presentan una serie de indios acerca de las maniobras que realizó el Kremlin para tratar de agrandar la fractura existente entre los independentistas catalanes -comandados entonces por Carles Puigdemont- y el Gobierno de España.

El libro cita a personas como el empresario Oriol Soler, a quien sitúa como una de las cabezas visibles del 'entramado' que se dedicaba a publicitar el proceso soberanista en el exterior. Incluso revela algún contacto entre Soler y Julian Assange que habría intentado que todo el activismo asociado a Wikileaks se posicionara del lado de la Generalitat.

El propio Soler fue imputado dentro de la causa de Tsunami Democrático. Hay nombres que parecen lejanos, a priori, pero que no lo son tanto. Hace unas semanas, este empresario presentaba Abacus Futur, un "nuevo proyecto editorial y audiovisual" que está presidido por Jaume Roures y en el que participa Soler.

Vinieron del frío

Pablo Iglesias siempre ha negado la participación de Roures en Canal Red, al igual que el vínculo con Rusia de su medio de comunicación, pese a que entre sus colaboradoras se encuentra Inna Afinagenova, exsubdirectora de RT, la cual abandonó ese medio tras el inicio de la invasión de Ucrania. Supuestamente, es a ella a la que hace referencia The New York Times.

Sea como sea, el medio de Iglesias se erigió sobre una empresa llamada Melancolic Films S.L. que contaba con Roures y con su hija Teia como administradores. Unos meses después de la puesta en marcha de este medio, ambos cesaron en esta función, en detrimento del exlíder de Podemos. Pese a esta evidencia, han intentado en todo momento hacer creer que el uno no tenía nada que ver en el proyecto del otro.

Tampoco puede decirse que sea infrecuente que Iglesias difunda argumentos convenientes para el Kremlin y contrarios a los intereses de la OTAN y la UE. De hecho, circula por las redes sociales un vídeo muy elocuente en el que se observa al político madrileño defender a Pablo González, es decir, Pavel Rubtsov, acusado de espía y quien será condecorado por Putin, según han publicado varios medios de comunicación.

Decenas de campañas de propaganda

El Informe Anual de Seguridad de 2023 dedica un apartado al problema de la desinformación rusa y china; y a cómo España es uno de los objetivos de los ciberejércitos de estas potencias. "Las tensiones globales están llevando a un incremento de la difusión de campañas de desinformación, entendidas estas como acciones llevadas a cabo por actores extranjeros, tanto de ámbito estatal como no estatal, con la intención de desestabilizar y polarizar a la sociedad y socavar su confianza en las instituciones". El Centro de Seguridad Nacional identificó hasta 83 campañas en este período.

El Periódico de Catalunya informaba el pasado julio de que el Ejército de Tierra ha encontrado a 179 altavoces de la propaganda rusa -conscientes o inconscientes- en España, los cuales cuentan con canales en las plataformas y en TikTok o están al frente de periódicos fantasma.

Una lectura del libro de Alandete permite tomar conciencia de la singular estrategia de Rusia para intoxicar a la opinión pública occidental. Podría decirse que sus ejércitos digitales se centran en aspectos como el desgaste institucional de las democracias occidentales, frente al auge de los BRICS y de autoritarismos como el chino o el ruso; la inmigración ilegal o la crisis de valores de Occidente, frente a la defensa rusa de lo tradicional. Digamos que su propaganda no discrimina entre izquierda y derecha. De hecho, Ignacio Torreblanca -jefe de la Oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores- abundaba en un reciente acto en Madrid, protagonizado por el propio Alandete, en que existen indicios de que la influencia rusa también salpica a algunos medios asociados a la ultraderecha en España.

Estados Unidos y Reino Unido sospechan que este problema, de primera magnitud, ha estado presente desde el referéndum de Escocia de 2014; y el reglamento europeo de Libertad de Medios de Comunicación nació, en parte, con la vocación de proteger a los legacy media y a sus periodistas frente a estos propagandistas, pagados con patreon, con colaboraciones o con fórmulas de otros tipos y con cientos de miles de seguidores. Hay hasta una decena de referencias en su texto.

Un debate interesado... y falso

Una vez descrito este escenario, resulta todavía más obscena la estrategia seguida por Pedro Sánchez para desviar el foco del debate sobre la verdadera naturaleza de esta norma europea. Porque nació en un contexto de 'guerra fría' digital y terrenal, pero el presidente español la centró en 'la fachosfera'. Es decir, en "los tabloides digitales de ultraderecha", que son los que han revelado algunos de los asuntos más comprometedores sobre las actividades profesionales de Begoña Gómez. A esta causa, por cierto, que es particular, la ha querido convertir en política. De ahí que a nadie debería extrañarle que a este intento de retorcer la realidad se le asigne el adjetivo de 'grosero'.

¿Por qué el aparato de Moncloa y sus mariachis periodísticos no han hecho apenas referencias a la desinformación rusa, y a los Canal Red de turno, durante este proceso? Desde luego, el peso en el debate de esta amenaza exterior ha sido mucho menor que el debate ideológico, hasta el punto que puede concluirse que Sánchez libra hoy una batalla contra la derecha mediática, que es la que está financiada por las comunidades autónomas del PP.

¿Y qué hay de los rublos, presidente? He aquí la cuestión.