Aunque los acontecimientos parecen haberse precipitado desde este martes, cuando se supo que el Rey abría una nueva ronda de contactos con los partidos los días 24 y 25, Mariano Rajoy ya encargó el pasado viernes 7 que comenzaran los trabajos para la redacción del discurso de investidura. Las indicaciones las recibieron la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría; el director del gabinete presidencial, Jorge Moragas, y la secretaria de Estado para la Comunicación, Carmen Martínez Castro, que han puesto a la tarea a sus respectivos equipos. A ellos se suma el sociólogo Pedro Arriola, que sigue asesorando a Rajoy.
El "equipo médico habitual", como se les define en Moncloa, trabaja con fichas y datos sobre las bases del discurso que el líder del PP pronunció el pasado 30 de agosto en su primera sesión de investidura, "pero con cambios sustanciales, porque no sirve todo lo de entonces", explican a El Independiente fuentes gubernamentales. Y la modificación más significativa lo constituirá, sin duda, la construcción de "un mensaje de tono conciliador con un guiño al PSOE en su papel desde la Transición, su contribución al despegue social y económico del país y a la articulación de España" que se notará tanto en la intervención inicial como en el turno de réplica y contraréplica posterior y que tendrá el sello personal de Rajoy.
Cambio de tono
El cambio de tono no es un tema menor habida cuenta del que gastó Rajoy contra Pedro Sánchez en la anterior sesión parlamentaria, en plena canícula. "Yo he venido a pedir su colaboración, ello me obliga a tratarle con más deferencia y a cuidar mucho más las expresiones que suelo usar en esta Cámara", arrancó el presidente en su réplica al hoy defenestrado líder socialista. Pero no tardó mucho para echar mano de ironía, para algunos, y de insolencia, para otros, cuando le espetó, por ejemplo, que "ya he entendido perfectamente todas las partes del no, así que tranquilícese. Porque si sus juicios sobre mi persona son los que acabamos de escuchar, queda usted en muy mal lugar porque" ¿si yo soy tan malo, cuánto de malo es usted, pésimo?".
Esta vez Rajoy se va a reservar la dureza "para los independentistas y Podemos" y eso que prevén que el portavoz del PSOE, Antonio Hernando, "va a hacer un discurso durísimo" que merecerá una réplica "más cerebral que emocional, muy basada en datos", comenta en este caso un miembro del equipo que trabaja en la redacción del discurso. El aspirante a la investidura, de haberla, "no puede poner en peligro la abstención del PSOE", debe andar con pies de plomo ante una decisión que pondrá a prueba la resistencia del socialismo, todavía pendiente de debatir su postura en esa votación.
Moncloa prevé una intervención "muy dura" de Antonio Hernando aunque el PSOE se abstenga
El presidente en funciones insistirá en el ofrecimiento de una serie de pactos de Estado sobre pensiones, sanidad, educación, política exterior, defensa o UE, aunque en este punto no se descarta algún gesto más concreto en políticas sociales que alivie al PSOE la carga de facilitarle el camino a formar Gobierno. Todo ello sin olvidar el contenido del programa pactado con Albert Rivera, al que apenas aludió en agosto lo que fue interpretado como un ninguneo a Ciudadanos.
Bien es cierto que Rajoy "no dudaría en hacer vicepresidente del Gobierno a Javier Fernández y nunca a Rivera", dicen en el entorno del presidente sobre su mayor identificación con el PSOE que con la formación naranja y su líder. De hecho, él hubiera preferido tener de socio preferente de gobierno a los socialistas, aunque no debe menospreciar al partido que le permite sumar 32 escaños más a su exigua mayoría de 137 asientos en el Congreso de los Diputados.
Rajoy está dispuesto a sentarse con Fernández y negociar concesiones a cambio de que le permitan ser investido
La gran incógnita reside en si Rajoy va a negociar antes de la investidura alguna cesión con el presidente de la gestora socialista, Javier Fernández. "La semana que viene es clave", aseguran las distintas fuentes consultadas. Ambos admiten una interlocución fluida y, por parte del PP, "esto lo está pilotando directamente el presidente. Es un buen negociador, ya lo demostró en 1996", cuando José María Aznar se garantizó la investidura con el apoyo de CiU, PNV y CC.
Otra cosa es que Ferraz quiera transmitir la idea de que la abstención viene obligada por las circunstancias y el sentido de Estado del primer partido de la oposición, destinada a evitar unas terceras elecciones lesivas para España, o quiera cobrarse pieza previa negociación con el PP. Rajoy está dispuesto a sentarse y hablar de todo salvo de la unidad de España y las líneas básicas de la política económica, impuesta en muy buena medida por Europa y el FMI, cuyos "hombres de negro" -Montoro, dixit- nos visitan estos días.
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