Varapalo a los errejonistas. El resultado de las primarias en Madrid, Andalucía, Extremadura y 12 consejos locales de Podemos no se puede calificar de otra manera. Pablo Iglesias consolida su fuerza interna y su secretario político, Íñigo Errejón, pierde posiciones dentro de la organización, lo que le deja en una situación de máxima debilidad. Una vulnerabilidad similar a la que sufría Pedro Sánchez, ex secretario general del PSOE, cuando Susana Díaz recordaba que él tenía el cargo, pero no el poder. El 1 de octubre se lo demostró obligándole a dimitir.
En las organizaciones políticas, la fuerza de un dirigente procede del aparato que controle. Sea una federación autonómica o una agrupación local, los políticos profesionales saben perfectamente que no deben descuidar el patio de su casa; el sitio al que siempre se puede volver, el que les dará refugio en cualquier circunstancia.
Sánchez y Errejón no han sabido consolidar su posición dentro del partido
El modelo de Podemos no difiere de los partidos tradicionales en este sentido. Por eso, cuando Pablo Iglesias cambió de cohorte y su nuevo entorno le advertía del poder interno que acumulaba Errejón, el golpe fue letal. Políticamente hablando, Iglesias le cortó un brazo a Errejón con la destitución del secretario de Organización, Sergio Pascual. Le amputaba su mano derecha porque no podía destituir directamente a su secretario político, dada la popularidad interna de la que disfrutaba, y su consideración externa como contrapeso moderado. Pero la advertencia fue clara y se mantiene en pie. Quizás llegue el día en que las condiciones internas sí permitan la defenestración de Errejón o se le empuje hacia la dimisión, como los barones hicieron con Pedro Sánchez.
Hombres de gobierno, no de aparato
Entre ambos dirigentes existen varios paralelismos. Ninguno ha sido hombre de aparato, sino más bien de teoría política. Los dos han cultivado un perfil más institucional que orgánico, y ambos han trabajado más para gobernar que para la refriega partidista. En este sentido, conciben los partidos políticos como instrumento para alcanzar el Gobierno y poner en práctica sus políticas, más que como un fin en sí mismo, como les ocurre a Iglesias y a Susana Díaz.
Estos dos, por el contrario, son expertos en la batalla interna. Saben que la lealtad de sus ejércitos es fundamental, por lo que sitúan a los suyos en los puestos claves, no dudan en ejecutar purgas internas y defienden a capa y espada a sus equipos, aun a costa de su propia credibilidad.
Iglesias y Díaz defienden a los suyos aun a costa de su credibilidad
Hay muchos ejemplos de estos comportamientos: Susana Díaz se quedó con el control de la Ejecutiva socialista y del Comité Federal, a pesar de que Pedro Sánchez fue quien ganó las primarias y se proclamó secretario general. A una señal de la presidenta andaluza, la mitad de la Ejecutiva dimitió, haciendo caer al líder del partido. La dirigente sevillana situó en puestos claves a personas de su máxima confianza como Verónica Pérez, amiga personal, que se autoproclamó "máxima autoridad del PSOE" como presidenta del Comité Federal, un puesto esencial en esas circunstancias.
Purgas, despidos y control de la organización
Por su parte, Iglesias ha purgado a los errejonistas de las presidencias y portavocías de las comisiones del Congreso hasta bordear el Reglamento en casos como el de Miguel Vila, que no ostenta ninguna de ellas. Tras hacerse con la secretaría de Organización, también ha despedido a trabajadores considerados errejonistas y a los restantes los ha trasladado a áreas secundarias del partido. Ha situado a Ramón Espinar como secretario general en Madrid para frenar la creciente influencia de Rita Maestre en el Ayuntamiento y no ha dudado en empeñar su credibilidad en el caso del piso de Espinar, identificándose al máximo con su entonces candidato: "Me atacan a través de él", denunció.
El silencio como respuesta a los ataques
Estas actuaciones distan mucho de las de Sánchez y Errejón. ¿Qué hizo el secretario político de Podemos cuando Pablo Iglesias le cortó un brazo? El silencio como protesta. Se fue a Londres. ¿Dónde estaba Pedro Sánchez mientras el grupo parlamentario socialista expedientaba a los quince diputados que votaron no a la investidura de Mariano Rajoy? En Washington.
El silencio ha sido una respuesta de Errejón a cada ataque y caricaturización de su figura en las redes sociales. De hecho, ésa es su consigna a su equipo cada vez que Iglesias le lanza una ofensiva, como el mensaje en Twitter que rezaba: "Solo los mediocres piensan que la historia nació con ellos". La opción de callar y recibir el golpe, como han hecho Sánchez y Errejón durante meses, no resulta muy alentadora para sus ejércitos, que acaban sintiéndose desprotegidos. Si no se defienden a ellos mismos, ¿cómo defenderán a sus peones?, se plantean.
Más allá, Pedro Sánchez evitó, incluso, rodearse de fieles de distintas federaciones españolas, tanto en su Ejecutiva como en el grupo parlamentario, para no tener que enfrentarse con los barones territoriales que le vetaban esos apoyos. Esta falta de compromiso con sus equipos, que algunos consideran pusilanimidad, no hace otra cosa que debilitar a políticos del perfil de Sánchez y Errejón. Al contrario que Iglesias y Díaz, no asumen que situar a sus peones y defenderlos no es otra cosa que protegerse a sí mismos. Tampoco piensan en el día después de su marcha y en sus herederos, como sí lo hacen sus adversarios.
Preparar su sucesión y a sus herederos
La presidenta andaluza está preparando a personas de su confianza como la propia Verónica Pérez o el consejero de Turismo, Javier Fernández, su compadre, para que tomen las riendas del partido y de la Junta de Andalucía cuando ella dé el salto a Madrid. Iglesias, por su parte, ha ascendido dentro del partido a Ramón Espinar mientras prepara a Alberto Garzón como posible candidato a la Moncloa si, como viene ocurriendo, su mala valoración ciudadana le impide volver a presentarse. Su batalla contra Errejón no es inmediata, sino de cara al futuro y a su sucesión.
Por su parte, el entorno del secretario político va anunciando que no se presentará frente a Pablo Iglesias en la asamblea de Vistalegre II, prevista a comienzos de año. Incluso se aboga por una mujer como próxima candidata a presidenta del Gobierno. Esta renuncia tan anticipada también baja la moral de las huestes errejonistas. Tras el fracaso en estas primarias, incluso se lanza la propuesta de una candidatura conjunta para evitar la ruptura del partido, una opción a la que Pablo Iglesias ya dijo no cuando se la ofrecieron en Madrid. Se la jugó y le salió bien, como a Teresa Rodríguez, una de sus principales aliadas, en Andalucía. ¿Por qué iba a cambiar de estrategia ahora, si ni siquiera hay una alternativa enfrente?
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