Según datos del Ministerio de Cultura, cada día en España se publican 254 libros, es decir, un libro cada 5 minutos. Este es el reflejo palpable de una industria editorial que está viviendo una auténtica edad dorada apoyada por unos registros que no paran de superarse año tras año.

Una realidad aupada por factores tan determinantes como el aumento en el número de lectores, la revalorización del idioma español o la adaptación a nuevos formatos como el eBook o el audiolibro.

Los datos publicados por la Federación de Gremios de Editores de España el año pasado (los más recientes hasta la fecha) reflejan cómo el sector del libro ha crecido en España desde 2017 un acumulado del 15%.

Unas cifras que demuestran la buena salud de un sector al que hay que sumarle su posición privilegiada como principal potencia exportadora de la UE tras la salida del Reino Unido.

Una industria editorial al alza

Y es que la editorial no se trata solamente de la primera industria cultural del país, sino que también es la única que aporta un saldo positivo a nuestra balanza de pagos, gracias a su fuerte presencia en el continente americano. Solamente los libros exportados a México y Argentina, los mayores destinatarios, representan un valor de 182,43 millones de euros, frente a los 146,302 millones de ingresos dentro de la UE.

Acompañan a estos datos el aumento relativo a la lectura entre los españoles, que ha subido 5,7 puntos porcentuales en apenas diez años (un 64,8% de españoles leen por ocio frente al 59,1% de hace una década).

Y no solo eso, si tenemos en cuenta que los que más leen en este país son aquellos cuyas edades están comprendidas entre los 14 y los 24 años (74,2%), las expectativas son bastante favorables para que este número siga mejorando con los años.

Resulta fácil perderse entre tanto número y porcentaje. Pero básicamente todo esto podría resumirse en que cada año que pasa en España se leen, se imprimen, se venden y se exportan más libros. Desde el punto de vista del mercado no hay fallo, las cuentas cuadran.

La digitalización le sienta bien al sector

Al contrario que ha ocurrido con otras industrias como la musical, el físico sigue mandando con el 66,2% de la producción total en papel, aunque continúan creciendo poco a poco formatos como el eBook o los audiolibros.

Lejos de provocar desconcierto, la progresiva digitalización ha permitido superar con mayor holgura crisis del sector como la del papel, y su paulatina implementación ha favorecido una adaptación sostenible y sin sobresaltos.

Además, estos nuevos mercados digitales han permitido a los editores la oportunidad de acceder a nuevos consumidores y diversificar su oferta. Una apertura al mundo globalizado favorecida por el creciente número de hispanohablantes en todo el mundo, la segunda lengua más hablada del mundo. A todo esto hay que sumarle el abaratamiento y la accesibilidad que la tecnología ha supuesto para los procesos de edición y distribución, favoreciendo la proliferación de todo tipo de editoriales y formas de publicación.

Cara y cruz de las grandes ferias

Y si hablamos de mercado editorial, es inevitable hablar sobre las grandes ferias de libros que tienen lugar precisamente en esta época del año. Todas las editoriales echan el resto en primavera, conscientes de que celebraciones como Sant Jordi o la Feria del libro de Madrid suponen un gran aliciente para sus ventas.

La festividad de la rosa y el libro del 23 de abril en Barcelona genera en un solo día el 5% por ciento de las ventas anuales del sector en castellano y hasta el 10% de todos los títulos en catalán.

En el caso de la feria madrileña, es el gran escaparate literario por excelencia en el que para algunos editores, sobre todos para los independientes, puede llegar a suponer el 20% de la facturación anual.

La popularización y el arraigo de citas tan señaladas como las de Madrid y Barcelona han prosperado de forma directamente exponencial al sector. El año pasado, por ejemplo, se celebró el Sant Jordi más grande de la historia con un total de 320 paradas.

Por su parte, el Parque del Retiro acogió en 2022 la feria más grande de su historia con 378 casetas.

Por eso, las organizaciones de ambas fiestas han decidido adoptar medidas para regular sus espacios.

Este año el Ayuntamiento de Barcelona ha impuesto el cobro de una tasa a librerías y editoriales, que van de unos cien euros hasta los cuatrocientos, dependiendo de las dimensiones de la parada y su condición de agremiados. Una medida polémica que ha generado cierto malestar en el sector y que han rechazado en un manifiesto un centenar de entidades y escritores que han criticado la “privatización” de Sant Jordi.

En el caso de la Feria del libro de Madrid, ya van varios años en los que la distribución del espacio y los cambios en el reglamento han sido duramente criticados por la mayoría de editoriales independientes considerándolo un agravio comparativo con respecto a los grandes grupos editoriales. "Con los actuales ritmos de producción, las editoriales de pequeño tamaño van a ir desapareciendo de la feria de Madrid", denunciaba el editor jefe de Barrett en declaraciones a este periódico.

La amenaza de morir de éxito

Precisamente son estos ritmos de producción los que cada vez más gente dentro de la industria critica con dureza por insostenibles. Una producción masiva que prácticamente solo pueden aguantar los dos gigantes editoriales de este país, Penguin Random House y Grupo Planeta.

Y en este contexto, por mucho que los datos reflejen una situación idílica, esta contrasta con las crecientes quejas y augurios que apuntan directamente a un sector saturado y la constante amenaza de morir de su propio éxito.

Por otro lado, quienes apuestan por este modelo de negocio defienden la necesidad de generar una base económica lo suficientemente potente que garantice el equilibrio necesario para aquellas publicaciones necesarias que no terminan de ser rentables.

Las sensaciones, por lo tanto, pueden llegar a ser contradictorias con respecto a una realidad palpable, la de los datos, mientras que la creciente desconfianza advierte sobre las consecuencias de una excesiva mercantilización. Y es que no hay que olvidar que cuando se trata de un bien intangible como puede ser la cultura, no solo los números importan.

Con las expectativas de mantener su posición privilegiada en un contexto cada vez más global, este será el pulso que marcará los próximos pasos de una industria que vive su particular edad dorada.