A Lilí Álvarez no se le dio mal nada. Fue rápida en casi todo: desde el esquí, las carreras de coche, el tenis, la natación; hasta en el concepto de la mujer y su formación. Creció, como ella misma aseguró, entre "espías, millonarios, príncipes y reyes destronados" aprendiendo más de lo que se esperaba y buscando siempre una meta nueva que cruzar.

Este año es uno de sus centenarios, aunque no el único, ya que se cumplen 100 años del día en el que se convirtió en la primera mujer, junto a Rosa Torras, en participar en unos Juegos Olímpicos. Lo hizo en los de París con una raqueta en la mano y tras aquella competición fue finalista de tres Wimbledon y ganó, en 1929, el Roland Garros en la categoría de dobles femeninos. Por eso, la que fue Residencia de Señoritas, y ahora es la Fundación Ortega-Marañón, alberga la exposición Lilí Álvarez y los inicios del deporte femenino (1915-1936), organizada por PhotoEspaña, donde aparte del tenis hablan de lo que ella supuso a nivel social y cómo llegó a abarcarlo todo.

Lilí Álvarez en Wimbledon. © Cortesía de Jaime López Chicheri Dabán. | © Cortesía de Jaime López Chicheri Dabán

Porque esta mujer, que había nacido en Roma en 1905, creció en Suiza, un país que le dio más oportunidades de las que habría tenido en la España natal de sus padres. Pudo dedicarse desde pequeña al deporte, algo que aquí para una mujer habría sido casi impensable, y hacer de este -de la equitación, el esquí, la natación y el tenis- una forma de vida en la que tenía tanta importancia la actividad física como la formación intelectual.

"Gracias a ella mostramos la aparición de la mujer en la escena deportiva; esta exposición es un homenaje a todo el esfuerzo de tantas mujeres. No sólo por abrir el camino sino por subrayar la importancia del desarrollo intelectual unido al ejercicio. Mostramos la importancia del deporte para un desarrollo personal, propio de la filosofía de la Edad de Plata", explica a este periódico Lucía Laín, comisaria de la muestra.

Y desde PhotoEspaña añaden que "la asociación del deporte con el ocio moderno elitista se generaliza en la Inglaterra del siglo XIX coincidiendo con el proceso de industrialización en el que conceptos como la eficiencia, la productividad y la competitividad aparecen en la sociedad proliferando los clubes y campeonatos y la profesionalización de estas prácticas por un amplio espectro social".

Pero no sólo se centran en esa faceta y, como asegura Laín, por las muchas actividades en las que destacó Álvarez organizar esta muestra no ha sido un trabajo fácil. Porque antes de acudir a los JJOO y de quedar finalista en los torneos británicos de tenis [a uno de ellos fue a verla el mismísimo Alfonso XIII, que la calificó de "torera"], había participado en el Campeonato de Cataluña de Automovilismo, donde se hizo con uno de los premios y fue la única mujer en competir. También había ganado varias competiciones de patinaje y alguna de esquí.

Lilí Álvarez, Archivo familiar © Cortesía de Jaime López Chicheri Dabán.

Y tras París, o durante toda su vida pero más desde aquel momento, hizo del periodismo y la escritura otra de sus pasiones. "Ella publicó su primer libro con tan sólo 22 años, en eso también fue pionera. Estaba muy interesada por la escritura y por el devenir del mundo, así que en 1931 se vino a España como corresponsal del Daily Mail, hablaba inglés, francés, alemán e italiano; para cubrir la discusión sobre el voto femenino", recuerda Laín. Allí se sentó en la tribuna y escuchó a Victoria Kent y a Clara Campoamor.

"Estaba muy interesada por la escritura y por el devenir del mundo, así que en 1931 se vino a España como corresponsal del Daily Mail"

LUCÍA LAÍN

Y, añade la comisaria, que esta es una parte muy importante de la muestra. "He querido mostrar su enorme inquietud intelectual. Desde muy joven colaboró en revistas escribiendo artículos relacionados con la mujer y el deporte y luego vino a presenciar el debate en las Cortes constituyentes en torno al voto femenino", afirma.

Y aunque continuó escribiendo y compitiendo, todo se le paró a finales de la década de los 30. En 1934, contrajo matrimonio con el conde de Valdéne, un aristócrata francés con el que tuvo un hijo. El niño murió en 1939 y el matrimonio se disolvió, así que Álvarez volvió a España con el corazón roto y tardó en volver a sus pasiones. Aquí, consiguió distraer su cabeza volviendo a esquiar aunque tras llamar "machista" al jurado de una competición en Candanchú (las mujeres tenían que esperar a que compitiesen los hombres) fue sancionada por la federación.

Lilí en Le Touquet, Francia, 1929. Archivo familiar / Cortesía de Jaime López-Chicheri Dabán

Y algunos años más tarde volvió a los periódicos, de 1964 a 1968 habló de las mujeres y a veces de algún que otro tema religioso en las páginas de Blanco y Negro y el diario ABC. Incluso fue enviada a la Copa Davis, en Australia, para narrarla en la revista. "No es fácil describirla, decir una sola frase que la defina porque se dedicó a muchas cosas y fue buena en casi todas. Es una mujer interesantísima y que abarca muchísimas facetas", continúa Laín.

Por eso, han dividido la muestra en dos secciones. Una donde el deporte es el gran protagonista y que han situado en los jardines de esta antigua Residencia de Señoritas, "una sucesión de paneles ilustrados con fotografías que sumergen al visitante en la vida de Lilí y sus primeros éxitos internacionales en la práctica deportiva".

Lilí Álvarez con la falda pantalón diseñada por Elsa Schiaparelli que revolucionó las canchas de tenis, 1924. Archivo ABC

Y la segunda, en la que a través de páginas "como de revista ilustrada de los años 20", citas extraídas de los propios textos de Lilí Álvarez y recortes de prensa "se pueden ver fotografías de archivos internacionales como la Biblioteca Nacional de Francia o la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, y españoles como el Archivo General de la Administración, el archivo ABC y del propio archivo familiar de la familia de Lilí Álvarez", para conocer la otra faceta de la protagonista.

Una mujer que antes de morir, en 1997, ya se quejó de la falta de reconocimiento que había tenido en España. También se volvió mucho más feminista de lo que era cuando llegó en 1940. "Cuando comprobé que para todo te pedían certificados y contratos matrimoniales. Los maridos parecían niñeras. Esto me indignó. Las mujeres somos idiotas porque nos han hecho así; en cambio el defecto de los hombres es su primitivismo, o sea, su necesidad de humanización", aseguró e hizo de la indignación otro de sus cientos de motores.