Fueron las responsables de darle algo de dignidad a los cuerpos de Margot y Ana Frank. También las de salvar la vida de decenas de judíos holandeses que huían de las garras del nazismo. Su historia, la de Janny y Lien Brilleslijper, ha sido contaba hasta ahora en una sola línea, siempre relacionada con la niña del diario. Pero la escritora Roxane Van Iperen, que ha dedicado seis años de su vida a investigarlas, ha decidido narrar con todo detalle qué supusieron y darle otra página más a la historia de la Resistencia holandesa durante la II Guerra Mundial.

Roxane Van Iperen, por Javier Ocaña.

Lo ha hecho con el libro Las hermanas de Auswichtz (Planeta), que ahora llega a España tras ser un éxito absoluto en los Países Bajos, en Alemania, Reino Unido y Estados Unidos. También tras su llegada a los cines. Y con una historia que también tiene que ver con ella. Porque la autora y abogada se puso a escribir cuando tras trasladarse al campo con su marido y sus tres hijos y encontrar en una antigua casa, entre los pueblos de Huizen y Naarden, el lugar perfecto para vivir; se las encontró de frente.

Porque, tras comenzar a reformar aquella vivienda, empezaron a encontrar todo tipo de trampillas, puertas ocultas y una alarma en desuso que daba a la segunda planta. "Hice algunas preguntas a los vecinos pero sus respuestas eran contradictorias. Unos decían que había sido una casa nazi y otros que era de unos holandeses que habían ayudado a los judíos; así que me puse a investigar", asegura Van Iperen en una entrevista a El Independiente.

Nido Alto, donde vivieron Janny y Lein Brilleslijper y donde ahora viven Roxane van Iperen y su familia. Fotografía de Jan Willem Laldenback

Pero en Holanda no se encontró con demasiada información. "En Países Bajos tenemos una memoria asentada sobre cómo fueron nuestros héroes durante la guerra. Eran hombres, holandeses y se unieron a la Resistencia así que cuando yo empecé a preguntar por dos mujeres judías que no tenían ni contactos ni estatus social, no me hicieron mucho caso", confiesa.

Porque, como explica, aquí no había héroes de clase alta, no había políticos que hubiesen arriesgado su vida, tampoco policías ni abogados ni notarios, al revés, estos no quedaban en la mejor de las posiciones. "Ellos fueron los primeros en huir cuando los nazis ocuparon el país y cada vez que hablo de esto la gente se molesta, pero son hechos. Creamos esa narrativa de heroísmo pero los hechos muestran que la élite llegó hasta a cooperar para hacer más eficiente esa situación. Y resulta que estas dos chicas que son mujeres, madres, judías y pobres se pusieron al frente de la Resistencia", recalca.

Lien, una bailarina, con su esposo Eberhard, un pianista, en el estudio de danza, 1939.
Lien, una bailarina, con su esposo Eberhard, un pianista, en el estudio de danza, 1939. Privéarchif familie Rebling. | Privéarchif familie Rebling

Su historia, la que cuenta Van Iperen, comienza en la niñez de estas dos hermanas y en cómo a medida que pasaban los años, y la II Guerra Mundial lo invadía todo, asumieron posturas distintas. Janny, más combativa, siempre temió por el futuro de los judíos mientras que Lien, que era bailarina y más optimista, no supo ver la verdad de lo que ocurría hasta años más tarde. La primera optó desde el primer momento por posicionarse y lo hizo negándose a inscribirse como judía cuando esto ya era obligatorio. Lien acabó uniéndose a ella, a su lucha, al ver que el futuro era cada vez más corto. Entre las dos comenzaron a repartir revistas y panfletos de la Resistencia por la calle y a robar y falsificar tarjetas de identidad para salvar a otros judíos.

No estaban solas, aunque se habían casado con dos hombres que no eran judíos estos les ayudaron desde el principio. Y quizás su condición fue la que salvó a sus hijos. Janny tuvo dos con Bob Brandes y Lien, con Eberhard Rebling, músico y pianista, una. Y fue con ellos, y con sus padres, con lo que huyeron cuando a finales de 1942 Ámsterdam ya era irrespirable y los trenes salían ya asiduamente hacia los campos de concentración.

Encontraron esta casa, la llamada Nido Alto, que por su ubicación y difícil acceso se convirtió en el sitio perfecto. Llegaron a principios de 1943 y se la alquilaron a unas hermanas solteras asegurando no ser judías y de clase alta. Se instalaron con sus hijos y los abuelos y al poco tiempo ya eran 17 personas compartieron cocina, baño y colchones.

Contrato de arrendamiento para 't Hooge Nest (el Nido Alto), firmado el 30 de enero de 1943.
Contrato de arrendamiento para 't Hooge Nest (el Nido Alto), firmado el 30 de enero de 1943. Privéarchif Rob Brandes | Privéarchif Rob Brandes

"Nos encontramos en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, cuando los trenes corrían a todo vapor y la 'solución final de la cuestión judía' iba a toda máquina, así que el Nido Alto fue un importante centro para ocultar a los perseguidos y también un bastión de la Resistencia, administrado por estas dos hermanas judías", afirma la autora.

Y así sirvió durante muchos meses, hasta que un soplo provocó una redada en la casa y encontraron a todos menos a sus dos maridos que, en ese momento, estaban trabajando. Fue uno de sus días más duros, pero también uno de los mejor planificados. Tenían claro que los niños tenían que salvarse así que montaron un espectáculo de ataques de ansiedad que llevó a sus hijos a casa de un médico donde permanecieron hasta que sus padres fueron a recogerlos.

"Se habían preparado mentalmente para salvarlos y por eso actuaron tan rápido cuando la casa fue traicionada. Los niños se sintieron culpables durante años. Robbie, el mayor de Janny, siempre decía que habían encontrado a su madre porque tras ver a unos oficiales él había corrido hasta la casa. No es verdad pero ese sentimiento le invadió durante toda su edad adulta", asegura la autora.

Lien, Janny, Joseph y Fietje Brilleslijper (de la izquierda a la derecha), 1918
Lien, Janny, Joseph y Fietje Brilleslijper (de la izquierda a la derecha), 1918. Privéarchif familie Rebling/Brandes | Privéarchif familie Rebling/Brandes

Janny, Lien y sus ya ancianos padres fueron a parar al campo de tránsito de Westerbork, donde tuvieron que participar en los cuarteles del trabajo. Allí fue donde conocieron a unas jovencísimas Margot y Ana Frank, a las que asumieron bajo su tutela y de las que decidieron no separarse. A las que se unieron hasta el final.

Porque ese mes de septiembre sus nombres fueron dichos en altos para otro traslado, esta vez al campo más temido por todos, "al de los hornos". "La noche del 5 al 6 de septiembre de 1944, después del Martes Loco, cuando los holandeses sacan las banderas y estandartes de su nación porque esperan dar la bienvenida a los libertadores en cualquier momento, la familia Brilleslijper llega a Auschwitz".

"Margot y Ana Frank encontraron en Janny y Lien a dos hermanas mayores. Eran duras, habían estado en la Resistencia y estaban en la misma posición dentro del campo: solas"

ROXANE VAN IPEREN

Donde el médico Josef Mengele hacía selección de personas como si fueran ganado. "Una vez al mes, una vez a la semana, a veces dos meses maravillosos pasan sin que aparezca. Él decide quién todavía puede trabajar, quién es interesante para sus experimentos médicos y quién se ha vuelto inútil. Envía a la gente a las cámaras de gas, como si fueran moscas, despidiéndolas con un simple gesto con la mano", explica Van Iperen y cuenta cómo ellas consiguieron sobrevivir a sus cribas en varias ocasiones. Como completamente desnudas se abofeteaban las mejillas para tener mejor color y levantaban la cabeza para no dar señales de debilidad física.

Y consiguieron salir. En 1944 fueron llevadas a Bergen-Belsen donde al poco tiempo también trasladaron a las hermanas Frank. Como narra la autora, la relación que se generó entre las cuatro se puede catalogar de "única". "Margot y Ana Frank estaban sin sus padres y encontraron en Janny y Lien a dos hermanas mayores. Eran duras, habían estado en la Resistencia y estaban en la misma posición dentro del campo: solas. Primero murió Margot y luego Ana; dejaron sus cuerpos en esas montañas gigantes de cadáveres y fueron ellas las que los cogieron, los taparon con una sábana y los enterraron en una fosa común", afirma.

También que las Brilleslijper consiguieron escapar del horror, consiguieron salir en 1945. Volvieron a casa pesando menos de 30 kilos, "como muertas vivientes", y cuando se recuperaron un poco de todas las heridas vieron en el periódico un anuncio de Otto Frank buscando a sus hijas. "Fueron las hermanas Brilleslijper las que les dieron la noticia de que habían muerto y de lo que había pasado. Desde ese momento la amistad con el padre fue de por vida".

Rob y Janny, alrededor de 1956. Privéarchif Rob Brandes | Privéarchif Rob Brandes

Ellas, que habían vuelto a casa totalmente rotas, se rehicieron poco a poco. "Lien se fue a la Alemania del Este siguiendo a su marido, pero fue infeliz. Tuvo otra hija y consiguió ser cantante de yiddish. Fue muy reconocida y dio conciertos por Rusia, China y hasta Corea del Norte; pero la primera vez que volvió a los Países Bajos fue encerrada en el aeropuerto porque venía de la RDA. Janny fue más introvertida y vivió en el centro de Ámsterdam. Hizo cosas pequeñas para luchar contra el antisemitismo, mantuvo en cierta manera la llama de la Resistencia con vida", asegura la autora.

Ahora, en Ámsterdam, un puente las recuerda a las dos y cada año desde que se publicó este libro se les hace un homenaje. "Hay gente que ahora pasea alrededor de mi casa por esta historia, es emocionante", sentencia sobre la fuerza de dos mujeres que decidieron luchar más por las vidas de su pueblo que por las propias.