El miedo paralizó durante décadas, hizo enmudecer a cientos de miles de personas y distorsionó la realidad sociopolítica de toda una sociedad. Y así durante casi cinco décadas, con mayor o menor intensidad, pero convirtiendo Euskadi en un lugar donde el miedo a participar o hablar de política se impuso a golpe de asesinatos, amenazas y ‘kale borroka’. Conclusiones hasta ahora percibidas pero nunca medidas y que un estudio ha logrado cuantificar ahora.
Una realidad, el miedo, que los ciudadanos de sensibilidad no nacionalista percibieron casi tres veces más que los nacionalistas y que alteró el normal desarrollo de una sociedad, en especial en municipios pequeños, golpeados por ETA y en manos de alcaldías de la izquierda abertzale. Son las principales conclusiones del informe “La estrategia del miedo. ETA y la espiral del silencio en el País Vasco” presentado este jueves por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y que analiza la incidencia en la realidad sociopolítica vasca del miedo generado por la acción terrorista y su entorno durante el periodo 1965-2016.
El estudio se basa en las más de 44.000 entrevistas que a lo largo de 36 oleadas ha realizado el Euskobarómetro de la Universidad del País Vasco desde 1995. El documento constata que como en otros lugares donde se han producido fenómenos de terrorismo también en el caso de ETA la banda criminal recurrió a la propagación del miedo como una de sus armas más eficaces. El estudio, dirigido por Francisco Llera y Rafael Leonisio, recuerda que el miedo “condiciona opiniones, actitudes y comportamientos”. En el caso de Euskadi logró que el miedo a participar en política se disparara, en especial en los colectivos más amenazados, los no nacionalistas.
Según este estudio, cerca de ocho de cada diez votantes o simpatizantes del PP, el 79%, percibieron “mucho o bastante miedo” en los últimos veinte años. En el polo opuesto esta percepción entre los votantes de la izquierda abertzale apenas alcanzó el 28%. En el caso del PSE sus simpatizantes aseguran a lo largo de los años haber vivido con “mucho o bastante” miedo en el 68% de los casos. En el PNV el porcentaje se sitúa en el 37%.
La medida del miedo
Un nivel de temor que tuvo su traslado en la disposición o resistencia a participar en política. Así, en las dos últimas décadas se concluye que los votantes del PP fueron los que con mayor temor vivieron la política en Euskadi. Sobre una escala de 1 a 4, se afirma que los populares alcanzaron “un nivel de miedo medio de 3”, muy por encima de lo que lo hicieron los sectores afines a la izquierda abertzale cuyo grado de temor a entrar en política se fija en 1,9. Los simpatizantes del PSE se sitúan en segundo lugar, con un grado de miedo a participar en política de 2,6 sobre 4. Por último, a los simpatizantes del PNV el miedo les afectó en un 2,2.
En una escala de 1 a 4, los populares alcanzaron un miedo a participar en política de 3, los socialistas de 2,6 y la izquierda abertzale de 1,9
Pero la percepción no fue igual en todos los contextos. Además de los condicionantes individuales estaban los favorecidos por el contexto. Incluso la modalidad de “miedos” fue amplia. Sin duda el más grave fue el temor a sufrir un daño físico pero también la percepción de miedo se tradujo en inquietud por posibles daños a patrimonio, a ser víctima de vacío social o marginación o a la estigmatización por el modo de pensar y ser víctima de etiquetas como la de “españolazo”.
A lo largo de la historia de ETA su actividad y la movilización e implicación de su entorno en lo que se denominó “la socialización del sufrimiento” han determinado el grado de coacción que percibían los vascos para participar o simplemente expresarse libremente en términos políticos. El miedo en Euskadi fue creciendo hasta alcanzar el grado más elevado en 1998 cuando el conjunto de la sociedad se sumerge en una espiral de temor tras la ruptura de la tregua de ETA después de la firma del Pacto de Lizarra. Se percibe otro repunte, tras años de caída, en 2009, de nuevo tras una ruptura del alto el fuego. Poco después, a medida que la acción criminal desciende, también lo hace la percepción de miedo en el País Vasco.
La percepción del miedo, destacan los investigadores, fue “asimétrica” y muy condicionada por las circunstancias individuales y de contexto. Así, las sensibilidades no nacionalistas lo tuvieron en mayor grado pero incluso colectivos amenazados como la judicatura, los políticos, los empresarios o los periodistas. Pero también entre todos ellos la situación fue más difícil si a ello se sumaban factores como residir en municipios controlados por la izquierda abertzale, localidades especialmente azotadas por ETA y la ‘kale borroka’ o periodos de actividad criminal más intensa de la banda.
Una preocupación que decae
El miedo a participar en política ha sido una preocupación constante entre los vasco que a lo largo de la mayoría de las 36 oleadas del Euskobarómetro. La violencia etarra se citaba hasta 2000 entre las tres principales preocupaciones. Es sólo a partir de entonces, y en especial con la llegada de la crisis y la reducción de actos terroristas de ETA, cuando desciende en el escalafón de preocupaciones. En 2013 sólo el 2% de los vascos citó el terrorismo entre las tres primeras preocupaciones.
El estudio concluye que la acción del terrorismo y la utilización del miedo como herramienta de control de una sociedad ha provocado una victimización “difusa” de toda la sociedad pero que ha llegado a condicionar actitudes y comportamientos al “limpiar obstáculos” e imponer “la ley del silencio” en muchos ámbitos. Señala que como consecuencia de todo ello han sido las sensibilidades afines al PP y el PSE las más perjudicadas frente a las nacionalistas que se habrían beneficiado de esta realidad del miedo, con lo que “el principio de igualdad política quedó desvirtuado”.
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