En Madrid la hipótesis comenzó a ganar peso el pasado miércoles. El acuerdo entre el PSOE, Podemos y EH Bildu para derogar la reforma laboral a cambio de seis abstenciones para la quinta prórroga del Estado de Alarma se entendió como un paso más en la sintonía de las izquierdas. En Euskadi, en cambio, ese día en el que pocas horas antes acababan de atacar la vivienda de la secretaria general del PSE, pocos vieron visos de realidad en la opción de que el 12-J afloraría un cambio de apoyos en forma de ‘tripartito de progreso’ entre los socialistas vascos, la izquierda abertzale de Otegi y Elkarrekin Podemos. Ahora, fuentes consultadas por ‘El Independiente’ niegan que esa posibilidad ni siquiera se contemple: “Esa opción está descartada”, aseguran con claridad.
Hace casi tres meses que la nueva candidata a lehendakari de Elkarrekin Podemos, Miren Gorrotxategi, planteó abiertamente su disposición a desplazar al PNV del poder y trabajar una alianza de izquierdas en el País Vasco. La aspirante impulsada por Pablo Iglesias, y que se impuso en el proceso interno de la formación en Euskadi, insiste aún con esa opción. En EH Bildu no la han rechazado abiertamente y dan muestras de su entendimiento con los socialistas en el Congreso y con el Gobierno de Pedro Sánchez. Pero en las filas del PSE no están dispuestos ni siquiera a contemplarlo en el País Vasco, ni siquiera si los números dieran para ello.
Y al parecer, los números pueden dar. Tanto el Sociómetro del Gobierno vasco, publicado en marzo, como la encuesta de ETB publicada ayer otorgaban una holgada mayoría absoluta a la suma de PSE, Bildu y Podemos. En los dos casos, la formación liderada por Idoia Mendia tendría en su mano poder elegir la conformación de una mayoría de izquierdas o por el contrario la reedición de la coalición con el PNV.
A día de hoy, descartado un gobierno tripartito de izquierda, la única opción que se baraja es volver a gobernar con el PNV tras una actualización de su acuerdo. El balance que ambas formaciones hacen de su labor en coalición desde 2016 es positivo. Los socialistas no lo ocultan pero el candidato del PNV, Urkullu, tampoco. Parece además que la población también premia su gestión con un incremento en ambos casos de hasta tres escaños más en el Parlamento Vasco –según la encuesta EiTB Focus-, lo que les facilitaría la mayoría absoluta de la que ahora están necesitados.
Sin condena
Mendia ya avanzó que para ellos sería complicado entenderse con una formación que aún no ha condenado el ataque a su vivienda con la contundencia que ella reclama. Tampoco en el PSE entienden la falta de exigencia que aplica Podemos hacia la izquierda abertzale al considerar suficientes las explicaciones dadas por sus dirigentes desmarcándose de las agresiones a sedes de los partidos pero evitando una condena indubitada de los mismos. Los socialistas insisten en que a la izquierda abertzale se le debe seguir exigiendo un suelo ético mínimo en el que la reprobación de hechos como éste debe ser evidente, “no basta con un formalismo”.
Hasta el momento, además de la vivienda de la líder del PSE, las protestas en apoyo al preso de ETA en huelga de hambre, Patxi Ruiz, han sido atacadas once ‘Casas del Pueblo’ y una veintena batzokis del PNV. En ninguna de estas agresiones desde las filas de EH Bildu se ha emitido una condena de los hechos. La coalición ni siquiera accedió a la firma de una declaración institucional de condena que se planteó en el Parlamento Vasco.
En el PSE recuerdan además que romper el entendimiento con el PNV, no tendría sentido en términos de estabilidad política que requerirá el escenario político y económico futuro, ni en España, ni en el País Vasco. A nivel nacional el Gobierno de Pedro Sánchez requiere de alianzas estables y el PNV es por el momento, el apoyo más continuado del que ha disfrutado. Precisamente, el malestar suscitado en Sabin Etxea por el acuerdo con Bildu para comprometerse a la derogación de la reforma laboral, generó preocupación en Moncloa. El Ejecutivo se ha apresurado a hacer guiños al PNV para no alejarlo de su órbita de apoyos: ha reactivado la negociación para el cumplimiento del Estatuto de Gernika y ha pactado ceder la competencia para gestión de Ingreso Mínimo Vital por parte de la administración vasca y navarra asumiendo las competencias referidas al IMV de la Seguridad Social.
Cinco Gobiernos
También en Euskadi la estabilidad institucional es un valor que el PNV subraya y ahora el PSE requiere. Actualmente las dos formaciones gobiernan en coalición las principales instituciones vascas: las tres diputaciones y las tres capitales vascas, además de numerosos municipios de Euskadi. “La tranquilidad es un valor”, recuerdan, y por ello el eje de negociación a partir del 12-J girará hacia un nuevo acuerdo con los nacionalistas de Andoni Ortuzar. Tampoco parece el momento más adecuado para virar la posición del PSE. La formación ha logrado recuperarse de la pérdida de apoyos que arrastraba en los últimos años.
El lehendakari Urkullu ha sabido conectar con los de Mendia casi desde el primer momento. Cuando accedió al Gobierno vasco en 2012 lo hizo en minoría y fue incapaz de aprobar sus primeros presupuestos. En el segundo año de su primera legislatura se cerró el primer gran acuerdo PNV-PSE de la era Urkullu y según el cual los nueve escaños del PSE se ponían a su servicio para un apoyo externo al Ejecutivo. Tres años más tarde, tras las elecciones del 25 de septiembre de 2016, la maquinaria estaba rodada y dispuesta para un gobierno de coalición que ahora sostiene a Urkullu y que todo apunta a que seguirá haciéndolo tras los comicios.
Era el quinto gobierno de coalición que ambas formaciones suscribían en Euskadi. PNV y PSE han sido los aliados mejor avenidos desde la recuperación de la democracia. Los dos partidos han estado presentes en cinco de los once gobiernos. En la tercera, cuarta y quinta legislatura, desde 1987 a 1999, los socialistas gobernaron en coalición con los nacionalistas. Ahora, entre 2016 y 2020 lo han vuelto a hacer y todo apunta que seguirán así hasta 2024.
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