Después del virus llegó ese cocodrilo de Valladolid, como un dios egipcio por el Pisuerga o por el Campo Grande, comiéndose esos pavos reales de por allí como a señoritas con abanicos de ojos de Dalí. Todavía es pronto para las serpientes de verano, esas anécdotas que sustituyen a las noticias cuando todo lo que hay es carne en salmuera y el sexo de cangrejo de los veraneantes. Aún hay noticias, lo que ocurre es que no son buenas. El virus no se ha ido, los muertos se pierden por los sotanillos ministeriales y la economía nos espera para repartirnos cucharas de palo. Pero lo vamos olvidando con unos telediarios llenos de gente que bebe cerveza como la banda de Robin Hood, con Nacho Vidal haciendo chamanismo bajo la pagoda butanesa de su falo, con la gente que vuelve a pedirle la paz en el mundo al guardia municipal, y ahora con este cocodrilo, que sólo es un lagarto vestido de Coronel Tapiocca.
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