El Gobierno ha autorizado un proyecto piloto con turistas alemanes que será algo así como un proyecto lunar. Nadie ha estudiado nunca a un turista alemán en la luna, con sus calcetines como botas espaciales y su borrachera de sol sin filtrar, menos si también anda por allí el virus, mareado, tardo y caótico de gravedad como un volante de bádminton. Por fin el Gobierno hace ciencia de verdad, y no sólo cerrar con aldaba de iglesia todo el país, y malcontar infectados y muertos que les salen no ya repetidos o perdidos, sino bisiestos. Un proyecto lunar, con alemanes allí como un Popeye astronauta y el virus trompetero como un alien trompetero. Yo creo que es algo así, porque un proyecto para estudiar al turista alemán en Baleares, que es lo que se ha anunciado, es una idiotez.
Quizá el Gobierno todavía no sabe lo que es un turista alemán, las Baleares ni el virus, y ha decidido simplemente que va a mezclarlo todo a ver qué sale, algo así como la ciencia de la croqueta aplicada a la epidemiología. Esto me resulta mucho más español, así que supongo que será verdad. Los alemanes, unos 10.900, no irán a la luna con escafandra, sino a las Baleares y sin certificado médico. No se les hará ni test. Lo práctico y lo prudente sería hacerlos, pero la ciencia española consideraría un insulto a su método de la gaseosa no dejar a los guiris interactuar libremente por ahí, por si dan alguna sorpresa. Quizá el virus alemán y el español se anulan como hinchas de fútbol, por qué no. En ese caso, hubiera sido una tontería gastarse dinero en test en vez de gastarlo en redecorar la Guardia Civil. Además no hay test, así que qué más da.
Pase lo que pase, el fin del virus o un rebrote que venga de Alemania, ya lo explicará Simón como inevitable y Sánchez como inmejorable
A los alemanes no se les sacará sangre ni se les lavarán los pies, pero el Gobierno, que sólo les pondrá algún sereno si acaso, hablará de zonas verdes y de corredores sanitarios, que son palabras en sí profilácticas. A los alemanes los desinfectará la propaganda, como desinfecta una pancarta de meta el sudor del ciclista. Quizá les hagan chupar un sapo. Pero el chamanismo de Iván Redondo es superior al de Nacho Vidal y a la misma ciencia. Los test son caros, pero una nota de prensa hablando de un corredor sanitario que va de verde a verde, todo mentolado, sale por nada y parece que han pasado bajo una cascada purificadora y vivificadora de Tarzán.
Ya he dicho que esto nunca ha estado dirigido por la ciencia, sino por la política, y que sólo se manejaba una apariencia de ciencia como en un anuncio de quesos se maneja una apariencia de quesero, que es la de Simón. Simón no es un especialista, sino una abuela de fabada, y vende ciencia como fabada, a ignorantes de la ciencia como a ignorantes de la fabada. Al Gobierno toda la ciencia de la pandemia se le queda como de granja o de zoo. Nos montan el zoo en casa con arena de gato, o en los hospitales con camas como iglús, o en la calle con cocos y sombrajos, o en una isla como de alemanes de Jurassic Park. Se monta el zoo y luego se va apuntando lo que pasa en un cuaderno como de Félix Rodríguez de la Fuente, con sus pájaros de mango de bastón.
Ésa ha sido nuestra ciencia de granja, apuntar lo que pasaba, los infectados como gallinas cluecas y los muertos como huevos cascados. Luego, se adornan los números y sale Simón como un partero de terneritos, envuelto en paja y placenta, a decirnos lo que ha pasado pero, sobre todo, que no ha podido pasar de otra forma. Es la ciencia inútil, la ciencia forense, la ciencia de lo pasado, tan parecida a la política que es política. Fíjense que tenemos un centro de alertas sanitarias que no ha alertado de nada, sólo nos contaba lo que había pasado la semana anterior. Todo lo que dijo Simón sobre el futuro, siempre con su pinta de sombrerero loco, ha resultado erróneo: desde que íbamos a tener uno o dos contagios a que las mascarillas eran inútiles o hasta esnobs.
Llegan los alemanes ya en pelota y es porque esto ha terminado, insisto. Van a abrir todo, los aeropuertos y los grifos, las ramblas adoquinadas de chanclas y los chiringuitos de sangría sospechosa. Sánchez ha visto que podemos soportar oscuros zigurats de ataúdes pero no aguantaríamos el hambre, así que va a por todo. Se han inventado a Simón como a un Don Pimpón médico, se han inventado los relatos de la enfermedad y del material según lo que tenían o no, y ahora se inventan protocolos para la desescalada y para el turisteo de pies sucios que no son protocolos, sino películas y yincanas. No vamos a ver alemanes en la luna como no hemos visto, antes ni ahora, un Gobierno guiado por la ciencia. Pasará lo que pase, la recuperación en uve o el batacazo del Coyote, el fin del virus como el fin de un carámbano o un rebrote que venga de Alemania, de Galapagar o de Marina d’Or. Pase lo que pase, ya lo explicará Simón como inevitable y Sánchez como inmejorable.
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