Madrid perderá en los próximos meses otro de sus comercios más emblemáticos y con más solera. La papelería Salazar, situada en la calle Luchana en el barrio de Chamberí, bajará la verja próximamente después de 115 años de historia. La jubilación de sus dos dueñas, la falta de relevo en la familia y las malas perspectivas económicas por el coronavirus y la competencia pondrán fin a uno de los lugares que lo han visto todo en el último siglo.
"Esto se acaba", dice a Ana Martínez Salazar, dueña de la tienda junto a su hermana Fernanda. Habla con la mascarilla puesta y los ojos vidriosos detrás del mostrador en el que lleva décadas atendiendo. Las dos han decidido jubilarse y nadie en su familia quiere seguir con la tradición. "Se dedican a otras cosas", cuentan las hermanas, que buscan ahora algún inversor que quiera mantener el negocio. Si no, dentro de poco tiempo será un Starbucks. O quizás un Burger King.
Tal vez el destino de este local no sea una cadena de comida rápida, pero Madrid perderá sí o sí otro pequeño pedazo de su historia. Como en los últimos años con los cierres del Embassy de la Castellana o con el de la Cafetería Santander de la Plaza de Alonso Martínez. Parece que cada vez queda menos hueco para lo tradicional en una ciudad cada vez más cosmopolita. Cada vez más negocios impersonales, cada vez menos comercios clásicos, de esos que pasan de generación en generación sin perder las esencias.
Cuatro generaciones de estanco a papelería
La aventura de la familia Salazar en este local empezó en 1905, cuando Quintina, que era viuda de militar, abrió un estanco. A la venta de tabaco se fueron incorporando otra serie de productos de papelería y poco a poco las plumas y la tinta le ganaron el terreno a los cigarrillos.
Unos años antes de la Guerra, el negocio ya era puramente de papelería. Tras la contienda, el negocio pasó de Quintina a su hija Elena en 1948 y con ella al cargo se instaló una imprenta en la trastienda en los años 50. De aquellos años, cuando se amplió el negocio con la compra de un local adyacente, son también los muebles que todavía decoran la tienda. Elena era una apasionada de la papelería y todavía la veía con más de 80 atendiendo a sus clientes.
Sin embargo, la llegada de las nuevas tecnologías, la impresión digital y el boom de las compras online han supuesto durísimos rivales para la subsistencia de una tienda artesanal que ha llegado a servir al Rey Juan Carlos I y a la productora de Cuéntame para recrear el ambiente de la España antigua. En 1991, la Asociación de Empresarios de Papelería y Objetos de Escritorio de Madrid reconoció su labor y dilatada experiencia con la Insignia de Oro.
En su escaparate ahora conviven recortables de hace décadas con plumas estilográficas únicas y libros infantiles. Pero el negocio hace tiempo que pasó de las tiendas a las webs. Según han contado las propietarias a la agencia EFE, "desde hace un año" la Papelería Salazar está en pérdidas, "hundida" por la venta electrónica y el comercio asiático. Además, el coronavirus "ha influido muchísimo".
"Eso nos ha arruinado. Si no, a lo mejor hubiésemos tomado otra determinación", asegura Ana entre libros, cuadernos y bolígrafos que te teletransportan a otras épocas. Objetos algunos casi de museo, sin un lugar privilegiado en la era digital.
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