Carles Puigdemont acaricia la idea de ser otra vez candidato a la presidencia de la Generalitat aunque sea con carácter simbólico. Desdibujado por la crisis del coronavirus, el vecino de Waterloo no ceja en su empeño por mantener el protagonismo político catalán, aunque sea a costa de haber dinamitado todo el espacio que ocupó Convergencia, ahora fragmentada y enfrentada por el poder en ese espacio y la elección del candidato "efectivo" que juegue el mismo papel que ha desempeñado hasta ahora Quim Torra.

En JxCat -desde los sectores más oficialistas del PDeCat a los independientes más ultramontanos captados por el propio Puigdemont- nadie duda de que el ex president es la mejor baza electoral del espacio para plantar batalla a ERC, y la cuestión ahora es ver quien ocupa ese papel de "candidato efectivo" que aspire a ocupar la presidencia de la Generalitat. Puigdemont seguiría liderando el partido desde Waterloo, pero en ningún caso va a renunciar a la inmunidad y demás prebendas que le aporta el acta de eurodiputado.

La división en el seno del partido heredero de Convergencia derivará, con toda seguridad, en el cisma y la presentación de un nuevo partido con Puigdemont como líder y cabeza de cartel indiscutible, y la reivindicación del 1-O como principal argumento. Los neoconvergentes, por su parte, amenazan con presentarse con las siglas de JxCat, registradas legalmente por ellos como coalición de PDeCat y Convergencia, lo que provocará una arriesgada división del voto soberanista.

Además, incluso antes de contemplar esa fractura los cálculos de Puigdemont chocan de frente con las encuestas de intención de voto. Nadie duda de que el ex president tiene "gancho electoral". Se lo reconocen hasta sus adversarios de ERC, pero los sondeos le sitúan tan lejos de los independentistas republicanos que no quiere arriesgarse "a perder frente al partido de Oriol Junqueras", explican fuentes de esta formación política. Pertrechado en el espejismo de que sigue siendo el presidente legítimo y en el exilio de la Generalitat, el adelanto electoral, inevitable y ya anunciado por Torra, a falta de ponerle fecha, le puede dejar fuera de juego si Pere Aragonès, que encabezará la lista de ERC, le gana la partida electoral.

Fuentes de ERC aseguran manejar sondeos internos en los que sacan hasta 10 escaños más que JxCat. Y que si bien las encuestas autonómicas de 2017 también les daban una ventaja demoscópica que luego no se cumplió, -dado que Puigdemont ganó aunque tan sólo por dos escaños más-, en todas las consultas electorales posteriores "hemos aventajado" a los herederos de la extinta Convergencia, aducen.

Efectivamente. ERC fue la primera fuerza política en Cataluña en las elecciones generales tanto el 26 de abril como el 10 de noviembre del año pasado. También en las municipales de mayo, donde agrandó su ventaja con respecto a los socios de Gobierno en la Generalitat. La pérdida de terreno en las municipales debilitó la posición de Puigdemont, pero el espacio que lidera está divido sobre todo por la pretensión del ex president, Jordi Sánchez y los ex consejeros en prisión de que el partido se diluya en una nueva formación en la que todo ese poder territorial quedaría bajo mando directo de Jordi Sánchez, un político de izquierdas, en las antípodas de muchos alcaldes ex convergentes en materias como sanidad, educación o servicios sociales.

Perder la hegemonía política del independentismo puede cambiar de forma radical el escenario, no sólo en este territorio sino en el conjunto de España en caso de que se impusiera el posibilismo de Junqueras por encima de la unilateralidad de Puigdemont y Torra.

Moncloa espera que ERC dé el sorpasso a Puigdemont

Este es el escenario que acaricia también Moncloa. El independentismo volverá a pactar en caso de sumar mayoría absoluta, muy probablemente con el concurso de la CUP, tal como avanzó la portavoz de ERC, Marta Vilalta, en una entrevista con El Independiente.

Pero sería Aragonès el nuevo inquilino del Palacio de la Generalitat. Se trata de la persona con la que la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, tiene más engrasada una vía de diálogo en la que también ha intervenido ocasionalmente el propio Pedro Sánchez. Cambiar a Torra por Aragonès sería para el Gobierno el mejor de los escenarios posibles.

Y aunque en principio la intención de Hacienda es presentar los Presupuestos ante la Cámara una vez pasadas las vacaciones de verano sin esperar a que se aclare el panorama político catalán, no es descartable que la negociación de las nuevas Cuentas del Estado para 2021 se alargue hasta finales de año para dar tiempo a que los independentistas republicanos puedan facilitarlas. No obstante, Moncloa está preparando el terreno para una "plan b" que pasaría por intentar la abstención de Ciudadanos.

Calendario electoral

No hay que olvidar que el calendario catalán sigue siendo una incógnita que sólo Puigdemont y Torra pueden despejar. Algunos sectores de JxCat abogan por una convocatoria en otoño, aprovechando la emotividad de la Diada y el aniversario del 1-O, sumado a la más que probable inhabilitación de Quim Torra. La imagen de Torra como una nueva "víctima de la represión española" sería una baza electoral de indudable peso entre el electorado independentista.

Pero para eso, Puigdemont debe doblegar primero la resistencia de David Bonvehí y la ejecutiva su ex partido -el PDeCat- a disolverse en su nuevo proyecto político. Tanto la marca electoral como los beneficios de haber ganado las anteriores elecciones -en términos de recursos electorales, subvenciones y espacios de propaganda oficial- y la estructura territorial pertenecen al PDeCat, por lo que el cisma tendría consecuencias nefastas para ambos sectores. El PDeCat está ahora mismo partido en dos, entre los fieles a Bonvehí y los partidarios de Puigdemont, y hasta que no se resuelva esta batalla no se definirá el calendario electoral ni la candidatura de JxCat que liderará, si no hay ruptura, Carles Puigdemont.