Entraron en su casa por la noche y Gustavo Castro estaba allí. "A mí me hirieron y me dieron por muerto, a Berta la asesinaron". No necesita muchas palabras este activista mexicano para relatar los hechos que vivió cuando estaba en Honduras haciendo una asistencia técnica en la organización de Berta Cáceres el 3 de marzo de 2016.
La simpleza y la crudeza van parejas, en la narración que acompaña al activismo hondureño, con su lejanía y el desconocimiento de su existencia. Por si no alcanzamos a recordarlo, su hija, Laura Zuniga, que está en España para recibir de Greenpeace el premio Artemio Precioso en nombre de su madre, nos pone en contexto: "En Honduras hubo un golpe de Estado y desde entonces se han hecho concesiones a empresas nacionales e internacionales. Allí se anteponen los intereses económicos a la vida".
Por eso alguien decidió matar a su madre, porque su activismo estaba poniendo en riesgo la ejecución de la presa de Agua Zarca, una infraestructura que afectaba directamente a territorios indígenas.
Berta Cáceres era una mujer indígena lenca y la defensora de los derechos humanos más conocida en Honduras, llevaba décadas defendiendo el territorio y los derechos de su pueblo. En 1993 co-fundó el Consejo Cívico de Organizaciones Indígenas Populares (COPINH), organización con la que se opuso a proyectos de explotación que afectaban al territorio lenca y al medio ambiente. En 2015, recibió el Premio Goldman, conocido como el Nobel Verde, por su labor.
Pero su popularidad no evitó que fuera asesinada, más bien, considera su hija, fue por eso que la mataron: "Berta Cáceres era un símbolo, representaba a una organización, a un pueblo. Cuando se busca asesinar a mi madre, se busca asesinar ese símbolo de lucha, de rebeldía", asegura Zuniga.
Pero sus asesinos consiguieron el efecto contrario, convirtiendo a Berta en un "símbolo que nos sigue incitando a imitarlo, a pensar nuestro futuro, a seguir soñando. Y a seguir enfrentándonos a las diversas empresas que atentan contra nuestra vida y la vida del planeta", mantiene. Pero lo peor para su hija es vivir con la impunidad, con la ausencia de justicia en un proceso abierto que, según narra, la policía hondureña primero señaló a sus compañeros de organización como sospechosos.
Zuniga pide a la comunidad internacional que no sea cómplice con el gobierno de Honduras que no respeta los derechos humanos ni las libertades de sus ciudadanos. Y denuncia que las ayudas que reciben del exterior legitiman y hacen cómplices a los países de la Unión Europea. Ayer, según Efe, el presidente hondureño informó tras su visita a Washington de la entrega de dos préstamos por un monto de 942 millones de dólares: uno del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de 632 millones de dólares, y el segundo del Banco Mundial (BM) por otros 310 millones.
El activismo es peligroso
En 2015 fueron asesinados 185 activistas medioambientalistas en el mundo, según la organización Global Witness. Pero estos datos se quedan cortos, como explica Laura Furones, representante de esta organización, son sólo de 16 países "en los que nosotros hemos podido controlar, y sólo de los que tenemos datos, casos que se han denunciado y que hemos podido corroborar, documentados por nosotros y por organizaciones sociales en los países. Hay muchas muertes que no conocemos y otras que no incluimos porque tenemos alguna duda y por eso no los contabilizamos. Los 185 es un mínimo absoluto, es la punta del iceberg”.
Asesinatos como el de Berta se clasifican como si fuera una reyerta o un crimen pasional y se camuflan
Laura Furones asegura que debemos estar muy agradecidos a estos activistas porque "luchan por todos nosotros cuando luchan por el planeta". Para Furones las organizaciones de activistas de países como Honduras tienen muchos problemas para lograr que alguien les escuche y casos de asesinatos como el de Berta se "clasifican como si fuera una reyerta o un crimen pasional, se camuflan", concluye.
El presidente de Greenpeace en España, Mario Rodríguez, pone de relieve el activismo en países como el nuestro, donde considera que "sí es efectivo denunciar a empresas que participan en proyectos que van contra su responsabilidad social corporativa y se les daña su imagen y credibilidad", asegura. Es por esta razón que el caso de Berta Cáceres se ha hecho tan paradigmático, por el eco internacional de su muerte y, como dice su hija, porque por el mundo "hay muchas Berta Cáceres, y muchos hijos de activistas asesinados".
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