Hace un mes que terminó el estado de alarma y esto es lo que hay. Cataluña parece una fiesta sifilítica de romanos mientras la Generalitat inicia guerras de viejo cerumen contra los Borbones y saca corriendo a los condenados del procés como a turistas en carro de mano chino. Sobre la epidemia pasa la sombra ancha y absolutoria de pagoda de estos héroes, que en Junqueras ha ganado una solemnidad budista y chiclosa, como de Buda rosa. El virus se acepta como un gambón pocho, pero volvemos a tener procés, trenes parados, boicot a la Corona y a Torra con su antorcha de catacumba, ahí acusando a la monarquía, a Madrid, a la voluptuosidad de regenta de Ayuso, que está controlando mejor al bicho sin playa y sin mitologías.

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