"Enterradme en el río / cerca de una garza blanca. / Lo otro ya será mío/ Y aquel corriente libre / que yo, pasando, pedía,/ será patria recuperada. / El éxito del fracaso. / La gracia de la llegada. / La sombra-en-cruz de la vida / bajo este sol verdadero / tiene la medida exacta / de la paz de un muerto... / ¡Y el tiempo es eternidad / y toda ruta ya es puerto!
El pasado sábado 8 de agosto falleció a 92 años de edad uno de los máximos exponentes aún vivos de la Teología de la Liberación, el obispo emérito de la prelatura territorial de San Félix en el estado brasileño de Mato Grosso. Se trata de Pedro Casaldáliga, catalán de origen y, según él mismo, nacionalizado brasileño “por la pasión, por la malaria y por el cariño del pueblo”.
Como era su deseo, dom Pedro ha sido enterrado bajo un árbol, a la orilla del río Araguaia, en San Félix. Pedro Casaldáliga nació en 1928 en el seno de una familia conservadora y religiosa en un pequeño pueblo de la provincia de Barcelona y pronto se decantó por la vocación religiosa y misionera. Fue en 1968 cuando cruzó el Atlántico, y lo hizo para responsabilizarse de una misión claretiana en la región amazónica de la Araguaya.
Su llegada a Brasil coincidió con la celebración de la Conferencia de Obispos Latinoamericanos (CELAM) realizada en Medellín, donde se debatieron a nivel regional los temas abiertos en el Concilio Vaticano II y, con un especial énfasis, aquellos vinculados a con la desigualdad y la pobreza a los que consideraron “una realidad de pecado”.
Era el inicio de la Teología de la Liberación en la región, que supuso un cambio de posición de la Iglesia Católica en América Latina, institución que habitualmente había estado al lado de los poderosos.
Siempre estuvo presente y ejerciendo testimonio en un territorio, el amazónico, en el que la presencia del Estado era nula y donde el poder residía en los latifundistas
En todo este universo -el de la Teología de la Liberación – siempre estuvo siempre presente Casaldáliga de forma activa y ejerciendo testimonio. En su caso en un territorio, el amazónico, en el que la presencia del Estado era nula y donde el poder (impune) residía en los latifundistas a costa de las tierras, el agua, los derechos y las vidas de los campesinos y los indígenas. Su oposición a tal orden de cosas fue tan firme que a resultas de ello sufrió más de un intento de asesinato, destacando uno en 1976 en el que falleció un compañero suyo al confundirlo con su persona.
La posición de Dom Pedro respecto a su labor pastoral siempre estuvo clara, y desde el mismo día de su ordenación episcopal en 1971 denunció la realidad con un documento titulado Uma igreja na Amazônia em conflito com latifúndios e marginalização social. Pero sus tareas no se circunscribieron a su diócesis, sino que estuvo presente en decisiones de gran trascendencia para el Brasil, como en la fundación del Conselho Indigenista Missionária (conocido como la CIMI) o en la redacción de la Pastoral da Terra.
Al igual que muchos otros exponentes de la Teología de la Liberación, Casaldáliga también fue muy activo escribiendo, aunque no se destacó por elaborar tratados teológicos, si no por una prosa sencilla vinculada al testimonio de fe y de lucha, y por sus libros de poemas. Eran estos temas de los que a menudo hablaba cuando daba alguna charla: el ecumenismo, la labor de las comunidades eclesiales, y la poesía.
De ello fui testimonio en 1996 en la Universidad Centroamericana de Managua. Poder verlo en Nicaragua fue un privilegio, ya que desde su llegada a Brasil nunca más viajó a su pueblo natal ni a Europa (con la excepción de una visita al Vaticano), a pesar de siempre estuvo muy presente en España a través las parroquias católicas de base y, sobre todo, a través la red de colectivos que desde 1992 elaboraron la “Agenda Latinoamericana”.
El Papa Juan Pablo II lo convocó en 1988 al Vaticano para recriminarlo, hecho que le dolió, pero atribuyó a la lejanía existente entre la Ciudad del Vaticano y la selva amazónica
Con todo, a pesar de su predicamento, el ascendente de Casaldáliga y de la Teología de la Liberación fue languideciendo a partir de los años 80 con la llegada al Vaticano de Juan Pablo II y la presidencia de Joseph Ratzinger a Congregación para la Doctrina de la Fe. El mismo Papa le convocó en 1988 al Vaticano para recriminarlo, hecho que dolió a Casaldáliga, aunque lo atribuyó a la lejanía existente entre el Estado de la Ciudad del Vaticano y la selva amazónica.
A los 75 años Casaldáliga renunció al obispado pero continuó viviendo en su humilde diócesis que pronto se convirtió en un lugar de peregrinación por la cantidad de visitantes que se desplazaban a Sao Félix de Araguaya a visitarlo para conversar y compartir su testimonio.
Su figura fue creciendo. Sin embargo, a pesar de la ascendencia de su figura, a día de hoy en Brasil (y en muchos lugares de América Latina) la incidencia política de la religión no la ejerce la Teología de la Liberación ni sus postulados, sino las iglesias evangélicas desde posiciones ultraconservadoras y a menudo reaccionarias. La llegada de Jair Bolsonaro a la Presidencia del país da cuenta de ello.
Salvador Martí i Puig es catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Girona.
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