Ya pueden el Gobierno y sus terminales mediáticas intentar, con una torpeza insuperable, colocar sobre la cabeza de la Casa del Rey la decisión de no haber acudido el viernes pasado a presidir el acto solemne de la entrega de despachos a los nuevos jueces que se celebraba como todos los años en la Escuela Judicial que tiene su sede en Barcelona, que el intento no tiene cabida ni en la lógica, ni en la tradición, ni en el sentido institucional que acompaña todas las actuaciones del Rey Felipe. Estamos hablando de un acto en el que se representa, a través de los nuevos jueces, el encaje del Poder Judicial, uno de los tres poderes del Estado, en la arquitectura constitucional presidida por el Rey en nombre del cual de ahora en adelante estos jóvenes jueces impartirán justicia.
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