Como todas las separaciones, los divorcios pueden ser pactados, amistosos o traumáticos. Los divorcios suelen ser cosa de dos, aunque la mayor parte de las veces intervengan más actores. Desde sus orígenes, en 1906, la marca que presume de fabricar los mejores, los más perfectos automóviles del mundo también fue cosa de dos. Rolls-Royce es obra del tesón de dos hombres, Charles Stewart Rolls y Frederick Henry Royce, que compartieron protagonismo a partes iguales en tan ambiciosa empresa.
Rolls era un millonario al que le gustaban mucho los deportes con una enorme afición a los automóviles y por el mundo de la aviación. Paradójicamente, Royce procedía de una familia muy humilde. Hijo de un modesto molinero, quedó huérfano a muy temprana edad, lo que le obligó a trabajar muy duro en diversos oficios, desde repartidor de telegramas a vendedor de periódicos, pasando por electricista en la empresa encargada del alumbrado público de Londres. Pero alcanzo la meta que se propuso, graduarse en ingeniería.
El Silver Ghost, primer Rolls-Royce, ya lucía el característico radiador inspirado en el Partenón
Ambos emprendedores debutaron en la fabricación de automóviles con el Rolls-Royce Silver Ghost, entrando por la puerta grande en la historia del automovilismo. Con el Silver Ghost empieza toda una saga de modelos que adoptarían nombres que hacen alusión a los espíritus o fantasmas: Phantom (fantasma), Wraith (espectro) o Spirit (espíritu). Espirituales, etéreas denominaciones que se convirtieron en una tradición con el paso del tiempo en clara alusión al funcionamiento sedoso e inaudible de estos vehículos, en claro contraste con el palpable lujo y la perfección que desde el primer momento se convirtieron en sus señas de identidad. Este primer Rolls ya lucía el característico radiador inspirado en las formas del Partenón, un señorial elemento en el que todavía faltaba la famosa dama alada.
Tan famosa como la propia marca es la estatuilla que corona la calandra. Tiene su propia y romántica historia. Responde a varios nombres: dama alada o señora voladora (Flying Lady), Emily, Espíritu del Éxtasis o la Victoria de Samotracia. Aunque en principio era un elemento opcional, se empezó a utilizar en todos los coches a partir de 1920. La dama alada esconde una romántica historia de amor, un amor secreto a la vez que imposible entre un noble, John Walter, y su secretaría, de madre española, Eleanor Velasco Thornton.
Walter encargó a su amigo, el escultor Charles R. Sykes, esculpir una estatuilla para el capó de su Rolls. Sykes utilizó como fuente de inspiración a una modelo y actriz de la época, la propia señorita Velasco. Esta estatuilla, que tiene forma de mujer inclinada hacia delante y que extiende sus brazos hacia atrás, recibió el nombre de Flying Lady debido a que la tela que sujeta sobre su espalda recuerda la forma de unas alas. Pero a su vez Sykes recibió el encargo de la propia Rolls-Royce de evocar en la figurilla la belleza de Niké, la diosa victoria, cuya representación más conocida es la Victoria de Samotracia, una figura femenina con alas.
Matrimonio por todo lo alto
En 1931 se celebra un matrimonio por todo lo alto. Rolls-Royce adquiere la firma automovilística Bentley, que atravesaba serias dificultades económicas derivadas de la Gran Depresión. Bentley, fundada en 1919 por Walter Owen Bentley, tenía un brillante palmarés deportivo, había ganado cinco veces las 24 Horas de Le Mans y en cierta forma era rival de Rolls-Royce. No en vano, el lema de Walter O. Bentley, “construye un buen coche, un coche rápido, el mejor de su clase”, coincidía demasiado con la filosofía de Rolls de buscar la perfección. Y es que detrás de toda unión siempre hay algún tipo de interés, no todo es amor. Pero lo cierto es que esta unión, pese a ese interés inicial de Rolls por comprar Bentley para neutralizar a su competidor, fue muy fructífera. Duraría 72 años, aunque no exentos de dificultades. A lo largo de este dilatado periodo ambas marcas, la de la dama alada y la de la “B” alada, convivieron en perfecta armonía.
En cierta forma se complementaban. Rolls quiso mantener el carácter deportivo de los Bentley, pero les supo transmitir sus característicos valores como, el lujo y la pasión por el refinamiento. Desde 1931 ambas marcas disponían de modelos similares o equivalentes, diferenciándose la mayor parte de las veces por la máscara de sus radiadores. Rolls remataba la parte superior del radiador en forma de clásico frontón para servir de señorial apoyo a la dama alada, mientras Bentley presenta dicha parte ligeramente curvada, lo que le confiere una imagen más deportiva no exenta de elegancia. A pesar de estas similitudes ambas firmas supieron cual era su posición, cada una adquirió su propia personalidad con la intención de dirigirse a una clientela bien distinta. Un Rolls es más de chófer, posiblemente invite a su propietario a viajar en las plazas posteriores, mientras la vocación deportiva de Bentley incita a tomar el volante.
Vientos de divorcio
Vientos de divorcio soplaban sobre tan feliz pareja en 1998. Divorcio en el que intervinieron otros actores. Hubo ruptura porque aparecieron unos adinerados pretendientes germanos, BMW y el Grupo Volkswagen, que sembraron de dudas la pacífica convivencia de tan ilustre pareja británica. En 1998, el propietario de la marca de automóviles Rolls-Royce (Vickers) decidió ponerla en venta. El Grupo Volkswagen lanzó una oferta que mejoraba la de BMW, a priori mejor posicionada para la compra puesto que ya tenía un acuerdo para suministrar motores a Rolls y a Bentley.
De este periodo son el Rolls-Royce Silver Seraph, propulsado por un motor BMW de 12 cilindros en V y 5,4 litros, y el Bentley Arnage, motorizado por un V8 biturbo de 4,4 litros también de procedencia BMW. Pero la guerra entre los dos titanes germanos estaba declarada, tomando cada uno sus mejores estrategias para ganarla. El Grupo Volkswagen adquirió los derechos de la dama alada y del diseño de la parrilla del radiador, sin embargo Rolls-Royce PLC, el fabricante de motores de aviación, decidió vender las patentes y el logotipo de Rolls-Royce a BMW. Ante esta tesitura los belicosos alemanes optaron por llegar a un amistoso acuerdo. Desde 1998 hasta 2002, BMW suministraría motores a Volkswagen, permitiéndole el uso del nombre de las dos marcas británicas, pero a partir de 2003 Rolls-Royce pasaría a manos de BMW mientras Bentley seguiría dentro del Grupo Volkswagen.
Al final en esta incruenta guerra triunfó la cordura. Al fin y al cabo una pareja es cosa de dos, no de tres. El largo matrimonio entre Rolls y Bentley se empezó a tambalear ante la aparición de tan apuestos pretendientes, para terminar en un divorcio de conveniencia que tuvo como consecuencia el nacimiento de dos nuevas parejas. Tanto Rolls de la mano de BMW como Bentley de la de Volkswagen afrontan un brillante futuro. Actualmente están viviendo una auténtica época dorada en la que su funden la tradición británica y el rigor germano. Construcción artesana conviviendo en perfecta armonía con la más sofisticada ingeniería automotriz.
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