Vamos a tener una Fiesta Nacional o un Día de la Hispanidad sin fiesta, sin nación y sin hispanidad. A unos les duele más una cosa y a otros, otra, pero el caso es que si vemos este 12-O a alguien con ramito de flores o de banderas ya no tenemos forma de saber qué está celebrando o quién se está casando. Lo único que sabemos es que Sánchez sí se celebra continuamente, siempre parece que acaba de ganar la Olimpiada de sí mismo, hablando como un nadador con la medalla, todavía mojado, con charquito de gloria. Pero el resto del país tiene poco que celebrar, entre un día que ya no tiene significado y el bicho que no cesa. Si acaso, pasearemos la camiseta de Nadal, que es como una bandera mojada de tierra de labranza más que de batalla. Aquí sólo se permite la nación deportiva, o la de los socios de Sánchez. Para los demás, ni fiesta, ni nación ni hispanidad.
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