De Fort Monroe a Shirley Plantation hay unas 70 millas en línea casi recta. El viaje arranca frente a la inmensidad del Atlántico, en un extremo de la Bahía de Chesapeake, y se adentra hacia el corazón de Virginia bordeando el Río James. Para alcanzar el final del trayecto hay que cruzar decenas de explotaciones agropecuarias. De hecho, el punto de destino es una de ellas.
El entorno rural que rodea a Shirley Plantation es digno de una localización cinematográfica. Tiene una antigua casa colonial, jardín y largas praderías. Y ostenta el récord de ser la empresa más antigua aún en funcionamiento de Estados Unidos. Según la consultora especializada Business Financing, fue inscrita en 1638. Sólo hay una empresa todavía viva más vieja en Norteamérica: la Casa de la Moneda de México (1534).
Shirley Plantation es una finca de película con un inicio de lo más tenebroso. Que la postal de la mansión y sus alrededores recuerden a alguna escena de Lo que el viento se llevó responde a la explicación más obvia: en la plantación trabajaron cientos de esclavos durante más de 200 años. No sólo eso: Shirley ostenta otro récord mucho más sombrío: está entre las primeras fincas de EEUU que usaron a humanos como bestias.
La esclavitud entró en las antiguas colonias británicas por la puerta de Virginia. O, para ser más exactos, por Fort Monroe, la localidad que da inicio a este viaje por el tiempo. Entonces ni siquiera respondía a ese topónimo. Se conocía como Point Comfort y no figuraría en ningún libro escolar estadounidense de no ser porque allí desembarcó la primera nave con mercancía humana, apta para su venta.
Según los registros de la época, el barco llegó a puerto en 1619. Se llamaba White Lion y traía a –literalmente- “veintitantos” esclavos capturados en el Reino de Ndongo (la actual Angola). La lacra de la esclavitud ya estaba asentada entonces en el Caribe y Suramérica, pero no había echado a andar en el norte del continente, colonizado por los británicos.
En EEUU se considera que esa veintena larga de africanos abrieron oficialmente la era de la esclavitud en Norteamérica. El primer suelo que pisaron muchos de ellos fue el de Point Comfort. Ahí, tras el infierno de la travesía atlántica, emprendía otro camino penosos hacia las plantaciones.
A la de Shirley Plantation llegaron en la década de 1620. Las tierras habían empezado a cultivarse siete años antes por colonos al mando de un barón inglés. Sir Thomas West había viajado a la colonia con el encargo de producir el tabaco. Y en Virginia, el terreno ofrecía condiciones inmejorables para cultivar y secar la planta que más tarde se fumaría en hogares y tugurios de Londres.
Según los propios registros de la plantación, los primeros esclavos negros llegaron en 1622. La finca fue ampliando sus límites y, en 1638, una parcela fue concedida por la Corona Británica a un promotor agrícola llamado Edward Hill. A partir de ese momento, Shirley Plantation quedó constituida como empresa. Arrancaba un negocio que aún hoy dura.
"El trabajo de los esclavos era esencial para el funcionamiento de la plantación. Los afroamericanos mantenían los campos, recogían las cosechas, limpiaban, cocinaban y proporcionaban todo tipo de mano de obra calificada, como la carpintería, la albañilería y la herrería", recuerda un documento de AfroVirginia, un proyecto de la organización Virginia Humanities, que se dedica desde hace medio siglo a explorar el pasado histórico y cultural del estado.
En su investigación sobre la plantación, AfroVirginia halló la primera mención a los esclavos. Alguno de los empleados dejó escrito que en 1622 habían muerto en la finca once hombres, incluido "one negar". Una vez que Shirley Plantation se constituyó como empresa, la producción empezó a fluir a golpe de látigo.
Los esclavos fueron entrando -y muriendo- según avanzaban las décadas hasta alcanzar, según AfroVirginia, un máximo de 193 censados en 1783. "Cuatro años más tarde, el impuesto a la propiedad personal de Virginia enumeró a Charles Carter como propietario de 35,108 acres de propiedad y 785 esclavos distribuidos en diez condados", recuerda el trabajo de AfroVirginia.
Era la época del boom de la esclavitud en la colonia. Los cálculos oficiales apuntan a que desde la entrada de los primeros "veintitantos" al año 1725 entraron por la Bahía de Chesapeake más de 42.o00 africanos. Medio siglo más tarde, la cifra se había duplicado hasta superar los 127.000.
Aquel terrateniente, ascendiente de los actuales propietarios, llegó a ser el mayor propietario de esclavos de Virginia a finales del siglo XVIII. Charles Carter, esclavista convencido, tuvo la mala suerte de tener un hijo crítico con aquella práctica, institucionalizada y totalmente asumida por la sociedad colonial desde hacía casi dos siglos.
Se llamaba Robert y fue el primero de los Carter que se atrevió a tener algún gesto con los trabajadores cautivos. En su testamento dejó escrito que las familias de esclavos no deberían separarse si sus hijos troceaban la finca tras su muerte. "Desde el momento más temprano en el que pude distinguir el bien del mal, sentí un gran pesar por la trata de esclavos y todas sus bárbaras consecuencias", escribió a sus hijos en un carta que aún se conserva en el archivo familiar. Lo gestiona la Fundación Shirley Plantation, una organización creada por los dueños. Con ella pretenden luchar por la igualdad racial aportando luz sobre su propio -y tenebroso- pasado.
La gestión de Shirley Plantation siguió cambiando de manos con los años, pero siempre permaneció bajo el control familiar. La mansión -que hoy puede visitarse como museo- fue testigo de los acontecimientos convulsos que dieron forma al país. Primero, la lucha por la independencia con los colonizadores (entre 1775 y 1783). Y, no muchos años después (de 1861 a 1865), la guerra civil que desangró a la nación recién creada por el choque entre quienes combatían la esclavitud y quienes estaban orgullosos de aplicarla.
En AfroVirginian tienen documentado que decenas de esclavos huyeron de Shirley durante la guerra, "con la esperanza de obtener la libertad con los ejércitos de la Unión". La última huida tuvo lugar en 1864 porque, un año más tarde, se ratificó la Decimotercera Enmienda y se abolió la esclavitud. Para aquellas fechas, el número de afroamericanos esclavizados en todo el país rondaba los cuatro millones.
Los antiguos esclavos que siguieron trabajando en la plantación de Shirley pasaron a ser empleados contratados. Lograron por primera vez derechos, pero tardaron mucho en lograr el respeto. Las primeras familias de color libres en aquella finca jamás podrían imaginar que un día -en 2007- el Estado de Virginia pediría oficialmente perdón por la esclavitud. Tampoco, que sus antepasados tendrían una placa de recuerdo en Fort Monroe, junto al mar, justo en el lugar donde desembarcaban encadenados.
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