El realismo social es una corriente cuyo propósito es poner el acento en problemáticas sociales existentes, abordándolos en el arte como una cuestión social. El pintor valenciano Antonio Fillol (Valencia, 1870 - Castellnovo, 1930) desafió a su época con gran cantidad de escenas, paisajes y costumbres del pueblo valenciano de finales del siglo XIX y principios del XX. Aportó una mirada que transgredió los principios morales estos años, en especial, en lo que se refiere a la figura de la mujer.
Sus pinturas inmortalizan problemas que preocupaban a la sociedad de la época, pero también nos siguen preocupando a día de hoy. Más allá de las similitudes técnicas y estilísticas, es quizá la principal diferencia de los pintores de su generación. Trasmitir la preocupación por los problemas del momento convierte su caso en casi periodismo: con revueltas, manifestaciones sociales y otras problemáticas. Sus obras nos soliviantan a día de hoy, es algo más que una manifestación estética.
La obra del pintor valenciano —que fue discípulo de Ignacio Pinazo— puede conectar con la sensibilidad, el gusto, las inquietudes y reivindicaciones sociales del presente. La gran mayoría de sus lienzos denuncian la explotación humana, la humillación, la violencia contra la mujer y las miserias en general. Además representa muy bien la transición del naturalismo al modernismo, según sostiene Javier P. Rojas, codirector y fundador de la Cátedra Pinazo, experto en su obra.
"La gente responde a su obra porque inquieta, hace pensar", afirma Ignacio Gómez, bisnieto del pintor. "La gente se pregunta por qué estuvo censurada en su momento, porque hoy en día tiene estos mismos problemas y tiene mucho interés para los espectadores". Ignacio afirma que Fillol estudiaba mucho la ejecución de sus cuadros, leía mucho sobre ellos hasta que los conseguía plasmar. Antonio Fillol no quiso dedicarse a la pintura lucrativa o pintura fácil de otros pintores, se aferró a sus ideales y su forma de entender la pintura hasta el final. "Es un caso casi único en el panorama de su tiempo", expone Rojas.
Más vanguardista que Sorolla
Fillol es siete años más joven que Sorolla, y los de su generación manifestaron una especial veneración por su pintura; entre ellos Sorolla aunque tiene un estilo propio. "Creo que la simple comparación entre Trata de Blancas de Sorolla y La bestia humana de Fillol dice mucho al respecto", afirma el experto en arte Javier P. Rojas.
"Hay obras de ambos que se prestan a ser confrontadas y en algunos ejemplos nos resultan más modernas y radicales las de Fillol", manifiesta P. Rojas. El catedrático en Arte de la Universidad de Valencia sostiene que Sorolla tuvo una producción extraordinaria, manteniendo un similar nivel de calidad hasta el final. La producción de Fillol más brillante se sitúa entre 1890 y 1915, que se valora como su mejor tiempo.
Rojas afirma que la fuerza y sinceridad de Fillol son superiores, quien lo llega a definir como un caso excepcional y de vanguardia. "La cuestión tratar de ver ahora si uno es superior a otro, lo importante es ser conscientes de que hay un alto número de artistas de este momento que no han merecido la atención que merecen por parte de los grandes museos nacionales, Fillol entre otros muchos". Además, la obra de Fillol retrata a personajes que pertenecen a un sector marginal, alejándose de lo bohemio de la sociedad de la época que inmortaliza Sorolla.
El sátiro, el cuadro que estuvo 100 años censurado
La historia de este cuadro es doblemente triste. En un primer lugar, el lienzo permaneció enrollado durante cien años en la casa familiar. El Sátiro (1906) lo protagoniza una niña que abraza a su abuelo mientras este señala al hombre que la ha violado —de los cuatro el que viste totalmente de negro—. La escena representa una rueda de reconocimiento en la Puertas de Serrano, conocido monumento del siglo XIV de la ciudad de Valencia que realizó la función de prisión.
Este óleo sobre lienzo retrata a un abuelo con rabia, furia e impotencia, mientras protege con el brazo izquierdo a su nieta y señala con el otro al violador. La pequeña oculta su rostro, mira hacia el suelo. Los acusados inocentes expresan una mezcla entre reproche y sorpresa hacia el violador. Este, con semblante, no muestra arrepentimiento. De alguna forma es como si no fuera su responsabilidad, si hubiese sido un acto fortuito.
Por último, la justicia es caracterizada por los alguaciles. Uno de ellos —sentado apoyando el mentón sobre su mano— aburrido, retratando el hastío y el desamparo de esta niña ante el sistema el cual no parece preocuparle mucho esta situación. Con apenas personajes y trabajo de colores transmite a aquel que lo admire el dolor, la rabia e indiferencia.
El cuadro se exhibió en la Exposición de Bellas Artes de Madrid de 1906 y en el Círculo Regional Valenciano. El juzgado de este certamen lo catalogó como «ofensor de la decencia y el decoro» y fue censurado, únicamente se llegó a mostrar un par de veces. Este acto muestra una mentalidad de que el arte únicamente ha de retratar historias «bonitas». En aquella época la violación era considerada un tabú y más aún si se trataba de una menor de edad.
La prensa de la época reaccionó de manera contraria y denunció la actitud del jurado. El diario El Imparcial (1867-1933), fue bastante duro con la decisión del jurado por la hipocresía que demuestra al censurar la obra de Fillol. De hecho el propio pintor llegó a escribir una carta a Benito Pérez Galdós detallando los detalles de la exposición al público de la obra y realice así un juicio de valor. A pesar de que Galdós mostró su simpatía con esta causa, de nada sirvió y el cuadro se enrolló y guardó. Recientemente restaurado, el cuadro se puede visitar en el Museo de Bellas Artes de la ciudad de Valencia desde el 2015.
2015, un punto de inflexión en la obra del pintor
Es el pasado año 2015 un punto de inflexión en la relevancia del pintor. Con motivo de una exposición antológica en el Ayuntamiento de Valencia, su particular mirada volvió a tener la importancia que merecía. Tras más de cien años olvidado, el comisario y experto en arte Javier Pérez Rojas editó el catálogo de la exhibición. Era el primer documento centrado en la obra del pintor en más de cien años ya que hasta la fecha no se había editado poco o nada.
"Ahora se descubre a Fillol a través de la citada muestra de Invitadas y hay que felicitarse por ello"
Javier pérez Rojas, catedrático en arte
La acogida que tuvo a nivel local, no se correspondió con la abrumadora nacional actual. "Fue una pena que en aquel momento ni el Museo del Prado, ni el Reina Sofía o el Ministerio de Cultura mostraran interés por llevar esta exposición a Madrid", sostiene Javier P. Rojas. "Ahora se descubre a Fillol a través de la citada muestra de Invitadas y hay que felicitarse por ello".
En esta exhibición del Museo del Prado se puede admirar El Satiro de forma temporal. Pero entre las paredes de la aclamada galería se encuentra también La bestia humana, otras de sus obras más transgresoras y en la misma línea que el cuadro anterior. Con este cuadro Fillol acudió a la Exposición Nacional de 1897. Una obra igual de polémica que el jurado trató de inmoral y pretendieron que no fuera admitida en el certamen.
Esta obra, que Javier P. Rojas califica como el ejemplo de su naturalismo radical, fue apoyada por personajes ilustres de la época como Benito Pérez Galdós o Vicente Blasco Ibáñez. "Abordar un tema como el de la prostitución para acudir a un certamen oficial era algo inconcebible unas décadas antes, y aunque el clima y la conciencia social estaban experimentando un cambio, era una opción atrevida", subraya el experto en su obra.
El cuadro de Fillol era de tal calidad en lo plástico que resultó premiado en el certamen, pero se sancionó en el orden moral y argumental privando a Fillol de la recompensa económica que le correspondía. El lienzo retrata a una prostituta humillada que recibe el consuelo de su madame tras recibir la visita de un cliente. La joven oculta su rostro mientras llora a la vez que la encargada del prostíbulo la anima con cierto resentimiento, como si no fuese nada lo que le acaba de suceder. Al fondo de la escena aparece el supuesto proxeneta.
Una perspectiva social "melancólica y poética"
Alejándose de la denuncia de la situación de la mujer, Fillol también denució —con otras obras menos conocidas que las mencionadas anteriormente— otros problemas que acuciaban a la sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX. Después de la refriega, obra con la cual se presentó a la Exposición Nacional de 1904. Javier P. Rojas, experto en el trabajo del pintor, afirma que es un lienzo "muy melancólica y poética", que representa la soledad y abandono del momento después de haber muerto en una protesta social.
Otro ejemplo de su pintura social —que denuncia la desigualdad— es La gloria del pueblo que se ubica en una localidad ficticia de Valencia. La escena muestra a un habitante que, tras haber emigrado a la gran ciudad y haber prosperado, vuelve a su lugar de nacimiento. El protagonista, dibujado en el centro del plano, se ha bajado de un carruaje y está vestido con ropa de alguien ilustre: algo que contrasta con al aspecto descuidado de los campesinos que acuden a recibirle. Ambas obras mencionadas pueden contemplarse en el Museo de Bellas Artes de Valencia.
En este sentido, las corrientes artísticas de finales del siglo XIX y principios del XX fueron artífices de inmortalizar a la sociedad con el realismo. Antonio Fillol fue un paso más allá al transgredir los valores de la época y, con valentía, presentarse a certámenes tan importantes como exposiciones nacionales. Un legado que subraya que el mensaje en el arte va más allá de lo puramente estético.
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