Reconozco que tomar un café con Pepe Álvarez, actual secretario general de UGT, no ha sido fácil. Pudiera haber seguido con comida, cena y quizás un fin de semana entero. De carácter afable, directo y dotado de un natural sentido del humor, no tiene reparo a la hora de hablar de todos los temas con transparencia y pragmatismo.
Pepe Álvarez es el primer dirigente sindical que creó su propio blog. Ha apostado por el desarrollo de la presencia del sindicato en la red, así como la incorporación del audiovisual como una herramienta de desarrollo y modernización de la comunicación sindical. En esta línea impulsó la creación del Canal UGT. Es secretario general del sindicato desde 2016 y tiene una idea muy clara de lo que quiere que sea UGT en el futuro y cómo poder influir en el futuro económico-financiero del país.
Pregunta.- ¿Cómo fueron los comienzos de Pepe Álvarez? En el mundo laboral y también, en el mundo sindical…
Respuesta.- Cuando tienes que remontarte antes de tus 18 años, no sabes muy bien si lo que cuentas es lo que tú recuerdas o lo que tiene interés. Yo vengo de una aldea de Asturias, un núcleo pequeño, unas veinte casas y de una familia de seis hermanos. Recuerdo que íbamos a la escuela a un municipio cercano hasta que estalló un polvorín y nos repartieron por otras escuelas. Era una escuela rural, pública, mixta. Y creo que soy de los últimos de la vieja enciclopedia, de primero, segundo y tercero. Llevaba una vida normal, de un crío que cuando acaba la escuela se va a trabajar al campo y los fines de semana desde los doce años a la gasolinera del pueblo. Recuerdo que era de aquellas en las que había que llenar los tanques. No eran eléctricas, ni había bombas... tal vez poca gente las recuerde. Y ahí trabajé, básicamente para cubrir gastos porque en mi familia, con seis hijos, íbamos justos. Como no me gustaba el campo, seguí ahí, mientras mi hermana, la mayor, obtuvo una beca bastante alta, la segunda mayor de Asturias.
Recuerdo que mi padre se quedó con dudas porque yo ya no pude ir a estudiar. No había más recursos. Intentó llevarme a estudiar a la Universidad Laboral del Gijón. Allí fui a hacer un examen y recuerdo la cola de chicos… cuando acabamos había una cola de muchos de ellos entregándole unas cartas al examinador, que era un cura. Cuando salí le dije a mi padre: '¿Por qué nosotros no tenemos cartas?', y mi padre me contestó, 'hombre, no te preocupes... tampoco te creas que esto de aprobar o no se corresponde con el examen que hayas hecho, ¿no?, hay otras cosas...' . Claro, nosotros no éramos una familia del régimen.
Nunca supe si aprobé el examen o no. Aquello fue una de esas cosas que te queda en la vida. Con 14 años fui a trabajar de camarero a Avilés, y estuve varios meses. De allí, como no me pagaban, me fui a vivir a casa de unos primos y luego a Oviedo un tiempo más. Posteriormente seguí trabajando y estudiando en una escuela de Formación Profesional. Mi padre murió por aquellos tiempos y poco después llegaron algunas empresas buscando gente. Yo decidí ir a vivir a Barcelona. Habiendo sido siempre del Barça esto me hizo especial ilusión.
P.- ¿Y cuáles son sus primeros recuerdos de Barcelona?
R.- Barcelona me cogió al final de la dictadura, en 1975, en plena pulsión democrática. Apenas existía UGT en la empresa en la que yo estaba y ello, unido al hecho de que mi padre fuera un conocido hombre de izquierdas, me llevó, sin saberlo muy bien, a meterme en la actividad sindical. Lo difícil en aquella época es que no tuvieras cargo porque la organización estaba emergiendo con fuerza y todo el que tenía ganas de trabajar y algo de ambición podía. El objetivo era construir. Así empezó mi aventura en el sindicato.
P.- Pasando ya a la actualidad política, pura y dura, dice Luis de Guindos que ya no hay que ser cicateros con los salarios, porque ya pasó la crisis y estamos en bonanza económica. ¿Qué opina usted?
R.- Hombre, algunos sí que están en bonanza porque nunca han pasado la crisis. El problema es que unos pocos han pasado la crisis consiguiendo salir más ricos de ella. Ahora, lo que hay que repartir es la riqueza que se ha creado. Y eso se hace aumentando los salarios, sí. Cuando nosotros nos planteamos el año pasado subir los salarios, algunos nos llamaron locos. Hoy parece que el país entero ve que los salarios tienen que subir para mejorar la vida de los trabajadores, pero también para crear nuevos empleos. Porque ese es el punto para consolidar la recuperación económica.
Hay que incentivar el consumo. El que unos pocos tengan mucho dinero no va a mejorar el crecimiento. Pero el ministro deja de lado una cuestión muy importante que es la recaudación fiscal. Para que se pueda hacer justicia, necesitamos mejorar la recaudación fiscal, a través de dos elementos: la lucha contra el fraude, la revisión de algunos impuestos y la generación de otros para repartir la riqueza. Y eso, con todos los respetos al ministro, no parece que vaya a ser así con los presupuestos que vamos a ver en las próximas semanas, sino al contrario.
P.- En los Presupuestos Generales del Estado se sigue sin mencionar la necesidad de cambiar de modelo industrial para crear nuevas industrias. Esto nos condena a seguir viviendo de servicios y turismo. ¿No cree?
España nunca ha tenido una política industrial y ya es hora
R.- Llevamos muchos años en España con una base presupuestaria, de recaudación de impuestos, casi inalterable. Y la estructura presupuestaria del país merecería una reflexión a fondo. Todo el mundo tiene tendencia, sobre un esquema, a rellenar. Y lo que se trata es de ir viendo en qué manera se puede cambiar ese esquema. Deberíamos ver si hay voluntad de ello, pero primero tendría que haber ideas y dejar de vivir en el siglo XIX y ponerse en el siglo XXI. No hay voluntad porque el Estado no está trabajando sobre estos parámetros. Se necesitan cambios en cuanto a las prioridades en materia de creación de empleo. Este Gobierno dice que va a crear 550.000 puestos de trabajo con estos PGE. La mitad ya deben de estar creados puesto que hasta mediados de año no vamos a tener presupuestos... pero me produce desconfianza que un Gobierno hable en abstracto de creación de puestos de trabajo sin hacer políticas que determinen hacia dónde vamos. Tenemos una moneda única que nos ayuda, un BCE que nos ayuda con los tipos de interés, un petróleo que seguirá a la baja... con esa situación mundial en la que somos casi los únicos que tenemos sol, seguridad y unos servicios de hostelería, pues parece -simplificando mucho- que eso es lo único que genera puestos de trabajo. España debe hacer una apuesta por la industria.
En UGT, a finales de mayo, vamos a hacer unas jornadas con propuestas concretas y que queremos que sean un toque de atención para que empecemos todos a trabajar. Hemos invitado al presidente del Gobierno a que asista a la clausura y vamos a ver si desde ahí se puede discutir y diseñar un nuevo modelo. El sector del automóvil, por ejemplo, necesita medidas para que, con el nuevo coche, el eléctrico, seamos capaces de mantener el empleo. España tiene una posición en este sector que no tiene que ver con nuestro número de habitantes. Pero también hay que hablar del precio de la energía. Para que se parezca más al de otros países como Alemania. Y hay que hablar de la investigación en la Universidad. Nuestras universidades lo hacen mucho y bien, pero faltan canales de conexión. ¿Y eso ha interesado a los gobiernos, y a los anteriores, desde la Transición? Pues no parece, porque España nunca ha tenido política industrial y ya es hora.
P.- ¿Qué papel han tenido en todo esto los sindicatos?
R.- Yo vengo de una comunidad, Cataluña, fuertemente industrializada. Con pocas posibilidades de éxito porque en una comunidad, aunque tengas incluso un sistema foral, hay pocos mecanismos que permitan hacer políticas en este sentido y dar soluciones. En el ámbito del Estado, los sindicatos hemos estado trabajando más en los procesos de reconversión que vienen dándose desde los 80 y en aquellos sitios donde la desaparición de la industria dejaba provincias casi sin actividad industrial y con un tejido destruido y sin alternativa. Y a la vez hemos estado menos en la exigencia de que el Estado dedique líneas estratégicas que sean compartidas por el conjunto de los grupos políticos. Ahora tenemos una gran oportunidad de hacerlo. Vemos que el sector servicios no va a dar la respuesta de creación de empleo suficiente y que además la calidad de ese empleo la marca la propia industria.
P.- Hablemos del reciente problema de los estibadores, a los que se ha acusado de ser una casta de privilegiados defendidos por organizaciones de izquierdas como Podemos. Se ha dicho que son una élite con sueldos muy por encima de la media.
R.- Bueno lo del sueldo es una exageración. No sé si alguno, trabajando todos los días del año, habrá llegado a las cantidades que se han comentado de hasta 150.000 euros. En cualquier caso, siempre que hay un colectivo al que se le quieren cambiar las condiciones, se recurre a grandes titulares con lo que se busca, el desprestigio. Nosotros, como sindicatos, con que sólo hubiera un estibador afiliado sería suficiente para luchar por él. UGT representa un 17% en la estiba. Pero no nos vamos a poner de lado, ni vamos a sumarnos a los que quieren hundir los estibadores. Los estibadores tienen unos problemas y ellos no son los responsables de las estibas. Tal vez algún presidente de algún puerto sí se ha puesto de lado, o algún gobierno que ha olvidado este problema.
Siempre que hay un colectivo al que se le quieren cambiar las condiciones, se recurre a grandes titulares en busca del desprestigio
Yo, por ejemplo, rechazo que las mujeres no trabajen en las estibas, como en Algeciras, pero ha habido un momento en el que el Gobierno español tenía que haberse plantado y exigir que hubiera estibadoras. Y yo lo hubiera defendido. En el puerto de Barcelona hay alguna. En cuanto a esta historia de que todos son familia, alguien debía haber exigido la libre concurrencia. Pero de ahí a destruirlo todo, no. Vayamos por partes. Mantengamos una estiba ordenada, con seguridad para los trabajadores. Mejoremos las condiciones y eso se puede hacer cumpliendo la directiva europea. El Gobierno ha hecho un decreto a su medida y, con todos mis respetos, para beneficiar a unos pocos. La solución está en encontrar un punto de equilibrio, como en Francia y Bélgica, que permita garantizar sueldos dignos, trabajos estables, competitividad en nuestros puertos y que las empresas tengan unos beneficios razonables y no que se inflen a ganar dinero que no se iba a trasladar a las tarifas de los puertos. Ese es el punto en el que estamos.
P.- ¿Y lo de las prejubilaciones a los 50 años?
R.- No sé sobre qué base se hace esa oferta. La información que tenemos es que el ministro llegó un día al Parlamento, lo contó y no sabemos más de qué va. Si quieren hacer un plan de prejubilaciones tienen que tener en cuenta que el trabajo portuario tiene otro elemento y es que un trabajo con 50 años en la estiba equivalga a 58 en otra profesión.
P.- Pero la impresión que tiene mucha gente es que son condiciones abusivas.
R.- Ya, pero eso no tiene que ver con la estiba sino con el funcionamiento de los puertos. De garantizar su calidad y evitar que otros se lleven el dinero de los sueldos de los futuros trabajadores de los puertos. Porque si los puertos continúan cobrando las mismas tarifas, si los trabajadores que van a descargar los barcos bajan a los 20.000 euros anuales ¿quién se va a llevar la diferencia? ¿Las empresas de estiba y desestiba? ¿Por qué no pueden tener unos sueldos razonables? Y eso va más allá del debate de un conflicto laboral. No hablamos de una empresa que vaya a reducir el empleo sino de que venga otra con otras condiciones y haga su trabajo. Nosotros seguiremos presentes y vamos a dar soporte a los estibadores.
P.- Hablemos de la crisis del PSOE, señor Álvarez. Su partido hermano durante más de un siglo, desde 1988. Una crisis que tiene su cénit con la dimisión de Pedro Sánchez, el pasado 1 de octubre. ¿Cómo lo han vivido ustedes?
Vivimos la crisis del PSOE con mucha preocupación
R.- Vivimos la crisis del PSOE como vivimos la crisis de cualquier movimiento de izquierdas cuya fortaleza influye en la capacidad que tenemos para conseguir nuestras conquistas, con mucha preocupación. Hace unos días vimos una situación compleja en Podemos, y también en el PSOE desde mucho antes, con las dos derrotas electorales y, cuando más necesita la ciudadanía organizaciones de izquierda, organizaciones fuertes y unidas que dejen de lado cuestiones que no son de fondo.
P.- ¿Qué opinión tiene sobre los tres candidatos a las primarias, señor Álvarez?
R.- Es difícil porque yo soy un secretario General de UGT que, en el sentido de la vida interna del PSOE, soy de los que me viene más lejos, ya que vengo de una tradición que es la de Cataluña donde el sindicato es muy plural con presencia de muchas fuerzas políticas. Un camino que a mucha gente de la UGT del resto de España les gustaría que se hiciera. Y para hacerlo, lo primero que hay que mirar es con respeto al PSOE. Hay muchos afiliados al PSOE que votaran en esas primarias, muchos de la UGT que viven el día a día y ellos marcaran con sus decisiones lo que deba ser.
P.- ¿Ve usted riesgo de ruptura, en función de quien sea el nuevo secretario General?
R.- No, no veo ese riesgo. 138 años de historia son una garantía de continuidad.
P.- ¿Cuál es su opinión sobre el eterno problema territorial español?
La solución en Cataluña pasa por que nadie gane
R.- A mí me gustaría no tener nacionalidad. Soy un ciudadano del mundo. En esto de las nacionalidades, a los que no la tienen reconocida, es a quienes se suele acusar. A los que la tienen, no. Creo que ese es el tema de fondo. Para acercarnos al tema, debemos tener en cuenta dos premisas. La primera, verlo de forma positiva. En España, en democracia, nunca hemos tenido tiempo suficiente para arreglar las cuestiones de carácter territorial o de identidades nacionales. Es una asignatura pendiente. Y el hecho de que estemos bien como estamos para muchos no quiere decir que no se reconozca que desde los Reyes Católicos que hicieron la unión de España, este es un tema que ha estado siempre pendiente.
Tras la dictadura, y después de 40 años de democracia, parecería razonable que nos sentáramos todos para que tengamos un país que, cuando se levante por las mañanas y se mire al espejo, se reconozca y se acepte como es. Eso le quitaría dramatismo a todo y nos ayudaría a trabajar para ver como lo solventamos. La segunda consideración es que hay que quitar los focos, y entrar a la negociación y al acuerdo sin cámaras. Es imprescindible. Hasta ahora, en las diferentes oportunidades que se han dado, se ha pensado que es mejor ganar que arreglar. Igual alguien sueña que esto tenga una solución como ha ocurrido en otros sitios. En lo que a Cataluña respecta no hay que considerarlo ni siquiera como problema porque es ya la realidad. Igual hay quien piensa que esto se arreglará con el tiempo. Y la solución pasa por que nadie gane. Lo que debe ganar es la negociación y el acuerdo.
P.- Y sobre el derecho a decidir, que para los independentistas parece una condición ineludible. ¿Qué opina?
R. Eso se va a realizar, en cualquier caso, con un acuerdo. Aquí se ha intentado equiparar el derecho a decidir con el derecho de autodeterminación, de un sitio y de otro. Si se hubiera querido llamar derecho de autodeterminación se hubiera hecho desde el primer día. Y quienes no estén de acuerdo, en Cataluña, que los hay, y estoy convencido de que, dentro de unos días, cuando vea Twitter algunos me ‘sacudirán’ por decir esto, es poco discutible.
El derecho a decidir nace por una sentencia del Tribunal Constitucional que desautoriza a un pueblo que soberanamente, con más o menos participación, pero soberanamente, había decidido apoyar un Estatuto de Autonomía. Una ley que le regulaba. Si el derecho a decidir nace de ahí, extrapolarlo a la autodeterminación es un error. Hay que situarlo en el marco que hay y eso debe ser compatible con una negociación que debe ser avalada, por los ciudadanos de Cataluña, en una consulta que se convoque al efecto. Y, luego, si hay que avalarlo en una negociación pues que negocien. Pero sentándose en una mesa en la que no haya luz y finalmente se decida. Pero estamos lejos de concluirla. Si alguien de los que tienen todo el día a España en la boca pensara un ratito en España, haría algo para trabajar porque esa España, que es posible, la que se mira al espejo y se reconoce y se quiere como es, tenga vida. Y en Cataluña, todo el mundo debe ser consciente de que este es un tema que lleva muchos años, que a lo largo de la historia no se ha resuelto y que en 24 horas no se va a resolver. Hay que encontrar un punto de cohesión, porque todo el mundo debe ser consciente de que, en Cataluña, también la cohesión, se puede perder.
P.- ¿Cómo ha afectado un escándalo como el de los ERE al movimiento sindical y a la UGT? ¿Qué factura ha pasado?
R.- ¿Se refiere al fondo o al ruido? El ruido muchísimo. Hay una parte muy importante de los trabajadores que se ha dado ya cuenta de que ha sido orquestado. Para hacernos daño. Y alguien debió pensar que para que pasaran algunas de las cosas que han pasado, había que quitarnos de en medio. Hemos perdido prestigio, qué duda cabe, pero se debe tener en cuenta que, además de en la sociedad, estamos en las empresas. La gente de UGT y también de CCOO. Y la gente nos pone cara. Y por eso no hemos perdido más prestigio del que hemos perdido. Y la bajada de afiliación ha tenido mucho más que ver con el aumento del paro que con otras cuestiones. Hay un fondo ético, más que jurídico, si reaccionamos, no tiene que ser negativo. El tiempo jurídico nos va a dar, no todas, pero muchas razones. Y se verá que, tras muchos titulares, había muy poco material. Al tiempo. Esto va a ir pasando. De algunos escándalos de los que se nos acusa se verá que es el sindicato la principal acusación. Me refiero al sindicato de mineros de Asturias, donde somos la principal acusación. Y lo que no puede ser es que paguemos doblemente. Creo que el sindicato, en este caso, ha tenido capacidad de reacción. Hay que salir de esta situación con un sindicato mucho más transparente. Pero ese proceso de transparencia es muy importante. Lo estamos desarrollando. Y vamos a mejorar la estructura empresarial del sindicato, porque es una exigencia interna. Con las cuotas de los afiliados queremos hacer todo lo que podamos para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de nuestros afiliados. Por ejemplo, nos vamos a ir de esta sede porque no es necesaria y podemos dedicar esos recursos para atender a nuestros afiliados. Todo eso nos va a situar en el siglo XXI.
P.- Para cerrar, ¿cómo ve la salud del sindicato, comparado con otros países?
R.- Los sindicatos alemanes y franceses son envidiables. Pero he de decir que nos envidian porque consideran que con pocos medios hacemos mucho. De todas maneras, nuestra salud es muy mejorable y tenemos que trabajar mucho para que esto ocurra ya. Un país democrático sano y moderno necesita un sindicato fuerte.
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