El Gobierno no se limita a ser un convidado de piedra ante el panorama político que se puede abrir en Cataluña tras las elecciones autonómicas del 14 de febrero, si lo permite el Covid. Ante el convencimiento generalizado de que volverá a haber un gobierno independentista, aunque esta vez presidido por ERC, tiene vías abiertas de diálogo con el nacionalismo moderado, con la esperanza de que su posible presencia en el Parlament ayude a atemperar las posiciones y desinflar el procés y, también, de paso, debilitar al secesionismo por la fragmentación del voto.
De un lado está el Pdecat, que, como ERC, también ha votado a favor de los Presupuestos Generales del Estado. En su caso, la interlocución con Moncloa es más ordinaria dada su representación parlamentaria en el Congreso. El ahora portavoz de los antiguos convergentes, Ferran Bel, mantiene línea directa con la vicepresidenta primera, Carmen Calvo.
Está convencido Bel de que conseguirán sacar grupo parlamentario, como poco, un diputado por cada una de las provincias de Tarragona, Lérida y Gerona y entre dos y tres por Barcelona, aunque lo cierto es que hasta ahora los sondeos preelectorales han sido implacables con ellos y se han ido de vacío. Los herederos de Convergencia terminaron de romper con Junts tras la expulsión de su única consejera del Govern, Àngels Chacón, que es su cabeza de lista.
Pascal, sin representación según los sondeos
También hay interlocución con el Partido Nacionalista Catalán a través de la que fuera coordinadora general del PdeCat, Marta Pascal. Tampoco las encuestas con intención de voto les dan ninguna representación en la futura Cámara autonómica, en muy buena medida porque tanto de un bloque como de otro vaticinan una caída en picado de la participación electoral ante unos ciudadanos agotados después de años de tensión política, con declaración de independencia incluida.
Además, el director de gabinete de Pedro Sánchez, el todopoderoso Iván Redondo, participa de estos contactos. Suma a sectores del constitucionalismo como el presidente de Sociedad Civil Catalana (SCC), Fernando Sánchez Costa, con quien se ha reunido en alguna ocasión.
"Falta moral de victoria del constitucionalismo", dicen desde SCC, a diferencia de lo que pasó en 2017 cuando Ciudadanos se convirtió en la primera fuerza política no nacionalista en ganar en escaños y votos. Esta vez vaticinan un nuevo triunfo del independentismo, pero confían en una pérdida de la mayoría absoluta.
Hay una sensación generalizada de amortización del ciclo político del 1-O
Desde las posiciones más independentistas llegan a admitir que "está amortizado el ciclo político del 1-O", pero el independentismo volverá a ganar, "a la baja", y a gobernar, ante las dificultades de que un tripartito de izquierdas o un bipartito con ayuda exterior del PSC, tenga los suficientes escaños para sumar una mayoría alternativa.
Además, en el PSC aseguran que nunca apoyarán a un partido que tenga "en el menú" un futuro referéndum independentista en un plazo de cuatro años, aunque los socialistas catalanes se pueden ver arrastrados por la estrategia del Gobierno central. Desde el momento en que ERC ha dado el sí a los Presupuestos de Pedro Sánchez, quizá la contrapartida sea pedir "flexibilidad" a los socialistas catalanes. Además, tiene lógica que éstos abominen en precampaña de un pacto con ERC. Luego se verá si dan o no los números.
Moncloa confía en que un ejecutivo presidido por ERC ayude a desinflar la reivindicación independentista y ponga más el acento en la gestión autonómica, pero su dependencia de Junts, con una candidata, Laura Borrás, heredera de Quim Torra, puede forzar a Pere Aragonès a no levantar el pie del acelerador. De ahí la importancia de un nacionalismo moderado que, aunque tiene en su horizonte la independencia catalana, huye de las iniciativas unilaterales e ilegales.
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