Hemos visto a Pedro Sánchez usar el Falcon como guantera para las gafas y pasear por Times Square con diez tipos vestidos a lo Pulp Fiction, así que imagínenselo pidiendo langostinos. Langostinos en Sanlúcar, además, donde hasta el más tonto pide langostinos, según me dijeron tal cual los de Casa Balbino. En Sanlúcar conocemos bien el langostino del tieso, comulgado más que comido, previo santo ayuno; el langostino del gorrón, que parece sólo un mondadientes de la conversación; el langostino del señorito, lánguido y familiar como un churro; y el langostino del hortera, que forma como una bola de discoteca con los demás langostinos de la fuente. Pero sobre todo conocemos el langostino público, el langostino del concejal, que viene en carroza municipal con banda de cornetas y pelotas, o el del alto cargo, que viene incluso con Canal Sur. Imagínense a Sánchez pidiendo langostinos desde Doñana, para impresionar a una feria de convidados y palmeros.
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