La escena ha dejado de ser esporádica. Hace meses que se repite con demasiada frecuencia. La última, la noche de este sábado en Santurtzi. Cada vez lo hace con mayor virulencia y en más lugares. Está lejos de asemejarse a lo que hace unos años asfixiaba las calles de Euskadi casi todos los fines de semana. Entre los agentes, sin embargo, la inquietud empieza a aflorar y en el Gobierno vasco, también. Los cada vez más graves altercados que se registran en algunos municipios del País Vasco revelan que existe un sector de la sociedad dispuesto a aprovechar la implantación de restricciones sanitarias -de protección, movilidad y horarias- para alimentar los enfrentamientos con la autoridad, la política que ordena y la policial que debe hacerlas cumplir.
El último episodio se vivió este fin de semana en Santurtzi. Una concentración de casi una treintena de peronas que la Ertzaintza se disponía a disolver se saldó con dos agentes heridos y dos detenidos. Sin emabrgo, el episodio más grave se vivió en la capital guipuzcoana a la hora del cierre de los bares en la parte vieja de San Sebastián. Ocurrió el pasado 20 de enero. Determinados grupos no aceptaron que ese año no se debía celebrar el día de la ciudad, ni que en tiempos de pandemia no habría ni fiesta ni tamborrada. Cuando los bares cerraron sus puertas, cientos de jóvenes aún se resistían a marcharse, a cumplir con el toque de queda y con la prohibición de reunión superior a seis personas. La intervención de la Ertzaintza derivó en graves enfrentamiento con el resultado de ocho agentes heridos, dos viandantes con heridas y cuatro detenidos.
Un vídeo de los altercados en los que se escuchaba a un mando de la Ertzaintza ordenar “tirar a dar” precipitó la polémica y los reproches, que han continuado este fin de semana. La izquierda abertzale emitió un manifiesto en el que llegó a acusar al Cuerpo de “no ser una policía democrática” y a reclamar una “profunda reforma”. Sortu incluso acusó a la Ertzaintza de buscar “criminalizar a determinados sectores sociales” con su “violencia policial” y actuar contra la pandemia “a golpe de porra”. Poco antes el consejero de Seguridad, Josu Erkoreka, no dudó en salir en defensa de la Ertzaintza, defender como proporcionada su intervención y condenar la actuación de los violentos por alterar la convivencia con un “inadmisible acoso y agresión” a los agentes.
El de Donostia ha sido el último capítulo de una secuencia que se ha venido repitiendo durante gran parte de la pandemia, en particular en los momentos en los que más se ha limitado la movilidad y la actividad hostelera. El pasado día 16 en la localidad vizcaína de Mungia decenas de jóvenes se enfrentaron a la Ertzaintza por intentar disolver una concentración prohibida. En diciembre, en localidades como Bilbao, Ondarroa y San Sebastián, los altercados por motivo similar se volvieron a repetir. De nuevo hubo detenidos y contendores quemados. El 30 de octubre pasado en Bilbao decenas de jóvenes reclamaron libertad provocando graves altercados en el centro de la ciudad que obligaron a la intervención de la Ertzaintza. El 8 de diciembre los agentes esperaron horas, entre insultos, a que 67 jóvenes –a quienes se les multó- abandonaran una fiesta ilegal que celebraban en la hospedería de un antiguo convento.
Delitos odio
Antes la repetición de este tipo de comportamiento, el propio lehendakari ha tenido que salir en defensa de los agentes policiales y en condena por las agresiones que se vienen repitiendo. Iñigo Urkullu mostró ayer su "absoluta condena y rechazo" por las agresiones y movillizaciones que terminan con ataques a las unidades de la Ertzaontza y las policías municipales. Calificó las acciones de los violentos como "contrarias a la convivencia y el bien común" y se preguntó sobre la causa de su origen, "¿De manera irresponsable, espontánea?". Defendió las actuaciones "proprocionadas y profesionales" de los agentes ante las provocaciones y ataques violentos que nunca tienen sentido".
Tampoco los agentes pueden ya ocultar su preocupación. Desde el sindicato mayoritario, ERNE, afirman que lo sucedido en San Sebastián el pasado miércoles revela que se ha dado un paso más: “Un pequeño enfrentamiento es una cosa, pero cuando ves gente encapuchada, quema de contenedores o lanzamientos de arquetas de alcantarilla es que algo se ha podido haber organizado para buscar ese enfrentamiento con la Ertzaintza. Nos preocupa a nosotros pero también al Gobierno”, asegura Roberto Seijo, portavoz del sindicato.
Afirma que en este escenario es importante actuar de modo coordinado con las policías municipales y con recursos suficientes, “y eso es algo que echamos en falta”: “Cuando el dispositivo que se organiza te obliga al cuerpo a cuerpo no nos gusta. Cada vez estamos viendo más actos en los que se busca lesionar a los agentes, atentar contra agentes de la autoridad”.
Un odio hacia el Cuerpo policial que también detectaron tras el accidente mortal sufrido el 30 de diciembre pasado por un agente en San Sebastián, cuando el vehículo en el que patrullaba cayó al río Urumea. Iñigo Echaurri, de 47 años, falleció mientras que su compañero logró salir del vehículo. Horas después se detectaron en las redes sociales mensajes de odio contra el agente fallecido y su compañero que el Gobierno vasco anunció que llevarán ante los tribunales. El sindicato Erne ya ha remitido a la Fiscalía pruebas de hasta ocho posibles delitos de odio cometidos.
Respecto a la polémica suscitada por la actuación de la Ertzaintza en San Sebastián, Seijo asegura que fue proporcionada y que se actuó del modo adecuado para hacer frente al acoso sufrido por los agentes. “Se puede ordenar cargar de distintas maneras. El lenguaje cada uno lo usa de una manera. Lo que sucede es hay quien lo quiere manipular e interpretar sesgadamente”, afirma. Recuerda que en Euskadi hace tiempo que suprimieron las pelotas de goma y se sustituyeron por bolas de espuma, “cuya agresividad es muy pequeña en comparación con las pelotas de goma.
"Son gente antisocial"
Precisamente esta semana la Justicia ha ratificado la sentencia dictada en el llamado 'caso Iñigo Cabacas', en el que el joven aficionado del Athletic falleció tras recibir el impacto de una pelota de goma en la cabeza. Por aquella actuación sólo fue condenado un mando de la Ertzaintza a dos años de cárcel y 4 de inhabilitación por un delito de homicidio por imprudencia omisiva grave pero absolvió a los 5 agentes restantes. La familia de Cabacas recurrió la sentencia que ahora el Tribunal Supremos ha confirmado. Ya han anunciado que acudirán hasta instancias internacionales para que la sentencia sea revocada y se condene a todos los agentes que participaron en la carga tras la cual murió su hijo en abril de 2012.
El sindicato ESAN, con más de 3.000 afiliados de distintos cuerpos policiales de Euskadi, critican el respaldo que estos grupos violentos reciben por parte de algunos sectores políticos. Acusan a la izquierda abertzale de criticar las actuaciones de la Ertzaintza pero obviar los graves incumplimientos que cometen las personas que se saltan las normas para evitar la propagación del Covid. El portavoz de ESAN, Iñaki Uraga, afirma que lo que se están encontrando en los altercados de las últimas semanas se podrían definir como “grupos minoritarios de gente asocial” que se resisten a cumplir las normas de protección sanitaria establecidas.
En su opinión, es “excesivo” concluir que la proliferación de incidentes pueda interpretarse como un retorno de “la ‘kale borroka’”: “Es cierto que este tipo de actos nos recuerdan a tiempos pasados, también que los lemas que muchas veces se escuchas son los empleados por las juventudes de la izquierda abertzale, pero hablar de ‘kale borroka’ es exceisvo”.
Uraga considera sin embargo que no es admisible que desde formaciones como Sortu se hagan manifestaciones en contra de la Ertzaintza y se evite reprobar las actuaciones de quienes protagonizan los actos violentos. “En este momento de la pandemia nos estamos jugando mucho. Es un reducto antisocial defendido por el mundo de Sortu y Bildu. El 90% de los jóvenes está respondiendo con mucha educación”. El representante de ESAN solicita a los representantes de la izquierda abertzale “que sean valientes y den un paso adelante” para recordar a esos colectivos violentos “que no está bien romper el toque de queda, ni seguir bebiendo cuando la hostelería cierra y que deberían actuar con responsabilidad, en lugar de estar pensando en recibirnos con piedras y lanzamientos de alcantarillas”.
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