En la campaña catalana sólo falta Rosalía, pero la diva del flamenco glam y del trap lorquiano (esas categorías se me acaban de ocurrir, ya me dirá Juanma Ortega si son aplicables), la chica con voz de nana de olas y ojos y zarcillos planetarios ya sólo vuela en platillos volantes también de tamaño planetario, como la Super Bowl. De momento, Cataluña se conforma con que le cante Ada Colau, que da más el tipo musical, sentimental y político del confinamiento, o sea de vecina en el balcón, con pijama y migas de una semana, cantando con perrito, botellín y ukelele a un optimismo amargo e indeleble como un pegote de rímel. Podemos ha presentado un rap o aserejé para su campaña en el que Colau interviene con mucha hambre de calle, de barrio, de polígono y de votos. Para Rosalía, el polígono y el barrio son ese fondo como almodovariano con capillas y marabúes, o sea un fetiche artístico. Para Colau, en cambio, son su profesión.
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