La reunión del Comité Ejecutivo Nacional de este martes tras el desastre electoral en Cataluña ha marcado un punto de inflexión en lo que es el PP de Pablo Casado y, sobre todo, en lo que quiere ser de mayor. En el cónclave, el presidente de los populares trasladó a los principales dirigentes del partido las claves de una estrategia pensada para "volver a ganar" y que pasa, en primer lugar, por soltar amarras con un pasado que ha infringido un "daño inasumible" a la actual cúpula de la formación. La ruptura será total. El PP hará las maletas y abandonará la histórica sede de Génova y, además, ningún cargo volverá a dar explicaciones sobre acontecimientos del pasado, por orden del mismo Casado. "El coste electoral ha sido tremendo", reiteraba el jefe de la oposición, que hacía constar su intención de que los "errores" del pasado no le vuelvan a pasar factura en próximas citas electorales, con las generales en el horizonte.
Casado habló de futuro, y ese futuro, según trasladó, pasa por "engordar" el espacio del centroderecha con la absorción definitiva de Ciudadanos, según confirman varias fuentes presentes en la reunión de la Ejecutiva. El proceso comenzó hace unos meses, con la intención ya nada disimulada de la dirección de plantear una opa, en principio no hostil, al partido de Inés Arrimadas para capitalizar todo su espacio electoral y "abrir las puertas" a activos políticos liberales que encuentren en el PP una "casa común" para que "las elecciones vuelvan a ganarse ahí, y no en los extremos". Y ese proyecto no sólo "se mantiene", sino que "se va a acelerar" con motivo del desastre en las elecciones catalanas y el éxito sin paliativos de Vox, según las fuentes consultadas.
Más allá de organizar la mudanza, el objetivo del PP en el corto plazo pasa por "captar talento dentro y fuera" del partido, como enunció el propio Casado. "Es una invitación velada a Ciudadanos", comentan de puertas para adentro, aunque se abran los brazos también a todo el que aporte al proyecto "vengan del proyecto político que vengan", eso sí, con el centro político como "punta de compás", un alegato dirigido más al ala moderada del socialismo que a Vox. Tampoco se cree que el mal resultado del PP en Cataluña haya frenado esa operación, más bien al contrario, porque "el malestar en Ciudadanos es cada vez más grande" por el pésimo resultado que también experimentaron los naranjas.
El domingo, el PP de Alejandro Fernández partía ya de su suelo electoral y aspiraba, al menos, a doblar la marca de los cuatro diputados que registró en diciembre de 2017. No sólo no lo consiguió, sino que bajó un escaño. En el partido apenas ha habido autocrítica y se ha apuntado en todo momento a "la Fiscalía, el CIS y los medios públicos" como parte de la "tormenta perfecta" que ha hundido a los de Casado, al hilo de la reactivación del escándalo de la presunta 'caja B' del PP en mitad de la campaña electoral.
A juicio de los populares, es "injusto" que se compare su situación con el grave descalabro de Ciudadanos, que se presentaba a estas elecciones con el objetivo de resistir en su principal -y casi único- feudo político y finalmente ha perdido el 82% de su representación, pasando de 36 a 6 escaños en el Parlament. Tanto PP como Ciudadanos fueron superados de largo por Vox, que arrasó con 11 diputados y logró entrar en el Parlament como cuarta fuerza, por detrás del PSC, ERC y Junts.
Los pésimos resultados de PP y Ciudadanos frente al auge de Vox ha abierto de nuevo el debate sobre una posible fusión de ambas formaciones para forjar un frente común que arrincone a los de Santiago Abascal. La unificación de ambas fuerzas bajo las mismas siglas es un proyecto que codició Pablo Casado cuando Albert Rivera llevaba las riendas de Ciudadanos -que a punto estuvo de darle el sorpasso en las generales de abril de 2019-, y que más tarde ensayó con experimentos como el de País Vasco que no dieron los resultados esperados. Hoy "no se puede plantear de la misma manera", sentencian fuentes del PP, que arguyen que la debilidad de un partido que algunos no dudan en situar al borde de la desaparición sólo deja una opción: la "reunificación" bajo las siglas del PP, algo "irrenunciable".
Una de las dirigentes que ha trasladado su apoyo a Casado en esta estrategia ha sido la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quien, además de reivindicar el "duro" trabajo de Casado y de celebrar la despedida de la sede de Génova, ha apostado por una nueva etapa en que deben primar las "nuevas ideas", pero también, las nuevas "fusiones". "Seamos la casa común de todos los que quieren vivir en paz y en libertad en España", suscribía la líder regional.
"Vamos a hacer crecer al Partido Popular dando la batalla a la fractura secesionista, a la disolución socialista y a la involución populista. En esa tarea no sobra nadie y a ella debemos convocar a una nueva mayoría social y electoral que pronto decidirá sumarse a nosotros", avanzaba horas antes Casado en el cónclave del partido de este martes, con la vista ya puesta en la Convención Nacional de otoño, a la que llegará con el mismo "rumbo" que hasta ahora -el del "discurso de la moción de censura" y la ruptura con Vox-, pero, si lo consigue, con un espectro electoral más amplio.
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