Isidoro Hernández llega a su joyería a las diez en punto de la mañana. Se agacha y ¡ras! levanta la verja de su negocio en la calle Claudio Coello. En el corazón del barrio de Salamanca, el más rico y elitista de la capital, la persiana de este joyero es de las pocas que hacen ruido en unos metros a la redonda.
En el tramo de Claudio Coello que va desde Goya a Hermosilla, apenas 120 metros, se cuentan ocho negocios cerrados, seis en una acera y dos en otra. "La mayoría han echado la persiana después de Navidad", puntualiza Isidoro Hernández. Muchos resistieron la primera embestida del coronavirus y reabrieron para el verano de 2020 tras el Estado de Alarma. La renegociación de los contratos de alquiler y los ERTES dieron algo de oxígeno, pero la falta de turistas, la escasa movilidad entre provincias y la negativa de muchos ciudadanos a rascarse el bolsillo vaciaron las calles y las cajas, dejando sin sustento a los pequeños comercios de la zona.
Por si fuera poco, al cóctel se unió Filomena cuando comenzaban las rebajas después de las Navidades. "Además, muchos dueños han querido recuperar el alquiler íntegro a partir de enero. Y, claro, los negocios no lo han soportado", comenta Marion, de la tienda Fahoma. "Creo que coincide los que seguimos abiertos con los que pagamos un alquiler rebajado".
No hay nuevas tiendas
Lo que más sorprende a los comerciantes de la zona es que no hay relevo. Antes un local en alquiler duraba unos pocos días. Pero desde que azotó la pandemia, muchos locales llevan meses vacíos, sin negocio. En la zona de Recoletos hay 160 locales en alquiler y otros 40 en venta, de acuerdo a las búsquedas de Idealista. Hay poca gente dispuesta a arriesgar dinero con la incertidumbre que hay. Y los precios de alquiler no ayudan a regenerar el comercio. "Esta tienda de zapatos de aquí al lado paga más de 10.000 euros al mes por un local de menos de 100 metros cuadrados", dice Juan Carlos, portero de Hermosilla 22.
Antes la gente siempre pasaba con bolsas de tiendas de la zona. Ahora la mayoría va con bolsas del Carrefour"
"Todo está más triste, la gente consume menos y los alquileres no están bajando. Cada vez es más difícil cuadrar las ventas y ya no existe la posibilidad de negocios nuevos. Lo más dramático es que no existen tiendas nuevas. Intentarlo es cada vez más difícil", insiste Isidoro Hernández. "Las grandes marcas siguen y seguirán, porque su margen de beneficio es mayor y porque se lo pueden permitir, pero los pequeños estamos sufriendo".
Subiendo por Claudio Coello desde Goya por la acera derecha, la oficina del banco Santander está cerrada. Unos metros más arriba, Maazi ya bajó la persiana y de Bad Habits no queda ni rastro. Después están la joyería de Isidoro Hernández, Fahoma, Ethni Pur y Gios Eppo, las cuatro tiendas abiertas, pero a continuación hay otros dos locales vacíos, en los que hasta hace poco estaban Doctor Bloom y Patrizia Pepe. Cop Copine y Zara Home siguen abiertos.
Es solo un ejemplo de la situación del barrio. "Se ha perdido la alegría", lamentaba una vecina envuelta en un abrigo de piel. "Ves pasar mucha gente, hay movimiento, pero la gente va sin bolsas. Antes siempre pasaban con bolsas de tiendas de la zona. Ahora la mayoría de la gente va con bolsas del Carrefour de aquí al lado", añadía Juan Carlos, portero de Hermosilla 22.
"Lo de la Milla de Oro es una especie de fábula"
Salamanca es, junto a la Puerta del Sol y sus aledaños, el barrio de Madrid que más depende del turismo extranjero. Según cifras de Madrid Foro Empresarial, el 70% de la facturación de los últimos años provenía de los turistas extranjeros. "Y la facturación total de los productos textiles ha descendido entre un 60 y un 70%", señala el presidente del Foro, Hilario Alfaro. "O llegan ayudas o habrá mucha gente que va a abandonar el negocio".
Las grandes marcas como Loewe, Prada, Louis Vuitton o Gucci siguen en pie. Los gigantes cuentan con unos márgenes de beneficio altísimos y además pueden permitirse pérdidas a corto o medio plazo. Pero hay decenas de negocios que agonizan en la conocida como "Milla de Oro".
"Esa famosa expresión de 'Milla de Oro' es una especie de fábula, de cuento...", señala Isidoro Hernández. "Ya no existe esa posibilidad de que vengan los turistas y la gente de provincias a comprar. Ahora nos limitamos a la gente de barrios y parece que estamos demodé".
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