Podemos ha votado en contra de retirar la inmunidad a Puigdemont, que ya es como un murciélago cegatón que vive abovedado en el Parlamento europeo y que sólo tiene acceso a sus chimeneas y buhardillas. Podemos sigue haciendo revolución dentro de su Gobierno o trocito de Gobierno, también abuhardillado, como si fueran okupas o gatos de tejado. Iglesias, subido a su vicepresidencia como un gato a una jaula de la buhardilla, sigue defendiendo que aquí hay presos políticos, que esto no es una democracia sino un pazo de los Franco, con pilones robados y corte de toreros e industriales del textil, y donde la justicia es de señorío y garrote. Así lo declara y lo vota junto con la extrema derecha europea. Esto antes, entre los románticos, se llamaría sabotaje, desinformación, desestabilización, traición. Ahora forma parte de la normalidad de una coalición progresista y moderada. Ningún país puede soportar que los saboteadores estén en el propio Gobierno. Salvo el país de Sánchez, claro.
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