La policía ha liberado a 18 mujeres en España y Rumanía que eran obligadas a prostituirse por una red internacional de proxenetas que tenía su centro de operaciones en Girona, pero que 'movía' a las mujeres por Reino Unido, Dinamarca y Alemania, y que las tatuaba para marcar su propiedad.
La operación policial que ha permitido la desarticulación de este grupo ha sido coordinada por la Europol y en ella han participado 180 agentes de los Mossos d'Esquadra, la Policía Nacional y la policía de Rumanía, que han entrado de manera coordinada en dos domicilios de Figueres (Girona) y en catorce de Rumanía.
Se han practicado 19 detenciones, 11 de ellas en Rumanía y 8 en España, donde se ha arrestado a los dos máximos responsables de la red, que han ingresado en prisión por orden judicial, han informado este sábado los Mossos y la Policía Nacional.
Entre las 18 mujeres liberadas -7 en España y 11 en Rumanía-, había una chica menor de edad, a la que, además de prostituir, obligaban a producir fotografías y material pornográfico.
La investigación la iniciaron los Mossos y la Policía Nacional al detectar la presencia de un grupo de origen rumano que quería hacerse con el control de la prostitución en las calles de diversas localidades de las comarcas del Alt Empordà y La Selva, y que usaba gran violencia para intimidar a prostitutas y proxenetas de la zona, bien para expulsarles o para 'cobrarles' para que continuaran trabajando en esos lugares.
Al parecer, las mujeres eran captadas en Rumanía por miembros de la organización con los que iniciaban una relación sentimental, pero que posteriormente, mediante agresiones y coacciones, las trasladaban a España, Dinamarca, Alemania o Reino Unido y las obligaban a prostituirse en las calles o en clubes.
Las víctimas trabajaban largas jornadas en unas condiciones muy duras, incluso si se quedaban embarazadas, y algunas de ellas eran tatuadas en diversas partes del cuerpo con el nombre de sus captores para dejar claro que pertenecían a ese grupo de proxenetas y ligarlas de por vida.
Mientras, los proxenetas mostraban en las redes sociales su alto nivel de vida, con coches de alta gama y fiestas ostentosas.
La pandemia de la COVID-19 no impidió a los proxenetas seguir exponiendo a las mujeres a infecciones y contagios, aunque, en los momentos en los que las restricciones fueron más duras y el negocio de la prostitución flaqueó, 'movían' a las mujeres al Reino Unido o Rumanía para que siguieran trabajado.
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