No habrá más estado de alarma, momento que uno imagina, después de tanto tiempo, como si en cada ciudad partiera un trasatlántico retenido, con su grave sirena de voz de ballena y las cubiertas llenas de globos y sombreros. Al menos, eso parece dar por hecho Sánchez, aunque no sabemos los motivos. Es como cuando anuncia el fin de la pandemia como si fueran los Sanfermines de cada año. O como cuando Simón dice que no habrá más de algún caso diagnosticado, o que la variante británica será anecdótica, como un lord con paraguas en Benidorm. Sánchez no pronostica ni calcula, sólo decreta el futuro más soleado. Ese futuro no se cumple y tiene que decretar otro igual de fallido, pero, mientras, al español ya se le ha olvidado todo, por pereza o por borrachera de ideología. ¿Qué alternativa hay al estado de alarma si llega una cuarta ola? Qué más dará. El objetivo no es el virus, sino el mensaje, ese mensaje como de agencia de viajes al que sólo le falta Sánchez bebiendo de un coco.
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