Gabilondo hablando de subir o no subir impuestos, con su duda o su pachorra de señor que hace barquitos de botella. Ayuso con su cerveza propia, con su tortilla propia, como Pío Nono con su pionono; o Ayuso con su hospital Zendal, entre caja de Lego y portaviones contra el virus. Iglesias en Vallecas, como un falso faquir, como un Lenincito con puñito cartelero, más de Poli Díaz que de segador, ahí horadando o sopeando en la conciencia de clase como en un huevo frito. El dinero, el virus, los bares, el ambulatorio, los pregones obreros idénticos como chimeneas industriales, la derecha con su monederito, Sánchez con su soso y la izquierda con sus migas. Así era la campaña de Madrid antes de que, por lo visto, se convirtiera en la batalla final por la Civilización humana.
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