Tras 10 años escuchando a familias, el maestro de Educación Infantil Ares González decidió que quería escribir “el libro que como padre le hubiera gustado leer”. Educar sin GPS es un libro sobre educación pero sin encorsetamientos, sin consejos claros sino más bien, dice su autor, “una brújula sobre la que cada familia eduque como quiere educar”.
Y es que González cree que en los últimos años ha crecido mucho la presión social sobre madres y padres, a los que se mira por seguir o no seguir determinadas prácticas que se supone que todos deben hacer: "Basta ya de juzgar, cada familia hace lo que puede", subraya.
González plantea seis bases sobre las que, considera, se puede basar esa libertad para educar. La primera de esas bases es la presencia. Una presencia que se mide en dedicación pero también en minutos. “Hace falta calidad, pero también cantidad para tener un vínculo sano. Ahora hay muchas exigencias laborales, cada uno hace lo que puede pero yo me he encontrado en clase con casos en los que el diagnóstico, de alguna manera, es una cura de presencia”.
Después habla de cuidados, donde cree que “los padres deben prestar atención sobre todo a que el niño tenga una alimentación y un sueño adecuados”. También habla de la necesidad de establecer límites: “No se puede convivir sin saber qué se puede hacer y qué no”, explica González en su libro, pero “el objetivo de los límites es aprender, no obedecer. La obediencia genera todo lo contrario al aprendizaje”.
González es de los que apuestan por bajar el ritmo y trabajar sobre la autonomía del niño: “Considero necesario reflexionar sobre lo que llamo el tempo de la infancia, es decir, la velocidad a la que los niños y las niñas se mueven en la vida”, explica en su libro. Eso entronca con la quinta de las bases por las que apuesta, por “permitir ser a los niños”. “La rabia, la risa, el enfado, la frustración, la alegría… tienen que expresarse en la infancia en toda su intensidad. Sólo aceptándolas y validándolas podemos acompañar a nuestros hijos en sus necesidades. Por ejemplo, el llanto tiene una función vital de protección, de desahogo emocional y de liberación de toxinas en el cerebro. Deberíamos permitirles llorar con toda nuestra dedicación y apoyo, y no evitar su lloro, que es una práctica muy extendida”, refleja en su libro.
Por último, el maestro incide en la necesidad de que las familias luchen por mantener “un bienestar familiar y no solo sobrevivir”. “He visto algunas familias que iban siempre agobiadas por llegar tarde a los sitios cuando eso es lo de menos. Una familia llega tarde porque disfruta del camino”.
El autor cree que sus bases pueden servir a las familias para enfrentarse al exceso de información que, asegura, provoca más confusión a los padres: “Hay mucha información, muy contradictoria… Hay que tener herramientas para poder afrontarlo. También hay mucho síndrome de la madre perfecta”.
Mejor “madre disfrutona” que “madre perfecta”
“Hay mucha presión cultural y social sobre las madres y no así de los padres. Eso hace que muchas vivan la crianza enfocadas en lo que les falta en lugar de lo que tienen. Y lo que tenemos siempre es más, eso es lo que hay que tener claro. Hay que aprender a relativizar y mantener una actitud de aprendizaje constante. Dejar de intentar ser la madre perfecta y ser una madre disfrutona”, explica González.
El autor incide en que ya había demasiadas exigencias externas hacia las familias antes de la pandemia que ahora no han hecho sino aumentar. “Yo ya veía mucho estrés y ansiedad en madres y padres y ahora aún más, sumado a los problemas que han sobrevenido. Y los niños, todo el mundo insiste en que lo han aceptado muy bien… pero yo creo que ellos hacen lo que se les dice. No sé si están realmente tan bien”, plantea.
Por dónde empezar
El autor ofrece algunos consejos para intentar cambiar el chip y dejar a un lado ese GPS para utilizar nuestra propia brújula. “Hay que valorar. Porque lo que tenemos seguro que es mucho más de lo que nos falta, tenemos hijos maravillosos, trabajo si lo hay, vida… Hay motivos para estar bien y disfrutar”.
En su libro ofrece consejos prácticos, propuestas de ejercicios para ir empezando a definir un estilo de crianza propio. Además, el autor recalca esa necesidad de aprendizaje porque, asegura, “quienes nos enseñan a ser madres y padres son nuestros hijos”.
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