Siempre se miraron con desconfianza. Uno es el gobierno desde hace muchas décadas y la apuesta favorita de los vascos en las urnas. El otro, la única alternativa con opciones para sustituirle. PNV y EH Bildu están lejos de poder imaginar un acuerdo como el suscrito esta semana en Cataluña entre el nacionalismo de izquierdas de ERC y el de derechas de JxCat. En Euskadi ni siquiera la apuesta soberanista, hoy arrinconada por la pandemia y la crisis pandémica, les acerca. Hoy los proyectos hacia un nuevo encaje territorial de Euskadi en España esperan sin fecha de poder salir a escena en los cajones de los despachos parlamentarios. Por el momento, el único punto de encuentro es su apoyo a Pedro Sánchez. Incluso ahí, la solidez de la soga parece empezar a debilitarse, y la pugna por disputarse la condición de preferencia presidencial y de réditos obtenidos les viene enfrentando desde hace más de dos años.
Siempre se miraron con desconfianza. Uno es el gobierno desde hace muchas décadas y la apuesta favorita de los vascos en las urnas. El otro, la única alternativa con opciones para sustituirle. PNV y EH Bildu están lejos de poder imaginar un acuerdo como el suscrito esta semana en Cataluña entre el nacionalismo de izquierdas de ERC y el de derechas de JxCat. En Euskadi ni siquiera la apuesta soberanista, hoy arrinconada por la pandemia y la crisis pandémica, les acerca. Hoy los proyectos hacia un nuevo encaje territorial de Euskadi en España esperan sin fecha de poder salir a escena en los cajones de los despachos parlamentarios. Por el momento, el único punto de encuentro es su apoyo a Pedro Sánchez. Incluso ahí, la solidez de la soga parece empezar a debilitarse, y la pugna por disputarse la condición de preferencia presidencial y de réditos obtenidos les viene enfrentando desde hace más de dos años.
En las últimas semanas la tensión y el enfrentamiento entre ambas formaciones ha subido varios escalones. Los reproches y la disputa política comienza a semejarse a la pugna tensionada y ya asentada en la política nacional entre Gobierno y oposición. Desde que hace apenas unos días EH Bildu ha ‘renovado’ su cúpula, -en la que se incluye la reelección de un veterano de la política abertzale, Arnaldo Otegi, para dirigir la coalición-, el discurso de enfrentamiento ha dado un nuevo giro. La paz entre ambas siglas tan sólo se percibe en algunos ámbitos municipales y en contadas ocasiones a nivel autonómico, la norma, dede hace muchos meses, es el enfrentamiento.
Otegi quiere que una década después de que se fundara Bildu el pasado que aún les sobrevuela deje de condicionar su acción política. El líder abertzale se ha propuesto abordar una nueva fase y presentarse ante la sociedad vasca, e incluso ante el resto del país, como una sigla capaz de cerrar acuerdos, de lograr entendimientos beneficiosos para Euskadi y de competir con el PNV en la presentación de ‘zurrones’ con iniciativas y logros útiles para los vascos. En Sabin Etxea han recurrido en varias ocasiones al dicho, 'Kalena uso, etxean otso', (Paloma en la calle, lobo en casa): Paloma en Madrid, lobo en Euskadi.
El reto de EH Bildu es que la sociedad vasca deje de ver cómo el único ‘voto útil’ en Madrid al PNV e incluya a EH Bildu en esa categoría. Lo ha intentado en estos últimos días en todas sus comparecencias y entrevistas. Otegi ha insistido en querer ‘hablar de su libro’, de su coalición eficaz, útil y con resultados tangibles con el Gobierno de Pedro Sánchez. El líder abertzale se ha resistido a hablar ni de los ataques a sedes de partido, o de los ataques a la Ertzaintza por parte de las juventudes de Sortu o de las acusaciones de seguir anclado en una lógica del pasado violento.
Pasado incómodo
Estos días EH Bildu reitera una y otra vez que prefiere hablar de su acuerdo para derogar la reforma laboral de hace un año y que ahora la ministra Yolanda Díaz se ha propuesto cumplir antes de fin de año. También de que fue por iniciativa suya el acuerdo en el senado del miércoles para apoyar la liberalización de las patentes de las vacunas. O de su imprescindible voto para la aprobación de la Ley de Protección de la Infancia.
Por el momento la estrategia no parece irle mal. El último sociómetro publicado por el Gobierno vasco concluía que la coalición abertzale obtendría hoy un escaño más, 22, si se celebraran elecciones. En cambio, el PNV se mantendría en sus 31 asientos. La crítica a la gestión de Urkullu también sería rentable para el PP y su coalición con Ciudadanos, que pasaría de seis a siete representantes en la Cámara vasca.
El recelo hacia el PNV ha pasado esta semana al enfrentamiento verbal. En realidad, ha sido mutuo. Otegi lleva días acusando a la formación de Andoni Ortuzar de haber “orquestado una campaña” contra ellos. Le acusa al PNV de insistir en cuestiones “del pasado”, como las pintadas o los ataques a la Ertzaintza o las sedes de los partidos, entre ellas decenas de Batzokis, para desgastar a la izquierda abertzale y al mismo tiempo evitar que se hable de la gestión del Ejecutivo de Urkullu. “Se está desatando una campaña con un nivel de agresividad que desconocíamos desde hace tiempo”, ha afirmado. Estos días el dirigente de EH Bildu ha llegado a calificar de “obscenos” los "señalamientos" hacia la izquierda abertzale.
El último capítulo del enfrentamiento ha venido motivado por la remisión a la Fiscalía de un informe elaborado por la Ertzaintza con la aparición de numerosas pintadas, carteles y ataques contra la Policía Autónoma y la gestión que el Ejecutivo del PNV hace de ella. Ataques que en muchos casos iban firmados por Ernai, las juventudes de Sortu –la formación de la izquierda abertzale-, y que se han perpetrado contra casi una veintena de sedes del PNV. El Gobierno vasco considera que podrían constituir un delito de odio. En ellas se podía leer que los ertzainas eran “perros” a los que había que poner “un bozal” y que actuaban como unos “psicópatas”. El cuestionamiento de sus actuaciones por parte de la izquierda abertzale se ha intensificado durante el Estado de Alarma.
Ataques a la Ertzaintza
El envío al ministerio público de este informe es para la portavoz de Bildu, Maddalen Iriarte, un “disparate jurídico y político con consecuencias gravísimas para este país”. Aseguró el miércoles que el Ejecutivo de Urkullu prefiere “inventarse" acusaciones contra jóvenes que “acabarán declarando ante la Audiencia nacional” con tal de desgastar a Bildu y lograr que no se hable de los déficits de la gestión de su Gobierno.
En el PNV hace tiempo que la relación con EH Bildu es mala. La oposición que ejerce y la ausencia de acuerdos de calado, la vienen complicando desde hace años. El partido de Ortuzar ha logrado estos años pactar con el resto del arco parlamentario en ámbitos relevantes, pero con la izquierda abertzale los intentos no han fraguado, salvo en el ámbito municipal. A ello se ha sumado un rebrote de los ataques a sus sedes que en muchos casos iban firmado por Ernai, las juventudes de Sortu.
En Azpeitia se ha producido esta semana el último desencuentro. Verbalmente uno de los más duros. El anuncio de una posible reapertura de la siderurgia Corrugados, por parte de la empresa Grupo CL, con un proyecto que podría haber generado 700 empleos y una inversión de 50 millones, no ha salido adelante. El Ayuntamiento, gobernado por EH Bildu, aseguró que la empresa nunca presentó un proyecto viable o real.
La consejera del Ejecutivo, Arantza Tapia, habitualmente comedida en sus manifestaciones, afirmó tras el Consejo de Gobierno que sí lo había, responsabilizó al Consistorio del fiasco y comenzó el cruce de acusaciones. Tapia afirmó que la alcaldesa no decía verdad, denunció falta de transparencia, de no decir la verdad, de mostrar una “falta de voluntad” para facilitar el proyecto y expresó su “bochorno y vergüenza” por la situación en la que el fracaso del proyecto dejaba a las 7.000 personas desempleadas en Gipuzkoa.
"Caza de brujas"
La réplica de la izquierda no tardó. Sitúo lo reproches en una “caza de brujas”, según el parlamentario, Unai Urruzuno, y una campaña contra la izquierda abertzale. Días después, Tapia intentó calmar las aguas instando a volver a intentarlo y a reconstruir los puentes con la empresa y entre instituciones para resucitar el plan.
El distanciamiento entre ambas formaciones se ha agudizado con los reproches a la gestión de la pandemia desde la formación de Otegi. En particular, la polémica en torno a las vacunaciones irregulares de algunos directivos del Servicio Vasco de Salud. A ella se ha sumado en su munición de desgaste al Gobierno la gestión del derrumbe del vertedero de Zaldibar, que ha culminado sin poder encontrar el cuerpo de uno de los dos operarios sepultados, Joaquín Beltrán. También el fiasco que ha supuesto que la planta de fabricación de electrolizadores por las que competía Euskadi –y en la que participaba la compañía vasca, Iberdrola- finalmente se instalará en Guadalajara. La oferta de suelo y apoyo institucional no fue suficiente.
En realidad, son sólo nuevos episodios que se suman a una larga lista de enfrentamiento. Históricamente la relación entre ambas formaciones siempre ha sido tensa, con altibajos, pero llena de recelos. El final de la pasada legislatura ya dibujó un pico de tensión que no ha dejado de crecer desde entonces. El distanciamiento fundamental lo produjo el desmarque del PNV del acuerdo de bases para un nuevo estatuto vasco que previamente había acordado con Bildu. La propuesta de texto articulado presentada por el PNV no contó con el apoyo de la izquierda abertzale y sí, al menos parcialmente, del PSE y Podemos. En esta cuestión, EH Bildu siempre ha apostado por explorar caminos más cercanos a la vía catalana que al modelo pactado con el Estado que el PNV defiende.
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