El jueves 19 de marzo de 2020, España asistía con miedo y perplejidad a la primera semana del confinamiento causado por la epidemia de coronavirus. Mientras la enfermedad se propagaba, el país observaba con incertidumbre el aumento de casos y de mortalidad. Y los hospitales comenzaban a saturarse. Para descongestionarlos, se decidió la medicalización de hoteles como el Ayre Gran Hotel Colón de Madrid, que desde ese día quedó vinculado al cercano Hospital Gregorio Marañón. Durante casi 15 meses, el Ayre ha sido un ala más de aquel centro, imprescindible para reforzar su capacidad en la lucha contra el Covid. Fue el primero, y este viernes 4 de junio cesará en su actividad hospitalaria para recuperar la normalidad y reanudar su actividad.
Medicalizar un hotel implica adaptar sus instalaciones al uso hospitalario. Dotarlo del personal médico y el equipamiento necesarios. Pero también, conseguir unas condiciones de limpieza y desinfección adecuadas, que garanticen la seguridad de sanitarios y pacientes. Un aspecto aún más crítico en una coyuntura infecciosa como la de la pandemia. Las labores de limpieza y desinfección del Ayre, como de otros 44 hoteles adaptados en toda España para el tratamiento de enfermos de covid o el alojamiento de personal sanitario, fueron encargadas a los profesionales de limpieza y mantenimiento de entornos sanitarios de Clece.
Un cortafuegos contra el virus
Miguel Ángel García es jefe de servicio de Clece en Madrid. Antes de comenzar la pandemia, coordinaba la limpieza de seis hospitales de Madrid. En pocos días tuvo que organizar la prestación del servicio en los hoteles medicalizados y en otras instalaciones provisionales creadas para combatir el virus, como el hospital de Ifema. «El Ayre fue un poco la experiencia piloto, la visión de lo que venía por delante. Durante un mes, prácticamente cada día arrancamos el servicio en un hotel», explica García a El Independiente.
«Cuando nos adjudicaron los hoteles sabíamos que la desinfección formaba parte de la contención del virus, que nuestro servicio era esencial. Por eso Clece hizo un despliegue de recursos materiales y humanos en todos los departamentos. Hubo que contratar personal nuevo, formarlo en los protocolos de limpieza y desinfección, poner a su disposición todo el material necesario. El objetivo era que todos nuestros empleados estuvieran equipados y conocieran los procedimientos para garantizar la desinfección de los hoteles las 24 horas del día», añade García. «Que fuéramos un cortafuegos que evitara los contagios dentro de la instalación».
Respeto y profesionalidad
Una de las personas que se incorporaron al servicio ese 19 de marzo fue José Luis Amondarain. Llevaba un tiempo en paro cuando fue contratado por Clece para el servicio de limpieza del Ayre. Dos meses después fue nombrado responsable. «Al principio todo era nuevo, y había algo de miedo y mucho respeto. Todos veíamos por televisión lo que estaba pasando». Él y sus compañeros hicieron los oportunos cursos de formación, y los primeros días en sus puestos estuvieron acompañados por responsables de la empresa. «Nos asesoraban en todo momento y nos proporcionaban el material necesario. No nos ha faltado de nada ni en los peores momentos».
Para poner en marcha el servicio de limpieza y desinfección en los hoteles medicalizados, los responsables de Clece realizaban una visita previa. Se inspeccionaban las instalaciones e identificaban aquellos elementos que debían ser cubiertos, como moquetas, o retirados, como cortinas, para reducir en lo posible las zonas de contacto. Después, el personal del hotel y del hospital de turno lo dejaban todo preparado para que los profesionales de Clece pudieran limpiar y desinfectar en tres turnos, las 24 horas del día.
Listos para el primer check-in
Hasta junio de 2020, el Ayre tuvo una ocupación del cien por cien. Después ha ido variado en función de los picos y olas de la pandemia, entre 40 y 60 pacientes alojados. Pocos días antes de su clausura como hospital medicalizado, los pacientes que quedaban han sido dados de alta o derivados a otro centro hospitalario. Para Amondarain, este año ha pasado en un suspiro. «Los días vuelan, con altas e ingresos constantemente… Ha sido un no parar. Pero hemos vivido una experiencia única, ayudando en lo posible a los pacientes y los profesionales sanitarios. El trato ha sido excelente. Hemos sido como una pequeña familia».
«Lo más importante ha sido el trabajo en equipo», subraya García. «Me siento muy orgulloso de la labor que hemos realizado en plena pandemia, de la evolución de los trabajadores que formamos. No ha habido un solo contagio en el servicio. Todo ha funcionado como un reloj». Ahora, toca devolver el hotel a su actividad. «Aplicamos técnicas de desinfección con rayos ultravioleta, por nebulización, y dejamos el hotel preparado para que puedan reanudar su actividad productiva cuanto antes». Hoy, el Ayre Gran Hotel Colón recupera la normalidad, y es la mejor noticia. Mientras, el personal de limpieza de Clece prosigue su labor esencial en los hospitales con la experiencia adicional de un nuevo reto superado.
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