Es probable que pase todos los días delante de uno. O que vea en la calle alguno de los vehículos adaptados que hacen las rutas para transportar a sus usuarios. Pero ¿qué es un centro de día? La idea general que la mayoría tiene de este tipo de establecimiento es, cuanto menos, incompleta. ¿Es un club social? ¿Un hogar del jubilado? ¿Un sitio al que ir a pasar el rato o donde las familias pueden dejar durante la jornada laboral a los mayores a su cargo? Un centro de día es mucho más que eso. Es una solución intermedia a la residencia, donde profesionales sociosanitarios trabajan para que las personas mayores con algún tipo de dependencia puedan seguir viviendo en sus domicilios. Para ello, realizan terapias y actividades destinadas a preservar y estimular sus capacidades físicas y cognitivas.
Rosaura González dirige el Centro de Día General Dávila que gestiona Clece en Santander. Es trabajadora social y lleva doce años en la compañía, primero en la atención a domicilio de personas dependientes y desde hace cinco años como jefa de servicios sociales de Cantabria y del Centro de Día de Santander. Dirige un equipo de trece trabajadores –siete gerocultoras, una enfermera, dos trabajadoras sociales, dos conductores de transporte adaptado y una limpiadora– que atienden diariamente a los 30 usuarios del centro.
Ni un club social ni una guardería para mayores
Rosaura está habituada a que las personas que no están familiarizadas con el funcionamiento de un centro de día tengan una idea equivocada del trabajo que realizan. «No es un centro social donde los usuarios vienen a tomar un café o a echar una partida. Tampoco es una guardería, porque recibimos a adultos que han pasado por muchas etapas vitales y tienen una gran experiencia a sus espaldas. Un centro de día implica tener un concepto integral de la persona, de la situación en la que está y de su patología. Aquí se programa el trabajo que se va a realizar durante las horas que el usuario permanece en el centro, pero su situación se valora de manera integral, más allá del horario, con el objeto de mejorar su calidad de vida y dar apoyo a los familiares y cuidadores», explica para El Independiente.
El objetivo del centro de día es, pues, mantener la autonomía personal, «o incluso mejorarla», para que estas personas puedan permanecer en su entorno doméstico y familiar el mayor tiempo posible. Y que, para ello, puedan seguir haciendo todas las actividades que son capaces de realizar por sí mismos en sus hogares, pese a sus dificultades físicas o cognitivas.
Rehabilitación física y cognitiva
Cada caso es diferente, y por ello «la carta de servicios se adecúa a cada persona», explica Rosaura. «Cuando entra un mayor en el centro de día, valoramos su caso entre la trabajadora social y la enfermera». Y se le adhiere a los diferentes programas del centro en función del estadio en el que se encuentre y de sus necesidades específicas.
El objetivo es mantener la autonomía personal de los usuarios, para que puedan permanecer en su entorno doméstico y familiar el mayor tiempo posible
Hay terapias y actividades de tipo cognitivo, ocupacional, físico o lúdico. En el caso de las cognitivas, «tratamos de recuperar y fortalecer las capacidades funcionales. Las gnosias –las capacidades para reconocer y percibir correctamente los estímulos del medio que nos rodea– y las praxias –lo que hacemos de manera intencionada para interaccionar con lo que percibimos–.
Las actividades ocupacionales favorecen la independencia en las tareas cotidianas y funcionales más simples, desde hacer un café a ir al baño. Las lúdicas, muy condicionadas por la pandemia, propician la relación de los mayores con el entorno. Incluyen visitas culturales y paseos, o pequeñas cosas como salir a desayunar a la vuelta de la esquina, lo que les permite seguir familiarizados con el barrio o con actos tan básicos como manejar dinero.
Las actividades físicas y de rehabilitación son especialmente importantes. En personas con movilidad reducida o que permanecen mucho tiempo sentadas es clave favorecer la autonomía motora, fortalecer la estructura ósea y muscular y realizar ejercicios para mantener el equilibrio.
Prevenir y motivar
Paula Amarilla trabaja desde julio de 2020 como terapeuta ocupacional en un centro de día gestionado por Clece en Madrid. En él se da asistencia a más de setenta personas mayores de 60 años con problemas de movilidad, deterioro cognitivo o alzheimer. Como Rosaura, Paula hace hincapié para El Independiente en que los centros de día no son sitios «para que los mayores estén entretenidos. Estamos centrados en la rehabilitación y el tratamiento preventivo, para evitar que lleguen a otro tipo de deterioro», a través del estímulo de sus capacidades cognitivas y la rehabilitación física.
En el campo de la estimulación cognitiva, los programas individuales tienen un rango muy amplio. Desde las actividades de orientación a la realidad o de lectoescritura hasta talleres de cocina, que además sirven para celebrar los cumpleaños de los usuarios. «Es un tipo de actividad que funciona muy bien como terapia de reminiscencia, porque les trae muchos recuerdos, pero también como una terapia ocupacional excelente para su autoestima. Les motiva mucho, porque ven que todavía pueden hacer cosas».
Un oasis terapéutico
El centro de Clece en el que trabaja Paula es uno de los que cuenta con la novedosa sala de estimulación multisensorial Snoezelen. Un oasis terapéutico equipado con materiales especiales para mejorar el bienestar de las personas con deterioro cognitivo a través de estímulos visuales, táctiles, auditivos u olfativos. Cuenta con diversos elementos, como «una columna de burbujas con luces que cambian de color, pelotas con relieve, plumas, arena mágica, un instrumento luminoso de fibra óptica, un difusor de aromas, equipo de música y una cama de agua con temperatura, que favorece el estímulo táctil y vestibular, relacionado con el equilibrio y el control espacial». Las sesiones en la sala Snoezelen son de media hora y en compañía de dos terapeutas, con objetivos individualizados pero siempre orientados a mejorar la calidad de vida de la persona.
«El trabajo que se desarrolla en los centros de día no se agota de puertas adentro. Debe proyectarse en la vida que desarrollan los usuarios en su entorno. Ellos son nuestro eje, y por ello debemos dar soporte a las personas que desarrollan su cuidado fuera del centro», insiste Rosaura González. Como parte de esta labor integral, atienden las consultas de cuidadores y familiares y les asesoran a la hora de realizar alguna gestión ante la administración.
Relación estrecha con las familias
«Hay una comunicación constante con las familias. Todos los días les enviamos por whatsapp lo que van a comer y las tareas que van a realizar. Y al final del día les contamos cómo ha ido todo. La relación es muy estrecha. Compartimos con ellos la evolución de sus familiares, y cuando hay deterioro cognitivo les ayudamos a asumir la nueva situación y a reestructurar su tiempo».
Hay muchas personas reticentes, por desconocimiento, a hacer uso de los servicios de los centros de día. Por ello, explica Rosaura, «hay que hablar previamente con la familia, conocer a través de ellos al futuro usuario y saber lo que le gusta, para que así, cuando llegue, sienta que es un lugar para él. Hay que ganárselos». Con frecuencia, los más escépticos son los que con el tiempo terminan desarrollando un vínculo más estrecho con el personal y los compañeros. «El centro de día les ayuda a estar activos. Crean vínculos, porque todos viven un momento similar. Hacemos un favor a los mayores si les enseñamos que esto es un recurso normal y natural».
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