Un grito, y otro, y otro. ¡Y que viva San Fermín!, se oía en la Estafeta. Las calles eran «una masa sólida de gente danzando. La música era algo que golpeaba y latía con violencia. Todos los carnavales que yo había visto palidecían en su comparación», decía el periodista y Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway.
Pero sus palabras, nada tienen que ver con lo que este año se respira en Pamplona, donde por segundo año consecutivo no saldrá San Fermín en procesión junto a los Gigantes y Cabezudos, no habrá encierros, ni corridas de toros, ni el 14 los pamploneses entonarán el «Pobre de mí».
Este año no será. Como tampoco fue en 1937, 1978 o 1997.
La invasión napoleónica dejó a España sin Sanfermines entre 1808 y 1813. Tampoco tendrían lugar en los años del Trienio Liberal, entre 1821 y 1823, ni durante la Primera Guerra Carlista entre 1834 y 1838 o el estallido de la segunda entre 1872 y 1875.
La Guerra Civil hizo que se suspendieran de nuevo las fiestas de los años 1937 y 1938, y posteriormente, llegaron los primeros años de la transición y aquel alzo de pancarta el 8 de julio de 1978 que rezaba 'Aministia total presoak Kalera. San Fermín sin presos'. Pamplona era en un hervidero de protesta por la defensa de una ley de amnistía total y aquello torno los enfrentamientos, provocó vítores, abucheos, y la entrada de los temidos grises a la plaza de toros donde 20.000 personas se congregaban. Siete mil disparos de material antidisturbios, 130 disparos de bala, según confirmó el propio Rodolfo Martín Villa, ministro del Interior de entonces; 150 personas y la muerte de joven de 23 años Germán Rodríguez, militante de la Liga Comunista Revolucionaria, fueron el fin de los Sanfermines de aquel año. «Sanfermines rotos», titulaban los medios.
Dos décadas después, en 1997, nada hacia presagiar lo ocurrido. Las fiestas de San Fermín transcurrían en un ambiente alegre, festivo y desinhibido, pero pasó. Los Sanfermines se cancelaron como reacción al secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de la banda terrorista ETA.
Hacía pocos días de la liberación del funcionario José Antonio Ortega Lara tras más de 500 días en un zulo, y ETA era furia. Su as en la manga fue el secuestro del concejal del PP Miguel Ángel Blanco y 48 horas al Gobierno de José María Aznar para acercar a una serie de presos etarras hasta cárceles vascas. España estaba en vilo. Pero del vilo pasó al duelo. Dos disparos en la cabeza acabaron con la vida del concejal de Vizcaya y el Ayuntamiento de Pamplona decidió entonces suspender los actos institucionales de la festividad.
Tras el suceso, cientos de personas colgaron el tradicional pañuelo rojo a las rejas del Consistorio en señal de protesta.
Por último, 2020 fue la primera ocasión en que las fiestas en honor a San Fermín se cancelaron por una epidemia, y la quinta en que lo hicieron de forma general en el último siglo. España ya había sido escenario antes de grandes brotes de cólera que afectaron desde el primer tercio del siglo XIX hasta finales del mismo en las grandes ciudades, a una gran parte de la población, o de la mal llamada Gripe Española de 1918, pero la pandemia del coronavirus fue la única, que al igual que este año, canceló los Sanfermines: «El Ayuntamiento de Pamplona suspende la celebración de las fiestas de San Fermín en julio de 2020», comunicaba la alcaldesa en funciones de entonces, Ana Elizalde.
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