Es lícito llevar las riñas políticas hasta debajo del parasol? ¿Tiene sentido decir que un chiringuito es de izquierdas o de derechas? ¿Puede una playa ser más cercana a los valores progresistas que a las ideas conservadoras? En Italia sí, y no sólo en Italia. El pasado 11 de julio, la policía de Venecia obligó retirar los carteles que enaltecían al fascismo en Playa Punta Canna. Poco tiene que ver con la paradisíaca playa dominicana este establecimiento balneario de Chioggia, en la periferia industrial de la laguna véneta. Dos sables y una calavera pirata dan la bienvenida al bañista. “Orden, reglas y disciplina”, reza el cartel. Y más adelante: “Zona del régimen y antidemocrática”.
Los carteles con la cara de Mussolini o las duchas llamadas “cámaras de gas” le ha costado una denuncia por apología del fascismo al dueño, Gianni Scarpa, de 64 años. Desde 1945, en Italia está prohibida cualquier tipo de propaganda a favor del régimen fascista. Pero puede que a Scarpa le haya salido el negocio redondo: el último fin de semana a las 11 de la mañana ya no quedaba libre ninguna de las 650 tumbonas del establecimiento. Incluso el obispo local salió en defensa de Punta Canna. “Me parece exagerado - declaró monseñor Adriano Tessarolo-, quizá se merecía que le tiraran un poco de la oreja, pero también los de izquierdas iban a su establecimiento”.
“Hoz y rastrillo”
También los rojos tienen sus playas y se dejan fascinar por el exotismo caribeño. Se llama Guerrilla el campamento organizado por el Frente de la Juventud Comunista en la playa de Roccella Jonica, en Calabria, sur de la península. No es una playa libre, sino un evento organizado -ha llegado a su cuarta edición - para el que hay que apuntarse y pagar. Desde el 31 julio al 6 agosto se prevén hoz y rastrillo y mucho altermundismo.
En el litoral de Otranto, a unos quinientos kilómetros de distancia de Roccella, empezará la próxima semana el 34º Festival de la juventud internacionalista, anticapitalista, feminista y ecologista, al que acudirán también representantes de Podemos. La agenda aquí es más estricta y llena de mesas redondas sobre precariedad, subalternidad y género. Sin embargo, el primer día estará dedicado a plantar las tiendas, conocerse y definir "los espacios para mujeres y personas LGBT". Se esperan llegadas desde Brasil a Dinamarca y desde Estados Unidos a Grecia. El año pasado no fueron a la playa sino que se optó por el verde de Cánoves, en la provincia de Barcelona, localidad elegida por Izquierda Anticapitalista. que ejerció de anfitrión de la cumbre internacionalista.
'Spain is different'
En España la tradición de la playa política no parece cuajar como en Italia, donde también los rojos pijos saben dónde plantar la sombrilla. Desde finales de los años setenta, en el Bel Paese, intelectuales, profesores universitarios, periodistas y políticos de la izquierda se reúnen en Capalbio, en el sur de Toscana. A pie de playa organizaban encuentros y debates (como los antisistema, pero durmiendo cada uno en su chalet). Hasta el año pasado, cuando se montó un revuelo por la decisión del consistorio local de acoger 50 refugiados. No fueron bienvenidos y les reubicaron en otro pueblo.
En España no hay tal cosa ni los políticos tienen esta tradición. La casa de Felipe González en Tánger habría podido convertirse en un centro veraniego del socialismo, pero el ex presidente vendió su villa a la familia real de Arabia Saudí. Tampoco ha resistido la tradición de reunirse en Vera (Almería), donde solían coincidir Zapatero, Almunia y Manuel Marín. La última vez que Zapatero fue avistado en un chiringuito fue en 2013, en la playa de Trocadero en Marbella (Málaga). Pero al mismo chiringuito de lujo acudían también a Aznar, Cospedal, Chacón o Patxi López.
En la extrema izquierda ibérica tampoco parece haber prosperado la idea de juntarse todos para pasarlo bien. En julio del año pasado, el colectivo En Lucha organizó tres días de Camping Rojo. Por 25 euros, todo incluido. Desde entonces, ya nunca se supo.
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