A pesar de que España está a punto de alcanzar la cifra de 21 millones de personas con la pauta completa de la vacuna contra el coronavirus, el país se aboca sin freno hacia una quinta ola que ha puesto en alerta a las autoridades sanitarias y al resto de países comunitarios. Rotativos internacionales como el Financial Times o Le Monde advierten en sus primeras páginas del aumento descontrolado en el número de infecciones en España, una situación ante la que el sector turístico nacional contiene la respiración: Alemania ya ha situado a todo el país en zona de riesgo por Covid y Francia ha recomendado a sus ciudadanos que no crucen la frontera.
En tan sólo cinco días la incidencia del virus se ha multiplicado casi un 55%: la semana arrancaba con una tasa de 204 casos por cada 100.000 habitantes, y este viernes el Ministerio de Sanidad ha elevado la cifra a 316, lo que aleja a España de salir de la situación de 'riesgo extremo' por Covid-19, fijada en 250 puntos. Sólo ayer se notificaron 21.879 nuevos positivos, casi el doble de los que se registraron el mismo día de la semana pasada. Pero la nueva ola del virus avanza de un modo diferente a cómo lo hicieron el resto. Los datos demuestran que el pico de casos de las últimas semanas está basado en el contagio masivo de jóvenes, especialmente dentro del rango de edad comprendido entre los 20 y los 29 años: la incidencia acumulada en este sector de la población alcanza los 1.047 puntos, por los 891 que se registran en el tramo de entre 12 y 19 años.
La multiplicación incontrolada de casos ha encendido todas las alarmas. Algunas comunidades autónomas vuelven a exigir al Gobierno una hoja de ruta común para hacer frente a una ola que llega en pleno mes de julio, el peor momento posible para un país cuya sostenibilidad económica depende en gran medida del turismo. Tanto es así que el toque de queda, los cierres perimetrales o el retorno al uso obligatorio de la mascarilla en exteriores vuelven a ser escenarios plausibles para mandatarios políticos y técnicos sanitarios, aunque por el momento el Gobierno central sigue confiando en el avance de la vacunación para evitar el retorno a medidas restrictivas drásticas.
Y lo cierto es que la quinta ola de la pandemia del Covid-19 en España tiene una 'cara B'. La positividad es alta pero, a diferencia de los cuatro impactos anteriores, la presión hospitalaria y el número de fallecidos no va aparejado al incremento de positivos. Ayer, por ejemplo, el Ministerio de Sanidad notificó seis nuevas muertes, la cifra más baja desde el pasado verano. Y es una tendencia que se mantiene: el número de decesos diarios por coronavirus registrados en los primeros días de julio son bastante aproximados a los que se registraron en la misma semana de julio de 2020, con la diferencia de que si este viernes se han notificado más de 21.000 positivos, entonces los casos diarios se movían entre los 300 y los 500 diarios. El 9 de julio de 2020 se registraron cinco muertes por coronavirus y se notificaron 543 nuevos positivos.
Sucede exactamente lo mismo con la presión asistencial. De acuerdo con la última actualización, los pacientes Covid ocupan tan sólo el 2,60% de camas hospitalarias y el 6,88% de las camas de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), unos valores similares a los que se han venido registrando desde el inicio de julio y desde el comienzo de la quinta ola. No se registran unas cifras tan bajas en cuanto presión hospitalaria desde que Sanidad comenzó a incluir estos datos en sus informes diarios, a finales de agosto del año pasado. En el mes de febrero, cuando la virulenta tercera ola de la pandemia comenzaba por fin a amainar y se notificaba una cifra de positivos similar a la que se registra actualmente -entre 10.000 y 20.000 casos diarios- la ocupación de las UCI rozaba el 40%.
España, a la cola en vacunación de jóvenes
El proceso de vacunación en España avanza a buen ritmo. Casi el 44% de la población está ya inmunizada frente al virus, pero la hoja de ruta del Gobierno respecto al suministro de dosis ha dejado fuera a los más jóvenes. Ahora es precisamente cuando las comunidades autónomas han comenzado a citar a la población comprendida entre los 20 y los 30 años, el nicho donde se sitúan la mayor parte de los casos registrados en esta quinta ola. Se da la circunstancia de que, por norma general, a los jóvenes se les suministra la vacuna de Pfizer o de Moderna con 21 o 28 días de margen entre la primera y la segunda dosis, lo que alarga los plazos para que la inmunización de este sector poblacional se traduzca en un descenso de casos.
Aunque la priorización de los sectores vulnerables de la población fue primordial para el conjunto de los países comunitarios, lo cierto es que otros países de la Unión Europea abrieron hace semanas las franjas de vacunación a todas las edades. Pero España no. Este factor, unido a la expansión de la variante delta del virus y el arranque de las vacaciones de verano ha sido el cóctel perfecto que explica ésta última explosión de contagios, y que deja la situación epidemiológica de España en muy mala posición respecto a la del resto de Europa.
Nuestro país se sitúa a la cola de los países de la Unión respecto al suministro de al menos una dosis de la vacuna a ciudadanos de entre 18 y 24 años: sólo el 10,5% han recibido una pauta en España, sólo por delante de Portugal (7%) y de Bulgaria (6,7%). En el otro extremo se encuentran Malta (71,5%); Dinamarca (64,4%); Bélgica (54,9%); Hungría (51,6%); Francia (45,2%); o Italia (45,8%). No obstante, nuestro país sí se sitúa en los primeros puestos respecto a la inmunización de la población de más de 60 años.
Un paso adelante, dos para atrás
El pasado 9 de mayo, el estado de alarma decayó de forma definitiva en todo el país. Las dosis de vacunas entraban a espuertas en España, y en Moncloa había margen suficiente para el optimismo. "Hay que mirar al futuro, y el futuro se llama vacunación, vacunación y vacunación", insistía Pedro Sánchez. Con el estado de alarma, restricciones como el toque de queda o las limitaciones en los encuentros sociales fueron también historia. Y el 26 de junio, arropado por los buenos datos y por el deseo de recuperar cuanto antes la normalidad, el Gobierno decretó el fin del uso de las mascarillas en exteriores, una maniobra entendida por algunos sectores políticos como un intento de desviar la atención de la concesión de los indultos a los condenados por el procés, que se aprobaron esa misma semana.
En esos días, algunos presidentes autonómicos también bajaron la mano: aunque aún tímidamente, el ocio nocturno comenzó a reabrir, los cierres perimetrales expiraron y se flexibilizó también el horario de la hostelería. Pero la euforia duró poco. Con el incremento de contagios, son ya varias las comunidades autónomas que consideran que Sánchez se precipitó al decretar el fin del uso de la mascarilla al aire libre, mientras que el cierre generalizado y obligatorio del ocio nocturno vuelve a planear sobre el Consejo Interterritorial de Salud. Algunas regiones, como Castilla y León, fueron más allá y abrieron incluso el debate sobre la posibilidad de aplicar de nuevo el toque de queda para frenar un aumento de contagios que, de momento, no tiene efectos sobre la curva de muertes y de ingresos hospitalarios.
A diferencia de oleadas anteriores, la Comunidad de Madrid se sitúa esta vez en los últimos puestos de la lista en cuanto a incidencia del virus, con 179 casos por cada 100.000 habitantes. La peor parada en este caso es Cataluña, con 725 casos, seguida de lejos por Castilla y León, Cantabria, Navarra y Asturias.
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