25 años han transcurrido desde que Michael Jordan cambiara la cancha de baloncesto por las cámaras de Hollywood, aunque esta vez su decisión tuvo más recorrido que su efímera etapa como jugador de béisbol. Space Jam se estrenaba en 1996 y aunaba los estudios de Warner Brothers con los mates, al jugador más prominente de la NBA con Bugs Bunny y las zapatillas Air Jordan con los Looney Tunes.
Ya fuera porque contextualizó a una generación en 90 minutos, o porque Jordan era una figura canónica en la sociedad, la cinta se convirtió en un largometraje de culto. Fue el Regreso al futuro de los años noventa y el Dirty Dancing de su época, aunque los únicos bailes presentes los marcaba Jordan a ritmo de triple.
Más de dos décadas después, una nueva entrega prometía retrotraer a la gran pantalla todos los elementos previos, aunque con su pertinente actualización. Con Jordan retirado y alejado de los focos, LeBron James sigue los pasos del seis veces campeón del anillo dorado de la NBA para ofrecer a los acérrimos del filme su versión remasterizada.
La premisa es la misma; el formato, diverso. LeBron deberá enfrentarse a un malvado algoritmo con baja autoestima cuyo único interés es ganar notoriedad en el serviverso, el imaginario que componen los servidores de la productora Warner Bros. Abducidos por Al-G Rhythm (Don Cheadle), LeBron y su hijo Dom (Cedric Joe) deberán enfrentarse a un duelo entre canastas que determinará su futuro.
Enfrentados por disparidad de opiniones, la relación padre-hijo se quebrantará y dará lugar a una épica batalla en la que las normas del baloncesto desaparecen y el juego queda regido por los preceptos de los videojuegos y el universo 'gen z'.
En Space Jam: Nuevas Leyendas, el granulado de la imagen se sustituye por una nitidez espeluznante y la Game Boy es un cubo de basura al lado de los avances tecnológicos que han dado vida a la Inteligencia Artificial y la realidad aumentada. Resulta aterrador pensar que en 25 años el ser humano ha sido capaz de revertir toda una cultura social y comunicativa, pero la homofobia, xenofobia y otras patologías como la violencia machista parecen haberse quedado estancadas en la página que 1996 dejó abierta.
El sí
La aparición del actor estadounidense Michael B. Jordan es, quizá, uno de los giros más cómicos de la película. Resulta ingenioso y mantiene al público en su silla, sobre todo, por que comparte nombre con la estrella de la primera entrega.
Funciona también el imaginario de Warner Bros. haciéndose un hueco en escena. Juego de Tronos, Harry Potter o los personajes de DC Comics se convierten en un elemento más del universo. En su búsqueda de un equipo digno para enfrentarse a su rival algorítmico, el LeBron animado recorrerá los pasillos de la productora, convirtiéndose en un jugador de Quidditch, en superhéroe o en domador de dragones.
Los efectos especiales, principalmente en la escena del partido de baloncesto, inundan al espectador de olas sensoriales. Luces de neón, levitaciones, power ups, trucos... los que acudan a la sala serán transportados a un videojuego, aunque no puedan decidir con su propia consola el devenir del encuentro.
Como conjunto, y como blockbuster estival por antonomasia, Space Jam: Nuevas Leyendas funciona. Tiene su componente nostálgico, tiene a estrellas de la NBA más allá de LeBron y de la categoría masculina (un punto a favor para la igualdad) -Anthony Davis, Klay Thompson, Damian Lillard o Diana Taurasi son algunos de los profesionales que hacen su cameo-.
El no
LeBron James no cuenta con la misma soltura en la actuación como Jordan, que parecía un spaguetti en salsa cuando decidió apostar por sus dotes artísticas. Una de las principales problemáticas de la película es su premisa: un enfado padre-hijo que termina con una batalla virtual en un ente tecnológico. Algunas escenas están forzadas, otras son predecibles, aunque los guiños a las escenas y personajes de la cinta original consiguen paliar las deficiencias.
Un elemento que ya causó sus dosis de polémica previo a su estreno fue el "lavado" de cara de los Looney Tunes, que dieron un salto de la animación a la realidad virtual, adquiriendo una textura que "actualizaba" los dibujos animados a su versión 2.0.
La nueva entrega de Space Jam cubre las necesidades de espectáculo, pero se convierte en un ejercicio de simbolismo que no llega a las expectativas en él puestas, ni a la grandeza de su entrega original. Quizá Hollywood tenga que dejar de lado el revisionismo de sus grandes hitos.
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