Debió pertenecer al gran visir Ipi, una suerte de alcalde de Tebas que vivió hace cuatro mil años. Por alguna razón que aún trae de cabeza a los arqueólogos, su corazón momificado y envuelto en un paño de lino no acompañó al dirigente en su vida de ultratumba, como exigía la tradición. Una misión española ha descubierto los latidos extraviados en una jarra junto a los textiles y las bolsas de natrón usadas en su momificación.

“Es un descubrimiento que a nivel simbólico y religioso tiene unas implicaciones importantes porque los antiguos egipcios necesitaban del corazón para poder pasar al más allá”, relata a El Independiente Antonio Morales, director del “Middle Kingdom Theban Project”. La expedición de la Universidad de Alcalá de Henares excava en “la milla de oro” de la egiptología, en la orilla occidental de la actual Luxor, entre la meseta de Asasif y la colina septentrional de Deir el-Bahari, a un tiro de piedra del monumental templo de Hatshepsut.

El corazón que ha resistido cuatro milenios instalado en uno del medio centenar de recipientes localizados en el patio de la tumba es una “pieza única”. “Nunca se había encontrado un corazón fuera del cuerpo de una momia que estuviera momificado”, confirma Morales. “Los corazones se sacaban del pecho; se momificaban o embalsamaban; la propia aorta se momificaba cuidadosamente, bloqueando el interior con un rollito de lino; y luego se volvía a depositar en el pecho del individuo y se cerraba la momia”, explica.

El fenomenal hallazgo se encontró entre jarras de gran tamaño que guardaron para la posteridad todos aquellos materiales, vendajes, aceites, sales e inclusos herramientas que habían servido para momificar el cadáver del difunto y que, sin embargo, no podían acompañar al finado en su tumba por resultar “impuros”. De uno de los recipientes asomó, para sorpresa de la misión, el corazón del visir, miembro de la élite durante el reinado de Amenemhat I, primer rey de la dinastía XII (alrededor del 1985 a.C.), una época de reunificación política y cultural del Egipto de los faraones.

Un hallazgo singular

“El hueco de la arteria aorta había sido taponado con un rollo de fino lino y la propia arteria recibió un vendaje muy cuidadoso. El órgano fue momificado mediante su desecación y su vendaje, con un paño de lino que terminó por envolverlo en su totalidad”, detalla Morales. “El corazón de un difunto era momificado en ocasiones, tras lo que debía reponerse en el pecho. En el mismo residía consciencia, inteligencia y sentimiento, y el difunto lo necesitaba para poder superar varias pruebas y lugares antes de ser aceptado en el más allá por la corte de Osiris”, admite el arqueólogo. “Lo cierto es que su presencia en un depósito de momificación con materiales que no se consideran puros para estar en el interior de la tumba nos ha planteado un interrogante importante”, agrega.

Vista del corazón momificado encontrado en el depósito de momificación del visir Ipi (TT 315).

¿Por qué el corazón del gran visir no acabó regresando a su cuerpo, como marcaba el ritual funerario, y fue almacenado en una jarra? La expedición madrileña busca aún las certezas. La primera hipótesis fue que el corazón sucumbió a una “damnatio memoriae”, la práctica que en el antiguo Egipto condenaba y perseguía cualquier recuerdo tras el óbito del individuo. “Quizás se debió a cuestiones de agresividad mágica o personal contra el visir, esto es, que se buscaba  terminar con su memoria. Destruyendo su persona, su nombre y su cuerpo se conseguiría parar su existencia en el más allá”.

“El problema -matiza Morales- es que para aceptar esa hipótesis tendríamos que haber visto un ataque consciente en la tumba. El enterramiento fue saquedado y se retiraron muchos de los bloques de piedra de la entrada monumental pero lo entendemos como un saqueo generalizado que se producía en toda la necrópolis, que no tiene que ver en concreto con el dueño de una tumba. Incluso en su sarcófago sus nombres se mantienen en perfecto estado. Cada vez que se menciona, tanto en los textos religiosos como en los monumentales de su sarcófago, su nombre es respetado”.

Zona en la que fueron encontradas las jarras de momificación

Descartada esta tesis, la única que vislumbra como posible el equipo de la Universidad de Alcalá es el descuido de quienes estuvieron encargados de velar por el embalsamamiento del visir.  “La aparición del corazón en una de las jarras parece indicar que, muy probablemente, los ritualistas embalsamadores confundieron este paquete con uno de los paquetes de sales de natrón utilizados para momificar el cadáver y que también se guardaban en las jarras”, esboza Morales.

Fue así como el órgano extirpado del dirigente tebano acabó compartiendo destino con las bolsas de sales. “Se han descubierto unas doscientas bolsas de natrón que asciende a entre 40 y 50 kilos. Se situaban sobre el cuerpo del difunto para desecarlo durante un periodo que se prolongaba entre 30 y 40 días. El proceso de momificación duraba en total unos 70 días”, subraya el director de una de las expediciones más jóvenes de la Egiptología española, que horada un enclave ya hollado.

"La aparición del corazón en una de las jarras parece indicar que, muy probablemente, los ritualistas embalsamadores confundieron este paquete con uno de los de sales de natrón utilizados para momificar el cadáver"

ANTONIO MORALES, DIRECTOR DE LA EXCAVACIÓN

Tras los pasos de la misión del Metropolitan

Entre 1921 y 1922 el egiptólogo estadounidense Herbert Winlock auscultó fugazmente el lugar excavado en la colina. “En un principio entendíamos que había sido excavado, vaciado, estudiado, documentado y llevado a algún sitio pero resultó que Winlock había ordenado dejar las cosas allí y se llevó únicamente cuatro jarras a EEUU”, narra Morales. “En aquella época iban buscando objetos que fueran estéticamente muy bellos, que se pudieran exponer en los museos y por eso se llevaron simplemente cuatro jarras, como una especie de muestra particular de lo que se había hallado. No le dieron más importancia”.

Lo que resultó invisible a los ojos de Winlock se ha revelado como una joya que tiene aún mucho que contar. “Al hallarse fuera de la momia, no hay que llevar a cabo ningún método destructivo para hallar o sacarle el corazón. Podemos hacer un TAC, análisis de rayos X o ADN. Por desgracia, llevamos tres o cuatro años pidiendo los permisos y no nos los conceden. Dicen que la pieza es muy valiosa. Nosotros lo que planteamos es que un inspector venga con nosotros y vayamos a un hospital de Luxor para realizar el estudio”, lamenta el director del proyecto.

Las 56 jarras del depósito de momificación halladas por la expedición

A falta de más detalles, el examen preliminar firmado por los forenses ha confirmado que se trata de un corazón humano. “Teníamos la posibilidad de que fuera un corazón de otro animal, como por ejemplo una vaca cuya forma en cierto se parece”, indica Morales. “El hallazgo fue un momento muy especial. Yo, al verlo, pensé rápidamente en algún ritual de sacrificio de algún animal pero en estos procesos a veces incluso se quema el objeto y éste estaba en perfecto estado, muy cuidado y bien vendado”.

Las 56 jarras guardan otras sorpresas que el equipo investiga todavía. “Tienen algunos signos jeroglíficos que estamos estudiando, tanto incisos como escritos con carboncillo. Queremos descifrar su significado. Pueden ser los lugares de origen de las donaciones para este visir en su funeral, los nombres de los que donaron estos contenidos son las jarras o la marca de los productores. Hay algunos investigadores que proponen que muchas de estas jarras llevan unos signos que representan los nombres o lugares de la propia necrópolis de Deir el-Bahari”.

Interior de una de las vasijas

Una pieza de museo

Junto al corazón, la misión también ha rescatado textiles empleados en las entrañas del cadáver, especialmente en el estómago para dar forma a la momia y que no se hundiera. “Durante el proceso de desecación, normalmente se cambiaban por paja o arena. El textil es una especie de nudos cubiertos de sangre y ungüentos”, argumenta. También han aparecido unas cuchillas metálicas que utilizaban los sacerdotes para depilar y limpiar la piel del difunto y paja seca usada para “rellenar huecos y ayudar a que se fuera deshidratando”.

Entre los restos que sortearon el expolio se ha desempolvado una escoba. “Todos los rituales de Egipto concluyen con un ritual muy breve que se denomina 'traer de vuelta los pies'. Consiste en un sacerdote que limpia la tumba con una escoba. Había que retirar en cierto modo la presencia humana del ámbito divino para que cuando el difunto se quede con Dios a solas. Nosotros hemos encontrado un ejemplar de esa escoba bellamente realizada con paja seca”.

La excavación se ubica entre la meseta de Asasif y la colina septentrional de Deir el-Bahari

El tejido que acoge los latidos momificados del gran visir también arroja pesquisas. “Está lleno de manchas, las hay marrones y naranjas”, confiesa el egiptólogo. “En principio las más oscuras parecen ser sangre y la anaranjadas serían de algún tipo de ungüento o aceite”, añade una de las almas que ha recuperado el corazón del gran visir. “En el mundo de la egiptología no existe otro corazón momificado de estas características. Revisando la bibliografía localizamos uno en Sudán pero era una momia nubia”, admite. Una pequeña maravilla que probablemente volverá a palpitar en las vitrinas de un museo egipcio.