Lleva pendiente de lo que ocurre en Afganistán desde hace semanas. En 2010 pasó en el país asiático casi seis meses como soldado de la unidad paracaidista. Cristian Castrillón tenía 21 años y se había alistado el Ejército porque le gustaba la vida militar y porque entendía que desde las Fuerzas Armadas podía ayudar. “Estoy orgulloso de lo que hicimos en Afganistán; ayudábamos a la gente”, cuenta Cristian, que dejó el Ejército el año 2017.
Cristian llegó con cinco años a España procedente desde Colombia y regresó de los 12 a los 17 años. A esa edad volvió a España a estudiar. En 2007 ingresó en el Ejército. Ha participado en varias misiones internacionales en Afganistán, Líbano, Mauritania y Senegal.
Llevábamos alimentos a la gente, por ejemplo. era una misión con bastante carácter humanitario, aunque se centraba en operaciones militares para restablecer la seguridad de la zona"
En Afganistán formaba parte de la Task Force en la unidad de paracaidistas en la provincia de Herat. El centro de operaciones estaba en Qal-e-now. La misión en la que participó tenía como misión proveer seguridad a la región, especialmente las distintas vías comerciales a otras ciudades, entre ellas la ruta a Bala Murghab. “Llevábamos alimentos a la gente, por ejemplo. Era una misión con bastante carácter humanitario, aunque se centraba en operaciones militares para restablecer la seguridad de la zona”, relata. También ayudamos a asegurar el aeropuerto, limpiar los caminos para que no hubiera minas, por ejemplo.
“Nuestro contacto principal era con los niños. Solían acercarse a nosotros y bromeábamos. Aprendían español y nos hacían chistes. Por ejemplo, la legión les contaban chanzas sobre nosotros y viceversa. En general, eran amigables aunque alguna vez nos arrojaron tomates”, dice Cristian.
“Éramos nuestra conexión con la población. En general, eran amistosos, especialmente en las ciudades. Muchos compañeros recogían más agua y comida para dárselos a ellos”, señala. Recuerda cómo a veces compartían sus raciones americanas, muy apreciadas porque llevaban dulces, queso, un plato principal, con los niños. Las raciones españolas eran más deficitarias. "Una ración americana era muy cotizada. Y a veces se las dábamos a los niños que nos salían al paso", cuenta.
“La gente nos aceptaba, en general. Intentaba empatizar. También teníamos contacto con el ejército afgano. A veces había cierta tensión. Hice guardias con algún soldado afgano. Recuerdo a un hazara, con rasgos asiáticos, que soñaba con volver con su esposa”, señala este ex soldado español. Cristian solo aprendió palabras sueltas como "joné", que quiere decir "casa".
El reto de ganarse la confianza
Cristian se ha preguntado estos días si había servido tanto esfuerzo, si no se había ido a la basura todo el trabajo de tanta gente. “Los talibanes tardaron en conquistar Badghis, la zona donde estábamos. Entonces pensé que algo habíamos hecho bien si habían tardado tanto en tomar la provincia”. Los talibanes tomaron Kabul el pasado 15 de agosto. Era la última capital de provincia, salvo el bastión del Panshjir, que les quedaba por recuperar.
De lo vivido en Afganistán Cristian recuerda un suceso que pudo haber acabado muy mal. “En 2010 un talibán infiltrado en la policía afgana mató al capitán José María Galera Córdoba y al alférez Abraham Leoncio Bravo Picallo, guardias civiles, y su traductor, español de origen iraní, en la PRT (equipo de reconstrucción provincial). El infiltrado salió ataviado como policía y uno de nuestros compañeros le disparó y lo mató. La gente en Qal-e-now dio la voz de que un soldado español mató a un policía afgano y se complicó la situación en la ciudad. Tomaron las armas y hostigaron a los soldados españoles en la PRT. Nosotros estábamos preparados para salir a combatir, pero el coronel tomó una decisión acertada", relata.
"No dejó salir a ninguna unidad fuera de la base. Llamó a policías desde Kabul para que ellos controlaran la zona y explicaran lo ocurrido a la población. Creía que los habíamos dejado tirados a los del PRT. Si hubiéramos salido de la base, habríamos echado al traste el acercamiento con la población que habíamos hecho. Lo que queríamos es que nos vieran como sus aliados, como sus amigos. Con esta acción no echamos por tierra lo que habíamos hecho tanto tiempo”, añade Cristian que cree que este hecho ilustra el esfuerzo que dedicaban a ganarse la confianza de la población local.
“Casi no teníamos misiones de ofensiva. Por lo general, tratábamos de ayudar. Les dábamos seguridad, alimentos, o ayudamos a construir una escuela. España lo hizo muy bien desde mi perspectiva”, señala.
El problema de la misión internacional es que no se desarrolló tanto la misión humanitaria y mucho dinero acabó en los bolsillos de unos pocos"
Durante su medio año en Afganistán, Cristian no vivió ningún momento de gravísimo peligro, sí tiroteos. Incluso uno de los soldados de su unidad llegó a recibir impactos de bala en la espalda pero el chaleco le protegió. También recuerda cómo detectaron una mina de 200 kilos en una misión hacia el sur del país. Los ingenieros se dedicaron ocho horas a desactivarla.
Según Cristian, “el problema de la misión internacional fue que no se desarrolló tanto la ayuda humanitaria, como sí hizo España, y mucho dinero acabó en los bolsillos de pocas personas. España hizo bien y sabía dónde iba el dinero. Se habría necesitado más tiempo para estabilizar el país”, apunta.
Y como conclusión, su lectura: “Si la Unión Europea hubiera tenido más independencia, habríamos hecho un mejor trabajo. No podemos ir a la zaga de EEUU”.
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