St. Donat’s Castle, el venerable castillo del siglo XII donde está el UWC Atlantic College, en el paradisíaco valle de Glamorgan en Gales, es conocido en algunos círculos como el “Hippie Hogwarts” en referencia a su magnífica arquitectura de estilo Tudor (y su embriagador entorno, con su propia playa privada, bosques, granjas y valles) y a su currículum alternativo, donde hay asignaturas tan variadas como Tai Chi o Literatura Tibetana. El colegio también tiene sus propias “casas”, aunque no se llaman Gryffindor o Hufflepuff o Slytherin, sino Pentti Kouri, Morgannwg, Powys, Whitaker, Gwynedd, Tice y Sunley.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte también lo podríamos llamar el “Royal Hogwarts”, porque pocos colegios pueden decir que hayan tenido en sus aulas a tantas princesas y príncipes herederos. En el pasado acogieron a Guillermo Alejandro, hoy Rey de los Países Bajos, y a la princesa Raiyah de Jordania, hija del rey Hussein y de la reina Noor. Recientemente tuvieron a Elizabeth, la heredera al trono de Bélgica. Desde hace unos días, Leonor de Borbón estudia allí. También la princesa Alexia de Holanda.
Hay que decir que la Casa Real española se ha marcado un gran tanto a la hora de mostrar fotografías de la despedida de Leonor en el aeropuerto. En comparación, lo que ha hecho la Casa Real de Orange, con una sola foto de Alexia con una maleta y una guitarra a las puertas del palacio Huis ten Bosch, en La Haya, ha quedado descafeinadísimo. Lo cual sorprende bastante, porque los holandeses son bastante espléndidos a la hora de mostrar imágenes de su familia real. Cada año, sin ir más lejos, se organizan posados de toda la familia donde todos aparecen sonrientes y risueños e incluso contestan preguntas de la prensa.
Ha sido precisamente a través de estos posados que hemos podido ver la evolución de las tres princesas holandesas (Catharina-Amalia, la mayor; Alexia; y Ariane). Probablemente —y sin el probablemente— sean las princesas que mejor se visten o, al menos, que más adecuadas van para su edad. Y, de las tres, Alexia es la que más estilo ha demostrado. Sin ir más lejos, en cuanto cumplió los quince años, la Casa Real colgó una foto suya donde parecía una joven modelo, con un elegante traje negro y un peinado muy sofisticado con ondas. Sin duda, es una influencer en ciernes, aunque su pasión por la moda ha dado ya a sus padres algún que otro quebradero de cabeza.
Rebelde desde la cuna
La princesa Alexia Juliana Marcela Laurentien de Orange-Nassau nació el 26 de junio del 2005 en el hospital HMC Bronovo de La Haya. Era la segunda hija de los entonces príncipes herederos Maxima y Guillermo Alejandro, y desde el principio dejó claro que, aunque no era la heredera, se iba a convertir en una verdadera estrella. No sólo es la que se parece más físicamente a su madre (en fotos de cuando Máxima era adolescente parecen dos gotas de agua), sino que ha heredado su desparpajo frente a las cámaras y su pasión por la moda.
La princesa recibió una educación en colegios públicos locales: primero en la escuela de primaria Bloemcampschool y, desde agosto del 2017, en el instituto Christelijk Gymnasium Sorghvliet. Dado que su madre es argentina y ha hablado siempre a sus hijas en español, Alexia y sus hermanas dominan el idioma desde pequeñas. También hablan inglés y, por supuesto, holandés.
A simple vista, la princesa se ha criado como una jovencita más. Lo que significa que también ha tenido sus dosis de rebeldía. No sólo ha sido pillada infraganti fumando mientras estaba con unos amigos, sino que le gusta tanto la moda que hace unos años, en el 2008, cuando tan sólo tenía trece años, la prensa holandesa descubrió que Alexia tenía una cuenta secreta en Instagram donde colgaba imágenes suyas (aunque nunca enseñaba la cara) y pedía a sus seguidores que votaran sus outfits. El nombre era @f_4_u2, llegó a amasar más de diecisiete mil followers y en su descripción de perfil había una frase de Coco Chanel: “Yo no hago moda, yo soy la moda”.
Aunque ella nunca apareció en Instagram (su foto de avatar estaba cubierta con un hocico y unas orejas de peluche), no siempre fue excesivamente discreta. Una vez, por ejemplo, colgó el atuendo que, pocos días más tarde, lució en un acto público: era un pantalón negro con una franja roja y una blusa de volantes con la que el público la vio en una sesión de fotos por el ochenta cumpleaños de su abuela, la anterior reina (y ahora sólo princesa) Beatriz.
Reina de Tiktok
Después de que la sorprendieran en Instagram —y que sus padres le propinaran la consecuente bronca—, a la princesa se le prohibió usar más redes sociales. Pero las advertencias no sirvieron de nada y, al cabo de poco tiempo, Alexia volvía a protagonizar otro escándalo, esta vez en TikTok. En su defensa habría que decir que Alexia no abrió su propia cuenta, pero sí que participó en varios vídeos musicales con dos amigas.
En uno de ellos hacían un playback de la canción In the party, de la rapera Flo Milli. El tema podría haber quedado ahí, pero el problemas es que la canción contiene palabras ofensivas (como “nigga”, un término muy despectivo para referirse a los negros). Aunque Alexia y sus amigas no pronuncian esta palabra (en el vídeo se ve claramente que se quedan en silencio cuando suenan), a muchos les sentó mal la enorme falta de tacto de la princesa.
¿Cantante?
Por lo que se ve en los vídeos, la verdad es que Alexia tiene cierto talento para la música y el baile. No es una opinión aislada: un experto en la realeza holandesa, Marc van der Linden, desveló en un programa televisivo que a la princesa le gusta tanto cantar y tocar la guitarra que estuvo a punto de participar en The Voice Kids, aunque a muchos en la Casa Real les resultó que aquello era excesivo. Su padre, sin embargo, le dijo que si pasaba las pruebas iniciales honestamente y sin hacer valer su condición de princesa, le dejaría participar. Pero nunca llegó tan lejos: puede que a Alexia le guste la música, pero se ve que también es increíblemente tímida y lo de aparecer en un escenario rodeada de gente todavía le cuesta.
Quizás ahora, en un colegio internacional donde se trabajan habilidades como el liderazgo consiga amasar la fuerza interior necesaria para una vida artística.
Quién sabe.
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